El viento nocturno era frío, y las luces de la ciudad apenas iluminaban los callejones más oscuros. Allí, agazapado junto a los enormes contenedores de basura de una lujosa mansión, un joven de 19 años revolvía entre desechos en busca de algo que le permitiera sobrevivir un día más. Había escapado de casa hacía meses, buscando algo mejor, pero todo lo que había encontrado hasta ahora eran puertas cerradas y miradas de desprecio.
De repente, sintió una sombra sobre él. Al levantar la vista, vio al mayordomo de la mansión, un hombre alto y serio, con los ojos fijos en él. Antes de que el joven pudiera huir, el mayordomo habló con voz calmada pero firme.
-Ven conmigo.
El joven, acorralado y sin opciones, asintió en silencio y siguió al mayordomo hasta el interior de la mansión. Lo condujo a una sala elegante, donde un hombre de aspecto imponente, vestido con un impecable traje negro, lo esperaba sentado tras un gran escritorio de madera oscura.
-Así que... buscabas algo de valor en mi basura -dijo el millonario, con una leve sonrisa que no alcanzaba sus ojos-. Tal vez has encontrado más de lo que esperabas.
El joven no dijo nada, su corazón latía rápido. El millonario se levantó y caminó lentamente hacia él.
-Te ofrezco una oportunidad -continuó el hombre-. La oportunidad de cambiar tu vida, de dejar atrás lo que eres ahora. Pero debo advertirte: cualquier decisión que tomes a partir de este momento tendrá consecuencias. ¿Estás dispuesto a pagar ese precio?
El silencio llenó la habitación mientras el joven se debatía entre el miedo y la tentación de un futuro diferente.
El joven tragó saliva, sintiendo cómo el peso de las palabras del millonario se cernía sobre él. Nunca había tenido oportunidades reales en la vida, y ahora, en el momento más desesperado, una puerta parecía abrirse, aunque no podía ver qué había detrás de ella.
-¿Qué... qué clase de oportunidades? -preguntó con la voz rota, intentando sonar más seguro de lo que realmente estaba.
El millonario sonrió, esta vez con un destello de interés en sus ojos.
-Las que tú elijas. Podría ofrecerte un trabajo aquí, podrías aprender de mis negocios, incluso podrías ascender mucho más rápido de lo que imaginas. Pero, como dije, no todo es gratis. Cada elección que hagas te llevará por un camino distinto. Un camino del que quizás no puedas regresar.
El joven se mantuvo en silencio. Sabía que no había llegado hasta allí para tener otra vida de miseria. Si aceptaba, tal vez tendría que pagar un precio más alto del que imaginaba, pero ¿qué opciones tenía?
-Si rechazo tu oferta... -empezó a decir, su voz casi un susurro-. ¿Qué me pasará?
El millonario miró al mayordomo, quien se mantenía firme y en silencio cerca de la puerta, y luego regresó su mirada al joven.
-Vuelves a la calle -respondió sin emoción-. Vuelves a esa vida que ya conoces. Pero si aceptas... podrías cambiar todo.
Un torbellino de pensamientos atravesaba la mente del joven. Sabía lo que era vivir en las sombras, buscando en la basura, sobreviviendo de sobras y sin un futuro claro. Y aunque esta oferta parecía arriesgada, lo atraía la posibilidad de algo diferente.
-Acepto -dijo finalmente, su voz firme aunque sentía el temblor en su cuerpo.
El millonario asintió lentamente, como si hubiera esperado esa respuesta desde el principio. Luego, con un tono que indicaba que todo ya estaba decidido, dijo:
-Bien. A partir de ahora, trabajarás para mí. Pero antes de comenzar, hay algo que debes hacer. Una prueba, si quieres llamarla así.
El joven frunció el ceño, sintiendo un escalofrío.