POV. Ciara Emilia Doyle Bustamante.
Año 2005.
Después de diez años inmersa en el mundo del modelaje y el ajetreo del espectáculo.
De ser una figura pública...
De lucir impecable desde el amanecer hasta el anochecer...
De vivir bajo el escrutinio de una cámara, madrugando más de lo que muchos imaginarían...
Sacrificando cada antojo por mantener mi figura siempre estilizada...
Por fin pude decirle adiós a ese mundo, del que solo guardo bellos momentos mezclados con un profundo agradecimiento...
Pero también el sabor amargo de la soledad , aquella que se esconde entre luces brillantes y flashes de cámaras.
Son las 10:00 de la mañana. Sigo en la cama, envuelta en mis sábanas de seda, con la mente navegando entre pensamientos y posibilidades.
Es momento de dar vida a mi siguiente sueño: lanzar mi propia línea de maquillaje natural.
Es un proyecto en el que trabajo junto a mi hermano menor, un químico talentoso especializado en cosmética.
Él es el único con el que tengo contacto ya que fui desterrada de mi familia por desafiar las reglas de mi padre... por no seguir el camino que tenía trazado para mí.
Por sumergirme en el mundo del modelaje.
Años de silencio nos separaron, hasta que, por un giro inesperado del destino, me reencontré con Darius en una pasarela. La relación con el resto de mi familia sigue siendo inexistente.
Realmente no quiero tener alguna. No quiero volver a ser presa del tirano.
En ese reencuentro fue donde nació la idea, un plan que hemos trabajado y estructurado durante los últimos años.
Papá aún no lo sabe. Mis otros dos hermanos tampoco. Para ellos, sigo siendo la oveja negra, la deshonra que empañó el honor familiar del gran magnate de las industrias químico-farmacéuticas de Irlanda.
La perra que desafío sus reglas... Que se reveló... La hija que enterró... y desconoce ante el resto del mundo.
Mi hermano mayor, Macías, con su desprecio y su arrogancia, me llama prepago. Por no decir puta.
Para ellos, el hecho de escapar de sus garras y no casarme con el hombre que eligieron, o más bien con el pervertido al cual me vendieron, y dedicarme a desfilar en una pasarela, es sinónimo de promiscuidad, sexo y drogas.
La verdad es que, a lo largo de mi carrera, solo salí unas cuantas veces con ciertos hombres. Pero nunca pasó nada. Como si tuviera una enfermedad contagiosa, terminaban alejándose de mí sin decir nada.
Después de esos desplantes, me enfoqué de lleno en mi carrera. En tocar la cima y ser la numero uno. No había tiempo para estúpidos celosos o melosos.
La única vez que tuve intimidad... fue cuando vendí mi virginidad.
No me arrepiento.
Lo que soy hoy, lo que construí con mis propias manos, se lo debo a esa transacción.
Porque, por más crudo que suene, eso fue: un intercambio.
Mi primera vez a cambio del dinero que necesitaba para cumplir con los estándares del modelaje y adquirir mi libertad.
Solo unos retoques fueron suficientes para encajar.
Una nariz más estilizada.
Un par de costillas menos para afinar mi cintura, hacer que mis curvas se vieran más pronunciadas.
Chantal, mi exrepresentante y madre de Pamela, mi mejor y única amiga, fue quien me ayudó con ello.
Ella se encargó de subastar mi virginidad en línea.
Eso es algo más común de lo que muchos piensan.
Yo tenía un sueño y un producto que ofrecer.
Solo pedí que fuera alguien joven y guapo. No quería quedar traumada para el resto de mi vida.
Aunque, pensándolo bien, creo que sí quedé.
Flashback
Año 1995.
Ingreso al edificio de la academia de modelaje de Chantal, con el corazón golpeando con fuerza en mi interior. Ella me pidió que viniera lo antes posible; ya tiene al comprador para mi virginidad.
No me dio más detalles por teléfono, y eso es lo que me consume.
"¿Quién será él?" Los nervios empiezan a instalarse en mi cuerpo, y mis manos tiemblan de manera casi imperceptible, como si intentaran esconder el pánico bajo la piel. Pero es inútil. Parezco una gelatina a punto de derretirse.
-Buenas tardes, Chantal me está esperando -digo a la secretaria, intentando que mi voz suene firme, aunque siento que me ahogo en mis propias palabras.
-Por favor, sigue -me responde, señalando la puerta. Sus palabras son directas, casi frías, como si no se tratara de algo tan trascendental-. Te están esperando.
Toco la puerta, el sonido del golpe me retumba en los oídos.
-Adelante -escucho la voz emotiva de mi amiga.
Cruzo el umbral, mis pasos más pesados de lo que deberían, mi sonrisa forzada a tal punto que me duele la mandíbula. Aprieto el bolso entre mis dedos, como si pudiera infundirme el valor que amenaza con escaparse.
Chantal está sentada detrás de su escritorio. Al escuchar mis pasos, levanta la vista de los documentos y me regala una sonrisa amable, casi demasiado perfecta.
Pamela está de pie junto a ella, observándome con una mezcla de cariño y admiración, como si fuera su ídolo, aunque yo sé que no es así.
-¡Amiga, qué emoción! -exclama, lanzándose hacia mí en un abrazo efusivo. Su voz está llena de entusiasmo, y el sonido de su risa me sacude-. ¡Un millón de dólares! ¡Es la transacción más alta que se ha hecho!