Amanecí cansado ese día. La noche de discotecas me había agotado físicamente. Podría jugar rico y quedarme en la cama todo el día, posando y publicando en las redes sociales. Pero no tenía dinero, tenía pocos seguidores y, en el fondo, a nadie le importaba mi vida en Internet, excepto uno o dos tipos que me enviaban un emoji o me invitaban a salir. Solían ser siempre conocidos, generalmente de las clases que tomamos juntos en la universidad. De vez en cuando había uno que no conocía. No solía gustarme la espalda. No era adicta a las hamacas, pero me gustaba.
Un clic y mi foto estaba allí, con la etiqueta roja #waking up from the club. Pronto un like de Kim, con el comentario “Siempre hermosa”. Por supuesto, solo podía ser él. Y por eso lo amaba tanto y era mi mejor amigo.
Tomé una ducha y bajé para el almuerzo del domingo con la familia. Mi madre ya tenía la mesa puesta y León ya estaba robando un trozo de carne con su tenedor. Mi estómago dio un vuelco cuando vi que se iba a comer la carne. Aunque yo no comía carne, mi madre nunca preparó una comida especial para mí. Tuve que conformarme con lo que estaba en la mesa que me gustaba. Cuando me quejaba, ella siempre decía:
- Los pobres no tienen derecho a elegir lo que comen.
Creo que en realidad quiso decir que la gente pobre no podía ser vegetariana, pero de alguna manera no quería lastimarme. Sí, ella no hizo nada que realmente me gustara comer, pero todavía se preocupaba por mí. Yo creo que era cosa de madre, que se preocupa, pero intenta que sus hijos vean la realidad de la vida.
Me senté a la mesa y vi una ensalada apetitosa. Servido con arroz blanco. Mi madre preparó un plato de comida para mi padre y luego se lo llevó a su habitación. Le tomó un tiempo sentarse finalmente para poder alimentarse.
- Buena comida. - elogié.
- Gracias. A partir de mañana me ayudarás a prepararme.
- Está bien, puedo hacer eso. Soy capaz.
Ella no dijo nada. Tal vez el hecho de que volviera tarde y me despertara a la hora del almuerzo la había enfadado de alguna manera. Leon me miró con una sonrisa irónica y siguió comiendo su carne con entusiasmo. Me reí. Era lindo, incluso cuando trató de enojarme.
- ¿Y Kevin? Yo pregunté.
- Kevin está ahí... No ha estado en casa desde el viernes.
- Pero... ¿Dónde podría estar?
- ¿Quien sabe? - Dijo ella tratando de fingir que no estaba preocupada.
Preferí no preguntar. Sabía lo difícil que era hablar de mi hermano mayor.
- Katrina, tenemos que hablar más tarde. – dijo con seriedad.
Tenía muchas ganas de preguntar qué, porque vi que su voz sonaba preocupada. Pero traté de no sufrir por la anticipación. Tan pronto como comimos, León fue a ver la televisión y yo limpié la mesa. Lavé los platos y luego fui al dormitorio a ver a mi padre.
No se veía nada bien. Estaba pálido y cansado además de perder peso visiblemente todos los días. Cogí su plato casi sin moverme de la mesita de noche y lo llevé a la cocina. Entonces regresé, me acosté en la cama a su lado y lo abracé con ternura. No importaba lo que había hecho y la culpa que cargaba por haber perdido todo nuestro dinero. Aún así lo amaba mucho.
- ¿Como te sientes hoy? Pregunté acariciando su rostro.
- Cansado.
- ¿Quizás mañana podríamos salir a caminar? - Sugerí. - Solo tu y yo.
- Kat, cariño... Ya no puedo salir de esta cama. – dijo con voz débil.
- Claro que puedes papá. Solo haz un esfuerzo. No hay nada que decir que tus piernas están en problemas. – Traté de animarlo.
- No. - el dice.
Mi madre entró en la habitación, se puso las gafas y se sentó en el sillón. Me di cuenta de que el asunto era realmente serio: casi una reunión familiar. Sin embargo, el problema aparentemente era yo. Yo era consciente de lo que estaba por venir.
- Bueno, ¿empiezo yo o tú, Adolfo? le preguntó a mi padre.
- Yo... yo no tendría el coraje. - Dijo mirándome con tristeza.
- Bueno, Kat, sabes que estamos arruinados.
- Sí lo sé.
- Tu padre perdió todo el dinero que teníamos en la mesa de juego.
- Mamá, lo sé. – No quería que siguiera echándole en cara todo el pasado que ya conocíamos.
Estaba ahí, acostado, deprimido, se había probado su propia vida por todo lo que había pasado. No necesitaba ser castigado más. Creo que la culpa que cargaba era suficiente.