Valeria se quedó frente al escritorio de su padre, observando el testamento en sus manos. El papel que había llegado a sus manos por medio de su abogado tenía un peso mucho mayor que cualquier documento oficial. No solo era una firma, sino el final de un ciclo. El final de su padre, el hombre que había construido un imperio, y su partida inesperada.
-¿Valeria? -dijo la voz profunda del abogado al otro lado de la sala. Su tono era serio, pero no exento de simpatía. Al ver la expresión de Valeria, sabía que nada podría hacer que el golpe fuera más suave.
-¿Qué significa esto? -preguntó Valeria, con la garganta cerrada. Sus ojos recorrían rápidamente el testamento, buscando respuestas. "A su hija Valeria, la totalidad de mi herencia", leía.
El abogado dejó escapar un suspiro y se acercó a ella. La sala estaba silenciosa, solo el sonido del reloj de pared parecía marcar el ritmo de su respiración.
-Valeria, el testamento es claro. Tú eres ahora la heredera de la empresa. Pero hay algo más, algo que no mencioné antes. -El abogado vaciló un momento. Valeria alzó la mirada, sorprendida por la pausa.
-¿Qué cosa? -su voz era apenas un susurro, como si supiera que lo que vendría solo podría empeorar las cosas.
-Tu padre... -El hombre se aclaró la garganta-. Tu padre fue traicionado. La compañía fue tomada por Ricardo Varela, su socio. Según el acuerdo original, tú deberías ser la legítima dueña. Pero, a su muerte, Varela se hizo con el control total.
Valeria sintió como si la tierra se abriera bajo sus pies. ¿Ricardo Varela? El hombre que siempre había estado en segundo plano en las reuniones de la familia, que parecía inofensivo y confiable... La ira comenzó a burbujear en su interior.
-¿Cómo es posible? -preguntó, sin poder contenerse. -¿Cómo me han quitado lo que me pertenece?
El abogado se sentó, visiblemente incómodo. No era fácil decirle esto a una hija que acababa de perder a su padre.
-Ricardo tiene el control del 70% de las acciones. Y con la firma de tu padre en un acuerdo que nunca llegaste a ver... -Se detuvo, mirando a Valeria con pena-. El acuerdo de tu padre fue manipulado. Las decisiones que él pensó que tomaba fueron alteradas.
Valeria apretó los puños, sintiendo que su corazón latía con fuerza.
-Esto no puede ser cierto. No... -miró el documento otra vez, buscando algo que no pudiera entender. Pero no lo había. No había más que un legado roto.
Al día siguiente, Valeria se dirigió a las oficinas de la empresa con un solo objetivo: recuperar lo que era suyo. El tráfico en la ciudad parecía ajeno a la tormenta que la consumía. Sabía que iba a ser difícil, pero no estaba dispuesta a rendirse.
Al llegar al edificio, fue recibida por la recepción, donde un joven con gafas le indicó el camino hacia la sala de juntas.
-Bienvenida, señora Méndez. -Dijo con una sonrisa nerviosa. Sin embargo, Valeria no le prestó atención. Estaba concentrada en lo que le esperaba. Tenía una misión. Y no iba a detenerse hasta conseguir lo que le pertenecía.