Venganza De La Sombra

Venganza De La Sombra

Gavin

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Sofía, una bailaora, estaba a punto de cumplir su mayor sueño: la audición para el Ballet Nacional de España. Su prometido, Mateo, un famoso matador, la apoyaba incondicionalmente. Pero una repentina llamada de Isabella, el amor de la infancia de Mateo, lo cambió todo. Él me abandonó sin dudar en plena autopista, dejándome sola por una emergencia de su pasado. En mi desesperación, me fracturé el tobillo, acabando con mi carrera de danza para siempre. Mateo me despreció fríamente en el hospital. Poco después, Isabella se instaló en nuestra casa, burlándose de mí, robándome una a una mis posesiones más preciadas, con Mateo a su lado. La traición máxima llegó cuando Mateo le entregó a Isabella mi coreografía maestra, robándome la última pizca de mi alma artística. ¿Cómo pudieron justificar tal vileza, pisotear mi dolor y mi arte con tanta crueldad? Mi alma ardía con la injusticia de ver mi sueño y mi esencia convertidos en su triunfo. En el encierro oscuro de un sótano, mientras escuchaba sus risas cómplices, el amor que sentía por Mateo se hizo pedazos. De sus cenizas, nació una Sombra, fría y decidida, con un único objetivo: la venganza.

Introducción

Sofía, una bailaora, estaba a punto de cumplir su mayor sueño: la audición para el Ballet Nacional de España. Su prometido, Mateo, un famoso matador, la apoyaba incondicionalmente.

Pero una repentina llamada de Isabella, el amor de la infancia de Mateo, lo cambió todo. Él me abandonó sin dudar en plena autopista, dejándome sola por una emergencia de su pasado.

En mi desesperación, me fracturé el tobillo, acabando con mi carrera de danza para siempre. Mateo me despreció fríamente en el hospital. Poco después, Isabella se instaló en nuestra casa, burlándose de mí, robándome una a una mis posesiones más preciadas, con Mateo a su lado. La traición máxima llegó cuando Mateo le entregó a Isabella mi coreografía maestra, robándome la última pizca de mi alma artística.

¿Cómo pudieron justificar tal vileza, pisotear mi dolor y mi arte con tanta crueldad? Mi alma ardía con la injusticia de ver mi sueño y mi esencia convertidos en su triunfo.

En el encierro oscuro de un sótano, mientras escuchaba sus risas cómplices, el amor que sentía por Mateo se hizo pedazos. De sus cenizas, nació una Sombra, fría y decidida, con un único objetivo: la venganza.

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Isabella "Isa" Montes, una talentosa cocinera de origen humilde en Medellín, creyó haber encontrado el amor perfecto junto a Mateo Velarde, el apuesto heredero de una de las familias más influyentes de Bogotá. Tras un noviazgo intenso que superó barreras sociales, se casaron y se sumergieron en una vida de ensueño y comodidades, donde cada detalle parecía confirmar un amor idílico. Pero la burbuja se reventó brutalmente: Isa descubrió que Mateo mantenía una doble vida con su exnovia, Carolina Sáenz, con quien tenía dos hijos gemelos. Peor aún, él financiaba secretamente a esta otra familia, transformando su supuesta historia de amor en una farsa calculada. La devastadora revelación no solo le causó un aborto espontáneo sino que desató una campaña de humillación sin fin por parte de Carolina, quien la acosaba con videos íntimos de Mateo, mostrando impúdicamente su doblez. Cada regalo, cada promesa de amor, cada lugar especial compartido con Mateo, era profanado, replicado cínicamente con su "otra" familia. Las frías miradas de la alta sociedad y el silencio cómplice de la familia Velarde solo acrecentaban el tormento, mientras Mateo seguía actuando como si nada ocurriera. ¿Cómo podía alguien, a quien amó tan profundamente, ser capaz de una traición tan vil y sistemática? La mezcla de dolor, asco y una desesperación helada se instaló en su pecho, ahogando su respiración. Un vacío insuperable la consumía, dejando solo la cruda certeza de una mentira insostenible. En el abismo de esta traición, y con la inminente llegada de un hijo que la ataría aún más a la mentira, Isa vislumbró su única salida: fingir su muerte. Un trágico accidente aéreo en el Caribe sería su billete de escape, la única forma de recuperar su vida y romper para siempre con la asfixiante obsesión de Mateo. "El plan sigue en pie, necesito salir de aquí", sentenció con voz firme.

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El rugido del avión de rescate sonaba como la salvación, pero para mí, Sofía, solo aumentaba la ansiedad en aquel sofocante aeropuerto improvisado. De repente, mi esposo, Miguel, me tomó del brazo con una fuerza inusual, su rostro contraído por la frustración mientras gritaba: "¡Sofía, no podemos irnos! ¡No puedo dejar a Carlos aquí!". Alegaba que Carlos era su primo, su responsabilidad, alguien que debía regresar a salvo. Escuché sus palabras, las mismas palabras que retumbaron en otra vida, y un escalofrío me recorrió: no era un sueño, había renacido. El recuerdo de mi vida anterior me golpeó como un maremoto: la epidemia, el avión gubernamental, y Carlos, supuestamente su primo, pero en realidad su amante, la misma que nos retrasó maquillándose para su "triunfal" regreso. En esa vida pasada, yo rogué, los otros voluntarios me acusaron de egoísta, y Miguel, con su falsa rectitud, me obligó a esperar con mentiras, llamándome egoísta. Esperamos. Carlos llegó, perfecto, y el avión partió, directo a mi perdición. Al aterrizar, Miguel me señaló y, con una falsa preocupación, dijo: "Ella tiene fiebre. Estuvo en contacto cercano con un paciente infectado ayer." ¡Era una mentira cruel y calculada! Fui aislada, interrogada, torturada psicológicamente por un sistema que creyó a mi "heroico" esposo. Morí sola, no por la enfermedad, sino por una infección hospitalaria, con mi cuerpo debilitado y mi espíritu roto. Mis padres, rotos de pena, fallecieron poco después, y Miguel, el "viudo afligido", heredó todo. Se casó con Carlos, y vivieron felices sobre mis cenizas y las de mis padres. Pero ahora estoy aquí, de nuevo en este infierno, con el mismo avión rugiendo y el mismo manipulador repitiendo sus mentiras. La rabia pura me invadió, mis puños se cerraron, y al mirar a Miguel, ya no vi al hombre que amaba, sino a mi asesino. "No," dije, mi voz tranquila pero firme, interrumpiéndolo. Miguel parpadeó, sorprendido. "¿No qué?" "No vamos a esperar, Miguel." Me sacudí su mano. Me giré hacia los atónitos voluntarios y proclamé, con mi voz resonando: "Carlos no es tu primo. Es tu amante. Y no voy a arriesgar la vida de dieciocho personas por la vanidad de una mujer que necesita una hora para ponerse rímel en medio de una evacuación de emergencia." El silencio fue absoluto, roto solo por el avión. Miguel palideció, su máscara se hizo añicos. Esta vida, pensé, no será una repetición. Será una venganza.

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