Soy Heredero de Millonario!

Soy Heredero de Millonario!

Gavin

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Soy Miguel Ángel, un naco, un obrero que se partía el lomo por Isabella. Ella era la mujer más hermosa que había visto, mi novia, mi todo. Durante cinco años, cada centavo que ganaba lo guardaba para nuestro futuro, para la boda que me ilusionaba. Le propuse matrimonio una y otra vez, pero ella siempre posponía, con excusas sobre la casa de su hermano y una boda "decente" . Yo confiaba ciegamente, cediendo mis ahorros a ella y su familia, a sus "negocios" que nunca prosperaban. Hasta que mi padre se desplomó. Necesitábamos dinero urgente para su operación y la cuenta, la que Isabella manejaba, estaba vacía. Ella me confesó que había usado todo para el negocio de tacos de su hermano. "Era para nuestro futuro, Miguel" , dijo. Pero el "futuro" de ella y su familia había puesto en riesgo la vida de mi padre. La ira me consumió, pero sus lágrimas, como siempre, me desarmaron. Intenté razonar, pedirle que vendiera algo de lo suyo, pero la frialdad de su respuesta me heló la sangre. "Podrías... podrías vender la casa de tus padres" , sugirió, como si fuera lo más normal del mundo. Cuando me negué, me gritó, "¡Porque no me amas! ¡Cinco años de mi vida desperdiciados contigo!" . Luego, destrozó una foto nuestra, rompiendo nuestro pasado. "Se acabó, Miguel Ángel" , dijo, "Tú y yo, hasta aquí llegamos" . Horas después, me exigió que le devolviera su juventud, su tiempo... su descaro. Así me abandonó, como mi cartera vacía, mis bolsillos sin nada, y mi dignidad por los suelos. Pero el verdadero infierno apenas comenzaba. Unos días después, dos matones me esperaban en la puerta de mi departamento. "Le debes una buena lana al patrón" , dijeron, con mi firma y mi huella en un contrato de préstamo por cien mil pesos. Isabella no solo me había robado mis ahorros, ¡me había endeudado hasta el cuello! Estaba destrozado, sin dinero, mi padre en el hospital, y los cobradores amenazando a mi familia. El pánico me invadió, ¡estaba perdido! Justo cuando pensaba firmar mi sentencia de muerte, la puerta se abrió de golpe. Entró una docena de hombres de traje. Y detrás de ellos, un anciano con una mirada penetrante. "¿Quién eres tú para tocar a mi nieto?" , preguntó con voz tranquila pero llena de autoridad. "Soy tu abuelo, lamento haber tardado tanto en encontrarte" . Así fue como el naco Miguel Ángel murió, y Miguel Ángel Herrera renació de las cenizas.

Introducción

Soy Miguel Ángel, un naco, un obrero que se partía el lomo por Isabella.

Ella era la mujer más hermosa que había visto, mi novia, mi todo.

Durante cinco años, cada centavo que ganaba lo guardaba para nuestro futuro, para la boda que me ilusionaba.

Le propuse matrimonio una y otra vez, pero ella siempre posponía, con excusas sobre la casa de su hermano y una boda "decente" .

Yo confiaba ciegamente, cediendo mis ahorros a ella y su familia, a sus "negocios" que nunca prosperaban.

Hasta que mi padre se desplomó.

Necesitábamos dinero urgente para su operación y la cuenta, la que Isabella manejaba, estaba vacía.

Ella me confesó que había usado todo para el negocio de tacos de su hermano.

"Era para nuestro futuro, Miguel" , dijo.

Pero el "futuro" de ella y su familia había puesto en riesgo la vida de mi padre.

La ira me consumió, pero sus lágrimas, como siempre, me desarmaron.

Intenté razonar, pedirle que vendiera algo de lo suyo, pero la frialdad de su respuesta me heló la sangre.

"Podrías... podrías vender la casa de tus padres" , sugirió, como si fuera lo más normal del mundo.

Cuando me negué, me gritó, "¡Porque no me amas! ¡Cinco años de mi vida desperdiciados contigo!" .

Luego, destrozó una foto nuestra, rompiendo nuestro pasado.

"Se acabó, Miguel Ángel" , dijo, "Tú y yo, hasta aquí llegamos" .

Horas después, me exigió que le devolviera su juventud, su tiempo... su descaro.

Así me abandonó, como mi cartera vacía, mis bolsillos sin nada, y mi dignidad por los suelos.

Pero el verdadero infierno apenas comenzaba.

Unos días después, dos matones me esperaban en la puerta de mi departamento.

"Le debes una buena lana al patrón" , dijeron, con mi firma y mi huella en un contrato de préstamo por cien mil pesos.

Isabella no solo me había robado mis ahorros, ¡me había endeudado hasta el cuello!

Estaba destrozado, sin dinero, mi padre en el hospital, y los cobradores amenazando a mi familia.

El pánico me invadió, ¡estaba perdido!

Justo cuando pensaba firmar mi sentencia de muerte, la puerta se abrió de golpe.

Entró una docena de hombres de traje.

Y detrás de ellos, un anciano con una mirada penetrante.

"¿Quién eres tú para tocar a mi nieto?" , preguntó con voz tranquila pero llena de autoridad.

"Soy tu abuelo, lamento haber tardado tanto en encontrarte" .

Así fue como el naco Miguel Ángel murió, y Miguel Ángel Herrera renació de las cenizas.

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