Secuestro de Amor Inesperado

Secuestro de Amor Inesperado

Gavin

5.0
calificaciones
11
Vistas
11
Capítulo

Mi plan era sencillo: secuestrarla, cobrar el rescate para salvar a mi hermana Lupita, y desaparecer. Pero Sofía del Castillo, la hija del rey del tequila, resultó ser la víctima más extraña y desesperante que uno pudiera imaginar. En seis horas, intentó suicidarse tres veces, y luego, con una calma espeluznante, sugerir que si moría, me facilitaría el trabajo. Lo que no sabía es que la policía me identificó como "El Chacal", un asesino a sangre fría buscado por crímenes que jamás cometí. El pánico me paralizó, y yo, Miguel "El Lobo" Ramírez, el secuestrador, me encontré llorando a los pies de mi rehén. Ella se rió. "Eres un pésimo secuestrador, Lobo". Pero en medio de mi desesperación, Sofía me confesó su propia batalla: "Tengo una enfermedad, Miguel. Trastorno límite de la personalidad. A veces, el mundo se siente... demasiado." Decido confiar en ella, liberándola de sus ataduras, solo para descubrir que pudo haberse librado en cualquier momento. Nuestro "secuestro" se convirtió en una extraña alianza, que me llevó al hospital para ver a Lupita, solo para regresar a la cabaña y encontrar a Sofía con mi mochila azul, llena de ropa y pato confitado. "Fui a mi casa", dijo con la mayor naturalidad. "¿Ya te ibas?". El verdadero "Chacal", el asesino que la policía cree que soy yo, la secuestró, atrapándonos a Sofía, al Dr. Vargas, y a mí. Pero en la oscuridad, Sofía usó un pasador de pelo para liberarse, y luego nos liberó a nosotros, escapando bajo una lluvia de balas. Cuando la policía nos rodeó, con Sofía herida en mis brazos, lo que dijo me dejó sin aliento: "Él es mi novio. Estábamos... jugando". Así, lo que empezó como un plan desesperado por salvar a mi hermana, nos llevó a un caos inesperado, donde una víctima "loca" y un secuestrador "torpe" encontramos un extraño consuelo y un nuevo comienzo.

Introducción

Mi plan era sencillo: secuestrarla, cobrar el rescate para salvar a mi hermana Lupita, y desaparecer.

Pero Sofía del Castillo, la hija del rey del tequila, resultó ser la víctima más extraña y desesperante que uno pudiera imaginar.

En seis horas, intentó suicidarse tres veces, y luego, con una calma espeluznante, sugerir que si moría, me facilitaría el trabajo.

Lo que no sabía es que la policía me identificó como "El Chacal", un asesino a sangre fría buscado por crímenes que jamás cometí.

El pánico me paralizó, y yo, Miguel "El Lobo" Ramírez, el secuestrador, me encontré llorando a los pies de mi rehén.

Ella se rió. "Eres un pésimo secuestrador, Lobo".

Pero en medio de mi desesperación, Sofía me confesó su propia batalla: "Tengo una enfermedad, Miguel. Trastorno límite de la personalidad. A veces, el mundo se siente... demasiado."

Decido confiar en ella, liberándola de sus ataduras, solo para descubrir que pudo haberse librado en cualquier momento.

Nuestro "secuestro" se convirtió en una extraña alianza, que me llevó al hospital para ver a Lupita, solo para regresar a la cabaña y encontrar a Sofía con mi mochila azul, llena de ropa y pato confitado.

"Fui a mi casa", dijo con la mayor naturalidad. "¿Ya te ibas?".

El verdadero "Chacal", el asesino que la policía cree que soy yo, la secuestró, atrapándonos a Sofía, al Dr. Vargas, y a mí.

Pero en la oscuridad, Sofía usó un pasador de pelo para liberarse, y luego nos liberó a nosotros, escapando bajo una lluvia de balas.

Cuando la policía nos rodeó, con Sofía herida en mis brazos, lo que dijo me dejó sin aliento: "Él es mi novio. Estábamos... jugando".

Así, lo que empezó como un plan desesperado por salvar a mi hermana, nos llevó a un caos inesperado, donde una víctima "loca" y un secuestrador "torpe" encontramos un extraño consuelo y un nuevo comienzo.

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
Adiós, Ricardo: Mi Nuevo Final

Adiós, Ricardo: Mi Nuevo Final

Cuentos

5.0

El zumbido del aire acondicionado en el aeropuerto apenas disimulaba el silencio entre Ricardo y yo; nuestro viaje a Oaxaca, planeado por meses como una pre-luna de miel, de repente se sintió como un último aliento. Justo cuando Ricardo me preguntaba si estaba emocionada, con esa sonrisa perfecta suya, vi a Elena. Venía hacia nosotros con su hija Isabella, esa influencer de viajes, la ex de Ricardo, la madre de su única conexión con un pasado que yo intentaba ignorar. La voz de Elena, demasiado alta, anunció que ellas también iban a Oaxaca, y la sonrisa de Ricardo se congeló, aunque rápidamente la transformó en una máscara de sorpresa forzada. Luego, la pequeña Isabella, con los ojos de su madre, se escondió detrás de Elena, mirándome con una evaluación inquietante, no la inocencia de una niña. Elena, con una falsa dulzura, comentó sobre mi atuendo: "Qué bonito tu conjunto. ¿Lo diseñaste tú?". Sabía que lo decía para recalcar que mi profesión era un "pasatiempo caro", algo que mi familia, y a veces Ricardo, creían. Y entonces, sin que yo pudiera procesar la humillación, Elena pidió sentarse con nosotros en el avión, alegando que Isabella "se sentía mal". Ricardo, en lugar de poner límites, solo miró a la niña que convenientemente empezó a toser de forma exagerada, y cedió. Nuestro espacio para dos se hizo añicos, y me encontré sentada al otro lado, una extraña en lo que debería haber sido nuestro viaje de prometidos, mientras Ricardo les ponía caricaturas a Isabella y Elena le acariciaba el brazo. Cuando en el avión me pidieron cambiar mi asiento de primera clase por uno en turista para que Elena y su hija pudieran estar junto a Ricardo, vi la súplica en sus ojos: "No armes un escándalo, Sofía". No dije nada, solo tomé mi bolso y me fui a la fila de atrás, sentándome junto a un extraño, mientras los veía desde la distancia. Vi cómo la mano de Elena descansaba sobre la de Ricardo, cómo él le abrochaba el cinturón a Isabella, cómo reían y murmuraban, creando una burbuja a la que yo no pertenecía. El avión despegó y Ricardo, reclinado con Elena en su hombro, ni siquiera me buscó con la mirada. En ese momento, supe que no era solo el viaje lo que no había terminado antes de empezar, sino mi relación. La humillación continuó en Oaxaca, donde Elena monopolizó a Ricardo, quien ignoró mis diseños para escucharla. Al día siguiente, me desperté sola con una nota de Ricardo: "Fui con Elena a llevar a Isa a un tour... Te amo". "Te amo", la palabra se sentía tan vacía. Entonces lo vi en Instagram: Elena había subido una foto de Ricardo con el pie de foto: "Mío". Y el comentario de mi propio hermano, Diego: "¡Cuñado! ¡Se te ve increíble! Disfruten. Elena, cuídalo bien". Mi propio hermano estaba del lado de ella. El último clavo fue el comentario de Elena, respondiéndole a alguien: "Ricardo dice que Sofía es un poco aburrida para estos viajes, que no le gusta la aventura, jeje". Sentí el aire faltarme, la humillación pública era total. No era solo Ricardo, era mi familia, era el mundo que me había traicionado. Con las manos temblorosas, abrí mi celular y busqué el nombre de Ricardo. Presioné "Bloquear contacto". Y luego, con una sonrisa amarga, cancelé su boleto de avión de primera clase, el que yo le había regalado por su cumpleaños, dejándolo varado. Mi guerra había terminado.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro