El Regreso del Ingenuo Millonario

El Regreso del Ingenuo Millonario

Gavin

5.0
calificaciones
13
Vistas
11
Capítulo

Sentí el frío metal en mi espalda, un dolor agudo que me robó el aliento. Caí sobre el pavimento mojado de un callejón oscuro, la lluvia lavaba la sangre de mi abdomen. Vi la silueta de Sebastián, el chico que consideré mi hermano, sosteniendo el cuchillo que goteaba con mi vida. "¿Por qué?", susurré, la voz rota. Sebastián se rio, una risa cruel: "Porque eres un millonario ingenuo, Joaquín. Me diste todo, pero quería ser tú, no tu sombra." Se agachó, sus ojos brillaban con odio. "Ahora, todo lo tuyo será mío. Tus padres me verán como el hijo que perdieron. Nadie te recordará." El veneno de sus palabras se filtró en mis últimos momentos, más doloroso que las puñaladas físicas. El mundo se oscureció, y su risa victoriosa resonó mientras me hundía en la negrura infinita. Creí que era el final, que mi alma flotaría en la nada, llevada por el eco de esa traición inolvidable. De repente, una luz cegadora me golpeó. Parpadeé. El dolor se había ido. Estaba de pie, mi cuerpo intacto, en el auditorio de mi universidad, un lugar que sentía extrañamente familiar. En el escenario, bajo un cartel de "Donación para el Futuro", vi a la directora sonriendo, y a su lado, con un traje impecable y una sonrisa de santo, estaba Sebastián. El mismo Sebastián que me había asesinado. "Damos la bienvenida al joven Sebastián Rodríguez", decía la directora, "nuestro más generoso benefactor." Los aplausos resonaron. Lo miraban con admiración, como a un héroe. Vi a Elena, la chica más popular, sus ojos brillaban de adoración por Sebastián, la misma Elena que me humilló llamándome ladrón. Sebastián tomó el micrófono, su voz llena de falsa humildad. "Gracias, directora, solo quiero devolver un poco de lo mucho que la vida me ha dado." Una oleada de ira fría y pura me dejó sin aliento. No era un sueño, no era el más allá. Había renacido. Había vuelto al momento exacto en que la farsa de Sebastián alcanzaba su punto más alto, el momento antes de que firmara el acuerdo de donación. ¡Con mi dinero! La ingenuidad había muerto en ese callejón oscuro. Lo que quedaba era un hombre con un propósito. Mientras Sebastián disfrutaba los aplausos, saqué mi celular. Mis manos no temblaban. Marqué el número del banco privado de mi familia. "Buenos días, necesito un favor urgente," dije, mi voz con un filo de acero. "Quiero cancelar inmediatamente la tarjeta adicional con terminación 4822, a nombre de Sebastián Rodríguez." "¿Puedo preguntar el motivo?" "Actividad fraudulenta. Cancélala ahora." "Entendido, señor. Bloqueada y cancelada permanentemente." Colgué justo cuando Sebastián se sentaba en la mesa de firmas, pluma en mano. Una sonrisa fría se dibujó en mis labios. El juego acababa de empezar, y esta vez, yo conocía todas las reglas.

Introducción

Sentí el frío metal en mi espalda, un dolor agudo que me robó el aliento.

Caí sobre el pavimento mojado de un callejón oscuro, la lluvia lavaba la sangre de mi abdomen.

Vi la silueta de Sebastián, el chico que consideré mi hermano, sosteniendo el cuchillo que goteaba con mi vida.

"¿Por qué?", susurré, la voz rota.

Sebastián se rio, una risa cruel: "Porque eres un millonario ingenuo, Joaquín. Me diste todo, pero quería ser tú, no tu sombra."

Se agachó, sus ojos brillaban con odio. "Ahora, todo lo tuyo será mío. Tus padres me verán como el hijo que perdieron. Nadie te recordará."

El veneno de sus palabras se filtró en mis últimos momentos, más doloroso que las puñaladas físicas.

El mundo se oscureció, y su risa victoriosa resonó mientras me hundía en la negrura infinita.

Creí que era el final, que mi alma flotaría en la nada, llevada por el eco de esa traición inolvidable.

De repente, una luz cegadora me golpeó.

Parpadeé. El dolor se había ido.

Estaba de pie, mi cuerpo intacto, en el auditorio de mi universidad, un lugar que sentía extrañamente familiar.

En el escenario, bajo un cartel de "Donación para el Futuro", vi a la directora sonriendo, y a su lado, con un traje impecable y una sonrisa de santo, estaba Sebastián.

El mismo Sebastián que me había asesinado.

"Damos la bienvenida al joven Sebastián Rodríguez", decía la directora, "nuestro más generoso benefactor."

Los aplausos resonaron. Lo miraban con admiración, como a un héroe.

Vi a Elena, la chica más popular, sus ojos brillaban de adoración por Sebastián, la misma Elena que me humilló llamándome ladrón.

Sebastián tomó el micrófono, su voz llena de falsa humildad. "Gracias, directora, solo quiero devolver un poco de lo mucho que la vida me ha dado."

Una oleada de ira fría y pura me dejó sin aliento. No era un sueño, no era el más allá. Había renacido.

Había vuelto al momento exacto en que la farsa de Sebastián alcanzaba su punto más alto, el momento antes de que firmara el acuerdo de donación. ¡Con mi dinero!

La ingenuidad había muerto en ese callejón oscuro. Lo que quedaba era un hombre con un propósito.

Mientras Sebastián disfrutaba los aplausos, saqué mi celular. Mis manos no temblaban.

Marqué el número del banco privado de mi familia.

"Buenos días, necesito un favor urgente," dije, mi voz con un filo de acero. "Quiero cancelar inmediatamente la tarjeta adicional con terminación 4822, a nombre de Sebastián Rodríguez."

"¿Puedo preguntar el motivo?"

"Actividad fraudulenta. Cancélala ahora."

"Entendido, señor. Bloqueada y cancelada permanentemente."

Colgué justo cuando Sebastián se sentaba en la mesa de firmas, pluma en mano.

Una sonrisa fría se dibujó en mis labios. El juego acababa de empezar, y esta vez, yo conocía todas las reglas.

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
Adiós, Ricardo: Mi Nuevo Final

Adiós, Ricardo: Mi Nuevo Final

Cuentos

5.0

El zumbido del aire acondicionado en el aeropuerto apenas disimulaba el silencio entre Ricardo y yo; nuestro viaje a Oaxaca, planeado por meses como una pre-luna de miel, de repente se sintió como un último aliento. Justo cuando Ricardo me preguntaba si estaba emocionada, con esa sonrisa perfecta suya, vi a Elena. Venía hacia nosotros con su hija Isabella, esa influencer de viajes, la ex de Ricardo, la madre de su única conexión con un pasado que yo intentaba ignorar. La voz de Elena, demasiado alta, anunció que ellas también iban a Oaxaca, y la sonrisa de Ricardo se congeló, aunque rápidamente la transformó en una máscara de sorpresa forzada. Luego, la pequeña Isabella, con los ojos de su madre, se escondió detrás de Elena, mirándome con una evaluación inquietante, no la inocencia de una niña. Elena, con una falsa dulzura, comentó sobre mi atuendo: "Qué bonito tu conjunto. ¿Lo diseñaste tú?". Sabía que lo decía para recalcar que mi profesión era un "pasatiempo caro", algo que mi familia, y a veces Ricardo, creían. Y entonces, sin que yo pudiera procesar la humillación, Elena pidió sentarse con nosotros en el avión, alegando que Isabella "se sentía mal". Ricardo, en lugar de poner límites, solo miró a la niña que convenientemente empezó a toser de forma exagerada, y cedió. Nuestro espacio para dos se hizo añicos, y me encontré sentada al otro lado, una extraña en lo que debería haber sido nuestro viaje de prometidos, mientras Ricardo les ponía caricaturas a Isabella y Elena le acariciaba el brazo. Cuando en el avión me pidieron cambiar mi asiento de primera clase por uno en turista para que Elena y su hija pudieran estar junto a Ricardo, vi la súplica en sus ojos: "No armes un escándalo, Sofía". No dije nada, solo tomé mi bolso y me fui a la fila de atrás, sentándome junto a un extraño, mientras los veía desde la distancia. Vi cómo la mano de Elena descansaba sobre la de Ricardo, cómo él le abrochaba el cinturón a Isabella, cómo reían y murmuraban, creando una burbuja a la que yo no pertenecía. El avión despegó y Ricardo, reclinado con Elena en su hombro, ni siquiera me buscó con la mirada. En ese momento, supe que no era solo el viaje lo que no había terminado antes de empezar, sino mi relación. La humillación continuó en Oaxaca, donde Elena monopolizó a Ricardo, quien ignoró mis diseños para escucharla. Al día siguiente, me desperté sola con una nota de Ricardo: "Fui con Elena a llevar a Isa a un tour... Te amo". "Te amo", la palabra se sentía tan vacía. Entonces lo vi en Instagram: Elena había subido una foto de Ricardo con el pie de foto: "Mío". Y el comentario de mi propio hermano, Diego: "¡Cuñado! ¡Se te ve increíble! Disfruten. Elena, cuídalo bien". Mi propio hermano estaba del lado de ella. El último clavo fue el comentario de Elena, respondiéndole a alguien: "Ricardo dice que Sofía es un poco aburrida para estos viajes, que no le gusta la aventura, jeje". Sentí el aire faltarme, la humillación pública era total. No era solo Ricardo, era mi familia, era el mundo que me había traicionado. Con las manos temblorosas, abrí mi celular y busqué el nombre de Ricardo. Presioné "Bloquear contacto". Y luego, con una sonrisa amarga, cancelé su boleto de avión de primera clase, el que yo le había regalado por su cumpleaños, dejándolo varado. Mi guerra había terminado.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro