El aire en el salón erapeso, cargado con el aroma de mi inminente felicidad. Era mi fiesta de compromiso, el día que Ricardo y yo, amigos desde la infancia, habíamos soñado durante veintidós años. Pero su brindis, ante toda la élite de la ciudad, desató una pesadilla. "Por Sofía", dijo, "mi prometida. Siempre a la sombra, siempre dispuesta, siempre... conveniente". Luego, sus ojos se fijaron en mi hermana adoptiva, Isabella, su verdadera "luz de luna", la inalcanzable. Caí, humillada y con la muñeca fracturada, mientras Ricardo apartaba su atención de mí para consolar a Isabella, la que siempre había sido su obsesión. Las voces de ellos, Ricardo e Isabella, me persiguieron hasta nuestra suite, confesando su romance oculto por años. "Ella creyó que podría tomar tu lugar", escuché a Ricardo decir, "nadie puede". Mi corazón se hizo pedazos al ver cómo le ponía a Isabella un anillo más grande y hermoso, el verdadero "anillo de luna", enterándome además que el mío era de segunda mano. Mi amor, mi confianza, mis esperanzas, todo se convirtió en cenizas. El dolor y la traición me desgarraron, pero un fuego nuevo empezó a arder dentro de mí: rabia. "No habrá boda", le informé a mi jefa, justo antes de bloquear a Ricardo, a Isabella y a mis padres. Dejé atrás la mentira, y volé hacia un nuevo comienzo en París, con la promesa de no mirar atrás.
El aire en el salón erapeso, cargado con el aroma de mi inminente felicidad.
Era mi fiesta de compromiso, el día que Ricardo y yo, amigos desde la infancia, habíamos soñado durante veintidós años.
Pero su brindis, ante toda la élite de la ciudad, desató una pesadilla.
"Por Sofía", dijo, "mi prometida. Siempre a la sombra, siempre dispuesta, siempre... conveniente".
Luego, sus ojos se fijaron en mi hermana adoptiva, Isabella, su verdadera "luz de luna", la inalcanzable.
Caí, humillada y con la muñeca fracturada, mientras Ricardo apartaba su atención de mí para consolar a Isabella, la que siempre había sido su obsesión.
Las voces de ellos, Ricardo e Isabella, me persiguieron hasta nuestra suite, confesando su romance oculto por años.
"Ella creyó que podría tomar tu lugar", escuché a Ricardo decir, "nadie puede".
Mi corazón se hizo pedazos al ver cómo le ponía a Isabella un anillo más grande y hermoso, el verdadero "anillo de luna", enterándome además que el mío era de segunda mano.
Mi amor, mi confianza, mis esperanzas, todo se convirtió en cenizas.
El dolor y la traición me desgarraron, pero un fuego nuevo empezó a arder dentro de mí: rabia.
"No habrá boda", le informé a mi jefa, justo antes de bloquear a Ricardo, a Isabella y a mis padres.
Dejé atrás la mentira, y volé hacia un nuevo comienzo en París, con la promesa de no mirar atrás.
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