La última imagen que vi fue la lluvia helada golpeando el parabrisas roto de mi auto. Sofía Romero, la hija de la cocinera que creció como mi sombra, sostenía la mano de mi esposo, Linus, acunando a mi bebé. Recordé con espanto cómo, con tres gallinas mágicas, me había arrebatado a mi hijo, robado mi identidad como heredera e incriminado por locura, quedándose con el hombre que amaba. Me arrojaron a la calle, sin nada, y ahora la muerte me reclamaba. La rabia me quemaba más que mis heridas. Si tan solo tuviera otra oportunidad... Abrí los ojos al sol de mi mansión, con la molesta sensación del posparto. Mi bebé. Había vuelto. Justo antes de que Sofía iniciara su plan macabro. Ella entró, ofreciéndome un "caldo especial" y una "bebida de hierbas" con su sonrisa viperina. Sabía que esos brebajes, en mi vida anterior, habían facilitado el intercambio, debilitando mi alma para que no pudiera proteger a mi hijo. Pero esta vez, Sofía, la que va a beber el caldo amargo de la traición, serás tú. Rechacé sus ofertas, pero no sin antes convencerla de beber de su propia medicina, bajo el pretexto de que su propio hijo, nacido con una malformación, lo necesitaba más que el mío. Dos días después, su bebé, el suyo, no el mío, se cubrió de plumas y graznaba como un pollo. La magia, reflejo de su podrida intención, se había vuelto contra ella. El amuleto de jade "protector" que intentó darme, el mismo que usó para maldecir a su hijo, lo rompí en pedazos. En el bautizo de mi Ricardito, Linus, mis padres y la alta sociedad fueron testigos de su humillación. Ella se arrojó a los pies de mi prometido Linus, acusándome, gritando su envidia, que ella debía ser Isabel Vargas. Don Ricardo, mi padre, hizo que se la llevaran a rastras. Sofía, en su locura y desesperación, acudió a la curandera para intercambiar identidades, deseando mi vida. Y lo logró. De repente, sentí un mareo intenso. Desperté en el cuerpo de Sofía Romero, en la miseria, mientras ella disfrutaba de mi cuerpo y mi fortuna. Pero yo sabía lo que ella no. La jaula de oro de los De la Torre, la familia de Linus, la ahogaría. En la fiesta de compromiso, hice que su propia y vulgar familia apareciera para exponerla. La mentira se desmoronó, la arruinaron. Sofía terminó en un psiquiátrico, sus sueños de grandeza hechos añicos. La visité. Su hijo, el "pollo" , murió. El hechizo se revirtió. Mi venganza estaba completa. No hay gallinas mágicas que te salven en este mundo. Solo depredadores y presas.
La última imagen que vi fue la lluvia helada golpeando el parabrisas roto de mi auto.
Sofía Romero, la hija de la cocinera que creció como mi sombra, sostenía la mano de mi esposo, Linus, acunando a mi bebé.
Recordé con espanto cómo, con tres gallinas mágicas, me había arrebatado a mi hijo, robado mi identidad como heredera e incriminado por locura, quedándose con el hombre que amaba.
Me arrojaron a la calle, sin nada, y ahora la muerte me reclamaba.
La rabia me quemaba más que mis heridas. Si tan solo tuviera otra oportunidad...
Abrí los ojos al sol de mi mansión, con la molesta sensación del posparto. Mi bebé. Había vuelto.
Justo antes de que Sofía iniciara su plan macabro.
Ella entró, ofreciéndome un "caldo especial" y una "bebida de hierbas" con su sonrisa viperina.
Sabía que esos brebajes, en mi vida anterior, habían facilitado el intercambio, debilitando mi alma para que no pudiera proteger a mi hijo.
Pero esta vez, Sofía, la que va a beber el caldo amargo de la traición, serás tú.
Rechacé sus ofertas, pero no sin antes convencerla de beber de su propia medicina, bajo el pretexto de que su propio hijo, nacido con una malformación, lo necesitaba más que el mío.
Dos días después, su bebé, el suyo, no el mío, se cubrió de plumas y graznaba como un pollo.
La magia, reflejo de su podrida intención, se había vuelto contra ella.
El amuleto de jade "protector" que intentó darme, el mismo que usó para maldecir a su hijo, lo rompí en pedazos.
En el bautizo de mi Ricardito, Linus, mis padres y la alta sociedad fueron testigos de su humillación.
Ella se arrojó a los pies de mi prometido Linus, acusándome, gritando su envidia, que ella debía ser Isabel Vargas.
Don Ricardo, mi padre, hizo que se la llevaran a rastras.
Sofía, en su locura y desesperación, acudió a la curandera para intercambiar identidades, deseando mi vida.
Y lo logró.
De repente, sentí un mareo intenso. Desperté en el cuerpo de Sofía Romero, en la miseria, mientras ella disfrutaba de mi cuerpo y mi fortuna.
Pero yo sabía lo que ella no. La jaula de oro de los De la Torre, la familia de Linus, la ahogaría.
En la fiesta de compromiso, hice que su propia y vulgar familia apareciera para exponerla.
La mentira se desmoronó, la arruinaron.
Sofía terminó en un psiquiátrico, sus sueños de grandeza hechos añicos.
La visité. Su hijo, el "pollo" , murió. El hechizo se revirtió.
Mi venganza estaba completa.
No hay gallinas mágicas que te salven en este mundo.
Solo depredadores y presas.
Otros libros de Gavin
Ver más