De Joven Pobre A Esposo Adecuado

De Joven Pobre A Esposo Adecuado

Gavin

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Capítulo

La vida me dio una bofetada sin mano, dejándome de la realeza a vendedora de bolsos de lujo, los mismos que antes compraba sin pestañear. Justo cuando pensaba que nada más podía sorprenderme, él, Mateo, el chico becado que solía seguirme con la mirada, cruzó la puerta de la tienda, transformado en un hombre imponente y millonario. Mi corazón traicionero empezó a latir desbocado, mientras sus ojos oscuros me analizaban con una sonrisa casi imperceptible. Aunque ahora era un poderoso magnate, para mí, seguía siendo el Mateo que, en la prepa, aceptaba mis almuerzos bajo el pretexto de ser "mi tutor" en un trato secreto inquebrantable. Pero nuestro secreto no duró: la envidia de la profesora de física y la crueldad de Raúl lo expusieron. Raúl, ciego de celos, lo golpeó brutalmente, y por protegerme, Mateo lo soportó todo en silencio para no perder su beca. "Si me expulsan, no puedo ir a la universidad. Y si no voy a la universidad... nunca podré darte nada", me dijo, mientras lo llevaba a rastras a la clínica de mi familia. Me destrozó ver cómo ese noble chico, que juraba protegerme, recibía golpes por mí, una "princesa" acostumbrada a que el mundo girara a su alrededor. Y yo, cegada por la ira y el dolor, usé la influencia de mi padre para destruir a Raúl, sin medir las consecuencias. Esa fue la última vez que le vi. Me fui a la universidad, esperando que me buscara, pero nunca lo hizo. Hasta que la vida nos golpeó, mi familia lo perdió todo, y yo me vi obligada a trabajar en una cafetería para sobrevivir. Un día, mi celular sonó y era su voz, profunda y madura, "Me enteré de lo que pasó. Lo siento tanto" , me dijo. De la nada, hizo una transferencia millonaria para ayudarme y, como en el pasado, no aceptó un "no" por respuesta. "Una vez me dijiste que era un trato. Tú me ayudabas con las tutorías, yo te pagaba con comida. Bueno, ahora el trato se invierte". Y así, de nuevo, nos conectamos en un torbellino de emociones y recuerdos. Hasta que una tarde, la campana de mi cafetería sonó y él apareció, de pie, más alto y delgado que nunca, con esa sonrisa tímida. "Vine solo para verte. Y para asegurarme de que estabas bien", susurró, mientras me abrazaba. "Voy a trabajar muy duro, Sofía. Voy a conseguir un buen trabajo, y voy a sacarte de aquí. Te lo prometo. Te daré una vida mejor." En ese momento, apareció Raúl, para burlarse de nuestro reencuentro, pero Mateo, con una calma aterradora, le soltó una verdad demoledora, "Con mi cerebro y determinación, construiré un futuro que con tu dinero heredado, jamás podrías imaginar" . Mateo se marchó, dejándome con la sensación de que, a pesar de todo, siempre lo elegiría a él. Años después, en esa misma tienda de lujo en la que trabajo, el destino irrumpió con Mateo. Me entregó bolsas y bolsas de bolsos de diseñador, y dijo, "Te espero afuera... súbete, tenemos mucho de qué hablar". En el coche, me reveló que su padre biológico, un magnate tecnológico, lo había encontrado y él, siendo su único heredero, había comprado la deuda de mi padre. Él había cumplido su promesa de darme una vida mejor, pero a pesar de la cercanía, mantenía una extraña distancia emocional, como si yo fuera solo un "proyecto de caridad". Frustrada y con el corazón en la mano, decidí salir con otro hombre, Carlos, para intentar borrarlo de mi cabeza. Pero Mateo no lo permitió, saboteando cada cita, demostrando ser un genio controlador con un lado posesivo aterrador. Hasta que, agotada, lo enfrenté: "Mateo, tú y yo solo somos amigos. Necesito que respetes eso". Él apareció en la puerta de mi casa, pálido y con los ojos rojos, y con la voz llena de un doloroso arrepentimiento, me confesó una verdad aplastante. "Te he amado desde el primer día que me hablaste en el salón de clases, Sofía. Te he estado perdiendo por mi estúpido miedo. No puedo... no puedo verte con otro". Me arrodillé con él, y entre lágrimas, le susurré, "Llegas diez años tarde... me has hecho sufrir como nadie, y te amo como a nadie" . Nos besamos, y me volví a sentir en casa. Nos convertimos en una pareja poderosa, y en nuestro primer aniversario, me pidió que me casara con él. Luego, en nuestra boda, Raúl apareció, y al intentar humillar a Mateo, lo derroté con una confesión que lo dejó pálido. El padre de Mateo reveló que él era el presidente y único heredero del imperio tecnológico en el que nos movíamos, dejando a Raúl humillado. De vuelta en su antigua casa, le dije: "No cambiaste tu destino, solo estuve aquí para verlo florecer". Y sellamos nuestro amor con un beso, sabiendo que nuestro "para siempre" era real y absoluto.

Introducción

La vida me dio una bofetada sin mano, dejándome de la realeza a vendedora de bolsos de lujo, los mismos que antes compraba sin pestañear.

Justo cuando pensaba que nada más podía sorprenderme, él, Mateo, el chico becado que solía seguirme con la mirada, cruzó la puerta de la tienda, transformado en un hombre imponente y millonario.

Mi corazón traicionero empezó a latir desbocado, mientras sus ojos oscuros me analizaban con una sonrisa casi imperceptible.

Aunque ahora era un poderoso magnate, para mí, seguía siendo el Mateo que, en la prepa, aceptaba mis almuerzos bajo el pretexto de ser "mi tutor" en un trato secreto inquebrantable.

Pero nuestro secreto no duró: la envidia de la profesora de física y la crueldad de Raúl lo expusieron.

Raúl, ciego de celos, lo golpeó brutalmente, y por protegerme, Mateo lo soportó todo en silencio para no perder su beca.

"Si me expulsan, no puedo ir a la universidad. Y si no voy a la universidad... nunca podré darte nada", me dijo, mientras lo llevaba a rastras a la clínica de mi familia.

Me destrozó ver cómo ese noble chico, que juraba protegerme, recibía golpes por mí, una "princesa" acostumbrada a que el mundo girara a su alrededor.

Y yo, cegada por la ira y el dolor, usé la influencia de mi padre para destruir a Raúl, sin medir las consecuencias.

Esa fue la última vez que le vi.

Me fui a la universidad, esperando que me buscara, pero nunca lo hizo.

Hasta que la vida nos golpeó, mi familia lo perdió todo, y yo me vi obligada a trabajar en una cafetería para sobrevivir.

Un día, mi celular sonó y era su voz, profunda y madura, "Me enteré de lo que pasó. Lo siento tanto" , me dijo.

De la nada, hizo una transferencia millonaria para ayudarme y, como en el pasado, no aceptó un "no" por respuesta.

"Una vez me dijiste que era un trato. Tú me ayudabas con las tutorías, yo te pagaba con comida. Bueno, ahora el trato se invierte".

Y así, de nuevo, nos conectamos en un torbellino de emociones y recuerdos.

Hasta que una tarde, la campana de mi cafetería sonó y él apareció, de pie, más alto y delgado que nunca, con esa sonrisa tímida.

"Vine solo para verte. Y para asegurarme de que estabas bien", susurró, mientras me abrazaba.

"Voy a trabajar muy duro, Sofía. Voy a conseguir un buen trabajo, y voy a sacarte de aquí. Te lo prometo. Te daré una vida mejor."

En ese momento, apareció Raúl, para burlarse de nuestro reencuentro, pero Mateo, con una calma aterradora, le soltó una verdad demoledora, "Con mi cerebro y determinación, construiré un futuro que con tu dinero heredado, jamás podrías imaginar" .

Mateo se marchó, dejándome con la sensación de que, a pesar de todo, siempre lo elegiría a él.

Años después, en esa misma tienda de lujo en la que trabajo, el destino irrumpió con Mateo.

Me entregó bolsas y bolsas de bolsos de diseñador, y dijo, "Te espero afuera... súbete, tenemos mucho de qué hablar".

En el coche, me reveló que su padre biológico, un magnate tecnológico, lo había encontrado y él, siendo su único heredero, había comprado la deuda de mi padre.

Él había cumplido su promesa de darme una vida mejor, pero a pesar de la cercanía, mantenía una extraña distancia emocional, como si yo fuera solo un "proyecto de caridad".

Frustrada y con el corazón en la mano, decidí salir con otro hombre, Carlos, para intentar borrarlo de mi cabeza.

Pero Mateo no lo permitió, saboteando cada cita, demostrando ser un genio controlador con un lado posesivo aterrador.

Hasta que, agotada, lo enfrenté: "Mateo, tú y yo solo somos amigos. Necesito que respetes eso".

Él apareció en la puerta de mi casa, pálido y con los ojos rojos, y con la voz llena de un doloroso arrepentimiento, me confesó una verdad aplastante.

"Te he amado desde el primer día que me hablaste en el salón de clases, Sofía. Te he estado perdiendo por mi estúpido miedo. No puedo... no puedo verte con otro".

Me arrodillé con él, y entre lágrimas, le susurré, "Llegas diez años tarde... me has hecho sufrir como nadie, y te amo como a nadie" .

Nos besamos, y me volví a sentir en casa.

Nos convertimos en una pareja poderosa, y en nuestro primer aniversario, me pidió que me casara con él.

Luego, en nuestra boda, Raúl apareció, y al intentar humillar a Mateo, lo derroté con una confesión que lo dejó pálido.

El padre de Mateo reveló que él era el presidente y único heredero del imperio tecnológico en el que nos movíamos, dejando a Raúl humillado.

De vuelta en su antigua casa, le dije: "No cambiaste tu destino, solo estuve aquí para verlo florecer".

Y sellamos nuestro amor con un beso, sabiendo que nuestro "para siempre" era real y absoluto.

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