Creía que eras gigoló

Creía que eras gigoló

Gavin

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Capítulo

La voz de Marco, mi prometido de siete años, era tranquila, casi serena, mientras me soltaba la bomba: su jefa, Isabella, ¡estaba esperando un hijo suyo! Pero el verdadero golpe llegó cuando, con la lógica más retorcida que jamás había escuchado, me dijo que me despidió de mi trabajo "por mi bien" y que "cuando la tipa se aburra de él", podríamos casarnos. El mundo se me vino encima cuando Isabella apareció de la nada en nuestro pequeño apartamento, riéndose y llamándome "empleaducha de cuarta", exigiéndole a Marco que me echara de inmediato como si mi hogar fuera suyo. La humillación no terminó ahí; Marco, el hombre al que amé, me empujó violentamente, haciéndome caer y golpearme la cabeza, mientras Isabella vomitaba a mi lado y me acusaba de querer dañar a su bebé. Con el corazón roto y el alma pisoteada, huí a Cancún, nuestro paraíso soñado, solo para encontrarlos a ellos, Marco e Isabella, disfrutando de "su" escapada romántica, y para que Marco me amenazara y me arrastrara por la arena. Cansada de ser la víctima, me emborraché en el bar, y en un acto de desesperación, le ofrecí dinero a un extraño para que fingiera ser mi pareja y Marco lo viera. "¿Cuánto cobras por una noche?", le susurré, sin saber que el destino, en su cruel ironía, me había puesto frente a Matías, mi amigo de la infancia y heredero del conglomerado que acaba de adquirir la empresa de Isabella. Ahora, de vuelta en esa sala de juntas donde fui humillada, con Isabella acusándome de seducir a Marco y Marco suplicándome que me disculpara, respiré hondo. No más. Mi silencio y sumisión habían terminado. Era hora de que supieran quién soy realmente, y quién era yo todo este tiempo.

Introducción

La voz de Marco, mi prometido de siete años, era tranquila, casi serena, mientras me soltaba la bomba: su jefa, Isabella, ¡estaba esperando un hijo suyo!

Pero el verdadero golpe llegó cuando, con la lógica más retorcida que jamás había escuchado, me dijo que me despidió de mi trabajo "por mi bien" y que "cuando la tipa se aburra de él", podríamos casarnos.

El mundo se me vino encima cuando Isabella apareció de la nada en nuestro pequeño apartamento, riéndose y llamándome "empleaducha de cuarta", exigiéndole a Marco que me echara de inmediato como si mi hogar fuera suyo.

La humillación no terminó ahí; Marco, el hombre al que amé, me empujó violentamente, haciéndome caer y golpearme la cabeza, mientras Isabella vomitaba a mi lado y me acusaba de querer dañar a su bebé.

Con el corazón roto y el alma pisoteada, huí a Cancún, nuestro paraíso soñado, solo para encontrarlos a ellos, Marco e Isabella, disfrutando de "su" escapada romántica, y para que Marco me amenazara y me arrastrara por la arena.

Cansada de ser la víctima, me emborraché en el bar, y en un acto de desesperación, le ofrecí dinero a un extraño para que fingiera ser mi pareja y Marco lo viera.

"¿Cuánto cobras por una noche?", le susurré, sin saber que el destino, en su cruel ironía, me había puesto frente a Matías, mi amigo de la infancia y heredero del conglomerado que acaba de adquirir la empresa de Isabella.

Ahora, de vuelta en esa sala de juntas donde fui humillada, con Isabella acusándome de seducir a Marco y Marco suplicándome que me disculpara, respiré hondo.

No más. Mi silencio y sumisión habían terminado. Era hora de que supieran quién soy realmente, y quién era yo todo este tiempo.

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El aire denso y sofocante de la habitación de hotel barata me asfixiaba. Frente al espejo manchado, la joven de ojos vacíos que me devolvía la mirada era casi una extraña. Pero el montón de billetes en la mesita de noche era real, sucio, tangible. Cien mil pesos. El precio, me convencía, de la vida de Alejandro. Por él, todo valía la pena; incluso la pureza que había sacrificado. Con el corazón latiéndome entre la esperanza y el pánico, corrí al hospital, el olor familiar a antiséptico prometiendo un nuevo comienzo. Pero al doblar la esquina, risas. No, no risas de alivio, sino carcajadas burlonas; la voz de Valeria, mi detestable rival, seguida por la de Alejandro. "¿En serio te creíste que esa tonta iba a conseguir la lana?" , dijo Valeria. "Claro que sí, mi amor. Sofía es tan ingenua... Le monté el numerito del enfermo terminal y se lo tragó enterito. Ya debe estar vendiendo hasta el alma para juntar el dinero" , respondió Alejandro. El suelo bajo mis pies se derrumbó. Su enfermedad, nuestro amor, todo era una farsa cruel. Una elaborada venganza por una beca que yo gané con mi esfuerzo. "Cuando traiga el dinero, la grabaré... Será la humillación de su vida" , susurró Alejandro, su voz conspiradora. Ahogué un sollozo, el dolor físico y emocional era insoportable. Me habían golpeado, manipulado, usado para el entretenimiento de una audiencia cruel. ¿Por qué? ¿Por qué esta maldad? En medio de mi desesperación, el teléfono sonó. Una llamada de Londres. La inoportuna noticia de un abuelo al que creía muerto para mí. Pero en ese instante de quiebre, una idea. Una única y afilada oportunidad para escapar. Decidí que no me destruirían. Esta vez, se acabó la Sofía ingenua. Ahora solo quedaba una Sofía decidida a contraatacar. Y ellos, mis torturadores, pagarían.

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