El aire del panteón se impregnaba del dulce aroma del cempasúchil y copal, un Día de Muertos más, y como los últimos siete años de casado, Ricardo estaba solo junto a la tumba de su abuela. Mientras limpiaba la lápida, su celular vibró: una etiqueta de Instagram de Pedro "El Chivo" Ortiz, el "ayudante" de su esposa. La imagen lo golpeó: Laura, su esposa, arrodillada en otro panteón, sonriendo junto a Pedro, la mano de él casualmente sobre su hombro, y un pie de foto que decía: "Mis papás están encantados con mi 'esposa', hasta le echaron más incienso". El mundo se le vino encima. Siete años de excusas, de noches solitarias, de ser el segundo plato. Todo cobró un sentido brutal en ese instante. Con el pulgar apenas tembloroso, le dio "me gusta" a la foto, y luego, escribió un comentario: "Respeto y bendiciones." Al regresar a su puesto en el mercado, el chisme ya ardía, y la llamada de Laura no tardó: "Ricardo, ¿se puede saber qué demonios te pasa? No tenías por qué armar un escándalo en redes sociales." Pero esta vez, la voz de Ricardo sonó firme como nunca: "No voy a borrar nada." Colgó sin esperar respuesta, encendió su teléfono después de un mensaje burlón de Pedro, y al día siguiente, inició los trámites de divorcio, harto de su hipocresía y la lealtad que solo ella exigía.
El aire del panteón se impregnaba del dulce aroma del cempasúchil y copal, un Día de Muertos más, y como los últimos siete años de casado, Ricardo estaba solo junto a la tumba de su abuela.
Mientras limpiaba la lápida, su celular vibró: una etiqueta de Instagram de Pedro "El Chivo" Ortiz, el "ayudante" de su esposa.
La imagen lo golpeó: Laura, su esposa, arrodillada en otro panteón, sonriendo junto a Pedro, la mano de él casualmente sobre su hombro, y un pie de foto que decía: "Mis papás están encantados con mi 'esposa', hasta le echaron más incienso".
El mundo se le vino encima. Siete años de excusas, de noches solitarias, de ser el segundo plato. Todo cobró un sentido brutal en ese instante.
Con el pulgar apenas tembloroso, le dio "me gusta" a la foto, y luego, escribió un comentario: "Respeto y bendiciones."
Al regresar a su puesto en el mercado, el chisme ya ardía, y la llamada de Laura no tardó: "Ricardo, ¿se puede saber qué demonios te pasa? No tenías por qué armar un escándalo en redes sociales."
Pero esta vez, la voz de Ricardo sonó firme como nunca: "No voy a borrar nada."
Colgó sin esperar respuesta, encendió su teléfono después de un mensaje burlón de Pedro, y al día siguiente, inició los trámites de divorcio, harto de su hipocresía y la lealtad que solo ella exigía.
Otros libros de Gavin
Ver más