Sí, Acepto Al Matrimonio Contratado

Sí, Acepto Al Matrimonio Contratado

Gavin

5.0
calificaciones
8
Vistas
7
Capítulo

El sudor frío se pegaba a mi espalda mientras Víctor, mi novio de casi tres años, se apartaba de mí después de otro intento fallido de intimidad. Esa misma noche, lo encontré absorto en su tablet, susurrando el nombre de "Isabela", su ex, mientras su mano se movía bajo una manta con una intensidad que nunca me había dedicado a mí. Entonces, el teléfono sonó y escuché a Víctor confesar a su amigo: "Lina es increíble, pero para mí, siempre ha sido un consuelo. Si me dejara, sería una liberación". Mi corazón se hizo añicos al darme cuenta de que mi amor había sido solo un sacrificio unilateral para un hombre que seguía obsesionado con otra. Con el alma rota, tomé una decisión: él quería ser libre, y yo le daría esa libertad, encontrando la mía en un matrimonio arreglado con el enigmático Máximo Sullivan. Pero el destino, o la miseria, me alcanzó antes de poder escapar. Horas después, al ver a Víctor pujar cien mil euros por una cena con Isabela y luego presenciar su furioso reencuentro en la suite de un hotel, corrí sin mirar. El chirrido de los neumáticos fue lo último que oí antes de la oscuridad total. Desperté en un hospital con la pierna rota y, al intentar llamarle, Isabela contestó su teléfono con una voz cargada de satisfacción: "Está ocupado. No puede atenderte ahora...". De fondo, escuché a Víctor decir, gélido: "Cuelga. Esta noche es mía". Fue la prueba definitiva de que él nunca me elegiría, incluso después de un accidente casi fatal. ¿Cómo pude ser tan ciega? ¿Por qué esta humillación pública, este dolor insoportable, tenía que ser mi destino? No más consuelo, no más sacrificios. Me casaría con Máximo Sullivan, el temido y desfigurado empresario, para escapar de esta pesadilla y forjar mi propio futuro.

Introducción

El sudor frío se pegaba a mi espalda mientras Víctor, mi novio de casi tres años, se apartaba de mí después de otro intento fallido de intimidad.

Esa misma noche, lo encontré absorto en su tablet, susurrando el nombre de "Isabela", su ex, mientras su mano se movía bajo una manta con una intensidad que nunca me había dedicado a mí.

Entonces, el teléfono sonó y escuché a Víctor confesar a su amigo: "Lina es increíble, pero para mí, siempre ha sido un consuelo. Si me dejara, sería una liberación".

Mi corazón se hizo añicos al darme cuenta de que mi amor había sido solo un sacrificio unilateral para un hombre que seguía obsesionado con otra.

Con el alma rota, tomé una decisión: él quería ser libre, y yo le daría esa libertad, encontrando la mía en un matrimonio arreglado con el enigmático Máximo Sullivan.

Pero el destino, o la miseria, me alcanzó antes de poder escapar.

Horas después, al ver a Víctor pujar cien mil euros por una cena con Isabela y luego presenciar su furioso reencuentro en la suite de un hotel, corrí sin mirar.

El chirrido de los neumáticos fue lo último que oí antes de la oscuridad total.

Desperté en un hospital con la pierna rota y, al intentar llamarle, Isabela contestó su teléfono con una voz cargada de satisfacción: "Está ocupado. No puede atenderte ahora...".

De fondo, escuché a Víctor decir, gélido: "Cuelga. Esta noche es mía".

Fue la prueba definitiva de que él nunca me elegiría, incluso después de un accidente casi fatal.

¿Cómo pude ser tan ciega? ¿Por qué esta humillación pública, este dolor insoportable, tenía que ser mi destino?

No más consuelo, no más sacrificios.

Me casaría con Máximo Sullivan, el temido y desfigurado empresario, para escapar de esta pesadilla y forjar mi propio futuro.

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
Engaño Mortal: La Venganza de Luna

Engaño Mortal: La Venganza de Luna

Cuentos

5.0

Me llamo Luna y, por años, la gente me miró con lástima, susurrando sobre la viuda del heredero del cártel, cuyo esposo había muerto en una redada sangrienta. Pero la cruel verdad era otra: el hombre que ahora todos llamaban el "nuevo líder", mi cuñado, era en realidad mi esposo, Ricardo. Él, el gemelo idéntico de mi fallecido esposo, me había engañado, usando su voz hipnótica para convencerme de que era por "un bien mayor", que volvería a mi lado después de estabilizar el cártel por nuestra "frágil" hermana, Estrella. Fui tan tonta que le creí, confiando en sus promesas vacías y en el amor que creía compartir con él. Mi confianza se hizo pedazos el día que me incriminó, acusándome de traición y entregándome a un cártel rival como un trozo de carne para consolidar su poder. Mientras sus hombres me arrastraban, vi a Ricardo abrazando a mi hermana Estrella, no con consuelo, sino con la pasión de un amante y una sonrisa satisfecha en su rostro. El dolor de la tortura fue insoportable, pero el veneno de su engaño fue aún peor, y al cerrar los ojos, solo recé por venganza. Y mis plegarias fueron escuchadas. Desperté en el día de la supuesta muerte de mi esposo, con Ricardo y Estrella nuevamente en una actuación de duelo y consuelo, para la cual yo no derramaría ni una lágrima. Ahora, con un corazón de hielo y la verdad en mis manos, mi silencio no sería mi debilidad, sino mi arma más letal. Esta vez, no sería la viuda afligida, sino el terremoto que sacudiría los cimientos de su imperio de mentiras. "Según las tradiciones de la familia, ahora que soy viuda, debo casarme de nuevo para mantener el honor y la línea de sangre." La guerra apenas comenzaba, y esta vez, Luna iba a ganarla.

El Paradero de Un Fantasma

El Paradero de Un Fantasma

Cuentos

5.0

La puerta de madera se abrió de golpe, y con ella, Ricardo irrumpió en lo que fue mi hogar, su traje impoluto chocando brutalmente con la miseria que dejó atrás. Vino buscándome a mí, Sofía, la que él creía "desaparecida", mientras mi madre ciega temblaba en su silla y mi hermano cojeaba, ambos víctimas invisibles de un pasado cruel. Él no sabía que yo estaba allí, flotando, un espíritu atrapado entre la vida y la muerte, condenada a ver cómo destruían lo poco que quedaba de mi familia, mientras él exigía mi paradero. ¿Cómo podría explicarles que, para ellos, yo estaba muerta, pero para mí, la pregunta era: ¿cómo podía seguir sintiendo tanta rabia y, sobre todo, tanto dolor? Fui yo quien donó un riñón por amor, creyendo en su promesa de futuro, solo para despertar abandonada en un centro de recuperación, mi cuerpo traicionado y mi alma rota por la verdad: fui un instrumento para la hermana que él adoraba. Mi sacrificio, el acto de amor más grande, se convirtió en mi sentencia de muerte, dejándome sola, consumida por la infección y el olvido, mientras ellos vivían su farsa. Ricardo, el hombre que juró amarme, había destrozado mi foto y pisoteado el pastel de cumpleaños que mi madre, en su ceguera, me preparaba cada año. Luego, con una crueldad inhumana, golpeó a mi madre y humilló a mi hermano, forzándolos a confesar mi "ubicación" mientras mi tumba, en la colina, esperaba ser profanada. Soy un fantasma, un alma errante, pero la visión de mi familia sufriendo a manos de Ricardo y su hermana Daniela, me ha despertado con un propósito feroz. No puedo descansar mientras la injusticia impere, y mi "muerte" se convierta en el inicio de su perdición. La verdad de mi partida es solo el comienzo.

Cuando el Sufrimiento Baila un Tango

Cuando el Sufrimiento Baila un Tango

Cuentos

5.0

Mi relación con Máximo era un ciclo vicioso de humillación y súplica. Él me amenazaba con la ruptura, disfrutando el poder de verme implorar que se quedara. Pero la centésima vez, después de humillarme públicamente en una milonga, algo cambió. No fue su crueldad lo que me liberó, sino el descubrimiento de una caja secreta. Dentro, no había vino, sino docenas de poemas escritos a mano por él. Describían su retorcida obsesión, su sádico placer al verme luchar por su amor, al verme sufrir. Comprendí que solo era un juguete en su perverso juego. Luego, una llamada. "¿Mi medallón? Se lo di a Isabella. Era insignificante, ya lo perdió". Verlo proteger a Isabella en el accidente, mientras yo caía herida, confirmó su indiferencia. Me forzó a beber el licor al que soy alérgica, observando mi sufrimiento con una sonrisa casi imperceptible. Acusaciones falsas de Isabella que él creyó, palizas de matones que él permitió. El robo descarado de mi coreografía, mi alma. ¿Por qué hizo esto? "Te advertí que no debías volver a ese ambiente", dijo con frialdad. Cualquier resto de amor murió. Sabía que no le quedaba tiempo. A punto de colapsar, Máximo me exigió un ultimátum final: donar sangre para salvar a Isabella o perderlo todo. Acepté, mis ojos fijos en mi verdadera meta: la libertad. El día que nuestra separación legal expiró, salí del registro civil con mi certificado de divorcio en mano, rumbo a París. La verdad es que no, Máximo. Ya no te quiero.

Papá de Espíritu Me Protege

Papá de Espíritu Me Protege

Cuentos

5.0

Juan, el charro más respetado de la hacienda, agonizaba en su cama. Su propia esposa, Doña Elena, veía con frialdad cómo le extraían la sangre, una sangre destinada a salvar a Don Ricardo, el capataz, por quien, decían, se estaba muriendo Juan. Pedrito, mi hijo de cinco años, entró corriendo, sus ojitos llenos de pánico al ver a papá tan pálido. "Mamá, por favor, ayuda a papá," suplicó, "se está muriendo." Pero ella, como una reina de hielo, me ignoró, sus ojos solo mostraban irritación fría. "Tu padre está haciendo lo que debe, está cumpliendo con su deber para con esta hacienda," me dijo, y luego me mandó callar y me abandonó, dejándome a merced del cruel Ricardo. Cuando volví al lado de mi padre, vi su respiración volverse más superficial, más débil. Corrí a buscar ayuda, pero en el patio, Don Ricardo me detuvo, más sano que nunca, y con una sonrisa burlona me dijo: "Ladra para mí, Pedrito, ladra como el perrito que eres." La humillación me ahogó, pero por mi padre, abrí la boca y un ladrido ahogado y patético salió de mi garganta. Los sirvientes murmuraron sobre mi madre, sobre cómo me odiaba ¡incluso parecía que yo no era su hijo! Mientras, Ricardo se reía a carcajadas, una risa que resonó en la peor noche de mi vida. Papá, ¿por qué mamá nos odiaba tanto? Ya no podía respirar, mi cuerpo se enfriaba, pero una última pizca de fuerza me ayudó a pedirle a Pedrito un último favor: "Necesito que me traigas un dulce de leche, mi niño. Y a partir de hoy, no solo serás Pedrito, serás 'El Justo' ." Y así, mientras mi hijo corría por el dulce de leche, yo el charro Juan, moría. Mi espíritu se elevó, y no sentí odio, solo una profunda y abrumadora tristeza, pues vi a mi alma y a mi pequeño Pedrito, solos en un mundo cruel, con una traición que nos había destrozado.

El Precio es La Vida de Mi Hijo

El Precio es La Vida de Mi Hijo

Cuentos

5.0

Mi perfume, un regalo caro de mi difunta abuela, se estrelló contra el suelo de mármol. El ruido fue ensordecedor para lo que parecía ser un simple accidente causado por Pedrito, mi hijo de cinco años, que jugaba con su avión de juguete. Pero Ricardo, mi esposo, apenas levantó la vista de su laptop, y Sofía, su amante sentada a su lado, lanzó una mirada cargada de malicia. "¡Mi perfume! ¡Ricardo, mira lo que hizo tu hijo!" chilló ella. Él arrastró a Pedrito al cobertizo del jardín, un lugar oscuro y polvoriento, prohibido para él. Pedrito era alérgico a las abejas, y Ricardo, para complacer a Sofía, había llenado el jardín de las flores favoritas de ella. Le rogué, le supliqué que no lo hiciera, pero él solo se rió. "Se quedará ahí hasta que aprenda a respetar." En mi desesperación, golpeé la puerta del cobertizo hasta que mis nudillos sangraron. Escuché su voz ahogada: "Mami… me picó una abeja…" Le grité a Ricardo que abriera, que Pedrito estaba teniendo una reacción. Pero él se encogió de hombros, "Está haciendo un berrinche." Sofía se burló, "Siempre tan dramática, Lunita." Cuando la policía y los paramédicos llegaron, solo pudieron confirmar mi peor pesadilla. Pedrito estaba muerto. Y mientras me arrancaban a mi hijo, el hombre que me juro amor eterno, el padre de mi Pedrito, publicó una foto de celebración con su amante. "Felicidades, asesino," le comenté. No me importaron sus amenazas, ni esa estúpida excusa de embarazo que siempre usaba Sofía. En ese momento, mi corazón dejó de latir por el dolor y empezó a latir por la venganza. Yo, Luna, ya no era la misma. Ahora era su peor pesadilla.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro