Una noche. Una mujer. Una complicación importante. Soy Raymond Spears . Multimillonario. Futuro CEO. No me dedico a las relaciones. Cierro tratos. Y entonces apareció ella. Una noche abrasadora. Sin nombres. Sin compromisos. Perfecta. Hasta el lunes. Es mi nueva contratada. Mi tentación. Mi perdición. Ahora hay más en juego que nunca. ¿Conseguir al cliente más importante de mi carrera? ¿O arriesgarlo todo por ella? Miradas furtivas. Discusiones acaloradas. QuÃmica innegable. Cada dÃa es una batalla de voluntades. Entonces cae la bomba. Está embarazada. Es mÃo. De repente, no es solo mi legado lo que está en juego. Es mi corazón. Una noche imprudente. Un amor inesperado. Una decisión que cambió tu vida. ¿Puedo tenerlo todo? ¿O lo perderé todo?
ALISON
Una carga más y listo.
Cargar el coche para un viaje por carretera fue una tarea mecánica y nerviosa, pero esta vez me llenó de emoción. Cuanto más subÃa mis cosas a mi todoterreno de segunda mano, más mareada me sentÃa. Mientras veÃa cómo las pilas de cajas y bolsas desaparecÃan de mi habitación, me invadió una sensación de despedida.
Y fue una buena sensación. HabÃa vivido en el pequeño y cerrado pueblo de Hamming toda mi vida. Veinticinco años fueron suficientes para dedicarme a este pequeño rincón de Pensilvania. Mi futuro me esperaba en otro lugar.
̶ No entiendo por qué te tomas tanto , dijo mi hermana mayor, Emily . Apoyó su figura alta y esbelta contra la pared cerca de mi puerta. Se estudió las cutÃculas, perezosa y presuntuosa, mientras se arrogaba el privilegio de opinar. Escuchar las opiniones de Emily era una de las primeras cosas que definitivamente no me perderÃa.
̶ Porque me voy a mudar allà para siempre.
̶ ¿En serio? Levantó la mirada mientras yo reorganizaba un par de bolsas ligeras para llevarlas de dos en dos. Con esa sonrisa remilgada y crÃtica que habÃa perfeccionado toda su vida, me vio luchar por equilibrar la carga. Porque, claro, no moverÃa un dedo para ayudarme. Porque, claro, le importaba un bledo lo fácil o difÃcil que fuera algo en mi vida.
̶ SÃ, en serio , le dije, molesta porque mis padres me habÃan dado la misma duda anoche durante la cena. Mamá, papá y, sobre todo, Emily . Todos supusieron que fracasarÃa y volverÃa a casa a escondidas más pronto que tarde. ̶ Me mudo a Nueva York . Decirlo en voz alta me dio más confianza. ̶ Empiezo en mi nuevo trabajo el lunes . Y no podÃa esperar.
Emily puso los ojos en blanco, con más pinta de adolescente dramática que de recién casada de veintisiete años. ̶ No te quedarás. Como si no fueras lo suficientemente fuerte para vivir en una gran ciudad .
̶ ¡Cállate ya! Pasé junto a ella, llevando las dos cajas de plástico hacia la puerta. Lo que tú digas, Emily .
̶ ¿Crees que estás hecha para Nueva York? , se burló, siguiéndome. Su misión en la vida era burlarse, provocarme y menospreciarme. A los ocho años, aprendà la importante lección de ignorar sus crÃticas. Cuanto menos atención le prestaba y cuanto más rápido le demostraba que podÃa aguantar los golpes, más se esforzaba por llegar a mÃ.
Prueba A de por qué deberÃa haber tomado esta decisión hace años... Suspiré al escuchar sus pasos detrás de mà mientras me apresuraba hacia el auto.
̶ No estás acostumbrado a vivir en una gran ciudad.
̶ Eso no significa que no pueda adaptarme .
Al salir de casa, me salió otro bufido burlón. ̶ No tienes ni idea de calle .
̶ Entonces supongo que aprenderé sobre la marcha .
Se rÃo, apoyándose en mi coche y cruzándose de brazos. ̶ Estás demasiado protegido como para saber siquiera cómo moverte por la ciudad.
̶ Apuesto a que mi teléfono me ayudará .
̶ Y parecerás un imbécil, andando como un turista sin encajar. Me tiró de la manga después de que puse las bolsas en el asiento trasero. Me llevaba casi todo lo que tenÃa, pero no era mucho. En cuanto a muebles y pertenencias, Emily siempre se quedaba con lo mejor. Cuando nos mudamos en el instituto, obligados a mudarnos a una casa más pequeña cuando papá perdió el trabajo, yo era la que estaba atrapada en la habitación más pequeña y esperaban que renunciara a la mitad de mis cosas para que cupiera. Luego, cuando se mudó a su casa con su marido, me pidieron que renunciara a todos los muebles que habÃa estado comprando y ahorrando para cuando quisiera mudarme. Porque ̶ Emily los necesita más que tú.
̶ ¿Crees que vas a encajar con ropa tan monótona como esta en la gran oficina? Sonrió, amando la capacidad de atormentarme.
̶ No voy a usar este tipo de ropa para ir a la oficina , respondà secamente, contando los minutos hasta poder salir.
̶ No tienes ningún sentido de la moda para saber cómo vestirte para una oficina.
Incliné la cabeza hacia un lado y puse las manos en las caderas. ̶ ¿Y tú qué haces?
Perdió su expresión descarada, pero yo no habÃa terminado. Si querÃa actuar asÃ, le darÃa justo donde le dolÃa. ̶ ¿Sabes vestirte para cualquier trabajo?, chasqueé los dedos, fingiendo sorpresa. ̶ Ah, es cierto. No lo sabes. Porque nunca has tenido trabajo. Siempre has sido demasiado vaga.
No soy perezosa. Estaba ocupado casándome.
-Ah, claro. Y me pregunto cuánto tiempo más disfrutará Don de ser tu sugar daddy. -Puse los ojos en blanco-. Déjame en paz. Ya veré cómo triunfar en la vida.
Tu vida no va a ninguna parte. Nunca lograrás nada. Ni aquà ni en la ciudad.
̶ Ah, ¿y conformarte con un hombre mediocre y pensar que de repente eres alguien especial solo porque te casaste es la forma de hacer algo con tu vida?
Me fulminó con la mirada. ̶ Don no es mediocre.
-¿No? -SonreÃ-. ¿Y esa historia triste que nos contaste en tu despedida de soltera sobre que no estaba lo suficientemente bueno y que tenÃa un pene pequeño?
Ella me empujó. ̶ ¡Cállate!
̶ ¿Un pequeño?
Ella lo empujó de nuevo. ̶ ¡Te dije que te callaras!
Me partà de risa, encantado de que tuviera su oportunidad. Su único objetivo en la vida era casarse con alguien del pueblo y no hacer nada, y bueno, la selección de hombres en Hamming dejaba mucho que desear.
̶ Solo estaba bromeando, murmuró mientras volvÃa a la casa a buscar la última bolsa.
-Mmm, no. Tu dama de honor dijo que se acostó con él en el instituto y que era igual de pequeño que...
-¡Cállate! -gruñó, intentando empujarme el hombro otra vez, pero la esquivé.
Dios, qué ganas tengo de salir de aquÃ. Tomé una bolsa con algunas cosas que habÃa guardado para el viaje y suspiré satisfecha al ver el vacÃo de la diminuta habitación en la que llevaba tanto tiempo encerrada. El estudio amueblado que alquilarÃa en Nueva York también era diminuto, pero serÃa mÃo, lejos de aquÃ.
Emily me siguió de nuevo mientras salÃa de casa y revisaba el orden de todas mis cosas en la camioneta. Me dolió que mis padres no estuvieran aquà para despedirme, pero no era nada nuevo. Estaban demasiado ocupados jugando al golf, y supuse que sus aficiones siempre serÃan más importantes. Por otro lado, llevarÃan a Emily y Don a almorzar en media hora, asà que supuse que al menos sus prioridades se mantendrÃan.
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