¡¿Estás embarazada de mis gemelos?! ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Cómo llegué aquÃ? Atrapado en la oficina de mi director ejecutivo. Sus besos aún arden en mis labios. Dos secretos creciendo en mi interior. Y nuestras familias listas para la guerra . Un romance prohibido en la oficina. Dos latidos que no puedo explicar. Tres meses ocultando la verdad. Cero posibilidades de que esto acabe bien. Soy el rey de la sala de juntas. Ella es la asistente que me hizo caer de rodillas. Una probada de su dulzura, y rompà todas mis reglas. Dicen que está por debajo de mÃ. Demasiado joven. Demasiado inocente. Demasiado pobre. Pero no saben lo que yo sé. Ella lleva el futuro de mi imperio. Un bocado de la fruta prohibida, dos corazones palpitantes bajo el suyo, y un amor que desafÃa todas las reglas. Este escándalo se acaba de convertir en mi mayor victoria. Pero alguien quiere destruirnos, y se acercan rápidamente. La pregunta no es si caeremos... sino quién mueve los hilos.
ANABELLA
SabÃa que aceptar el trabajo de asistente en un bufete de abogados no era la mejor manera de aprovechar mi tÃtulo en administración de empresas, pero el sueldo era decente y no me habÃan devuelto ninguna llamada. Me quedé cerca de la recepción del prestigioso bufete esperando a que mi jefa me saludara. La entrevista habÃa ido bien. Le gustó mi currÃculum y que pudiera escribir más de cincuenta palabras por minuto. Asà que aquà estaba, lista para mi primer dÃa.
Malena salió de la oficina con un expediente en la mano, mirándolo fijamente. Llevaba un traje Casper rojo con una blusa de seda color crema debajo. Avergonzaba a mis pantalones negros y camisa blanca, pero no habÃa tenido tiempo ni dinero para comprarme ropa nueva. Supe que todos en este lugar irÃan mejor vestidos que yo en cuanto vi a la recepcionista con su bolso de Prada.
̶ Señora Miles , me alegra mucho volver a verla . Le ofrecà la mano, pero cuando levantó la vista del expediente, apenas reconoció mi presencia. Me quedé de pie pacientemente, retractándome del apretón de manos que le ofrecÃ, y apreté el bolso frente a mÃ. Mi personalidad amigable y sencilla quizá no encajara entre abogados influyentes, pero eso no significaba que no fuera a ser educada.
̶ SÃgueme , dijo secamente. Sin levantar la vista, se dio la vuelta y regresó a la oficina. Miré a la recepcionista, que estaba ocupada escribiendo en su computadora y mascando chicle.
Fue una bienvenida extraña para mi primer dÃa de trabajo, pero no sabÃa qué esperar. La vida en el condado de Monroe era muy diferente a la de aquà en Chicago. Todos se conocÃan, y por eso me fui. Bueno, una de las razones. TenÃa muchas, incluyendo padres sobreprotectores y muchas ganas de conocer el mundo. Chicago significaba un nuevo comienzo y el inicio de una gran aventura. Además, mi mejor amiga, Cameron , vivÃa aquÃ, lo que lo hacÃa aún más atractivo.
Pasamos por delante de oficinas con placas en las puertas que indicaban a quién pertenecÃan. La mayorÃa tenÃan ventanas, pero las persianas estaban cerradas. Al llegar a la oficina de Malena , empujó la puerta, con el expediente que llevaba en la mano finalmente bajo el brazo. Entró tranquilamente y lo dejó sobre su escritorio. HabÃa un pequeño escritorio al otro lado de la puerta con un bolÃgrafo y un teléfono. Le eché un vistazo mientras la seguÃa.
Asà que llegaste cuatro minutos tarde el primer dÃa. Mala impresión. Lo pasaré por alto porque el tráfico es un rollo en esta ciudad a estas horas. No dejes que vuelva a pasar. Llevaba el pelo rubio recogido en un moño apretado, lo que hacÃa que sus ojos se abrieran como finas ranuras, dándole un aspecto de ascendencia asiática.
Claro, mis disculpas. Solo llevo unos meses viviendo en Chicago. TodavÃa estoy aprendiendo.
Bueno, bueno, basta de formalidades. Hoy nos dedicaremos a conocer a todos, a aprender sus funciones y tu rol para ayudarlos. Quiero llevarte a conocer a los directores y funcionarios, pero primero debes entender que soy tu jefe. Principalmente me ayudarás, aunque habrá dÃas en que te necesiten en otro lugar. Tamborileó con sus largos dedos de manicura en la esquina de su escritorio y me miró fijamente como si necesitara una respuesta. No tenÃa ni idea de qué decirle.
̶ SÃ, señora.
-Bueno, sÃgueme. -Salió corriendo al pasillo y golpeó el escritorio-. Aquà tienes el bolso.
Su paso era tan rápido que tuve que correr para seguirla después de guardar mi bolso en el cajón superior del escritorio. Me ajusté la blusa y corrà tras ella. ̶ Esta es la oficina de Adam , y Mika está aquà . Señaló las puertas claramente señalizadas, como si no supiera leer. No me ofendió. No tenÃa tiempo para ofenderme. Abrió la puerta al final del pasillo y se quedó dentro. ̶ Esta es la sala de conferencias. Acostúmbrate a servir café aquÃ.
AsentÃ. SabÃa que solo era una asistente y pensé que mi puesto no serÃa glamuroso, pero esperaba algo más que servir café y hacer copias de archivos. Pasó como una exhalación junto a mà y regresó por el pasillo, asà que me apresuré a seguirla, anotando mentalmente cada puerta de oficina y el nombre que aparecÃa en ella. La mayorÃa no tenÃa tÃtulo junto con el nombre, pero algunas sÃ. Mika era socia junior; bueno saberlo. Adam no tenÃa etiqueta. Alexander Grey y Josep Gibson tenÃan "Socio Senior" estampado en sus carteles. TenÃa muchos nombres que memorizar.
Malena me condujo más allá de la recepción y por un pasillo más corto en dirección opuesta. Pasamos por otra sala con una mesa grande, quizá una sala de juntas. Luego nos acercamos a una oficina con una placa dorada brillante.
̶ Aquà está la oficina de nuestro socio principal y director ejecutivo de la firma, Gilbert Mason Llamó silenciosamente y esperó. ̶ Al Sr. Mason no le gusta que lo molesten, asà que nunca entre en su oficina sin que se lo pida. Además, sea muy directa con él, sin juegos ni vaguedades. Probablemente termine ayudando a cada uno de los socios en algún momento, pero como director de la empresa, Mason es lo primero. Cualquier cosa que él pida, usted la hace. ¿Entendido?
Abrà la boca para responder cuando oà una voz al otro lado de la puerta. Su discurso motivador era intimidante. Todo el mundo en Chicago conocÃa el nombre de la firma, y la cara de Mason aparecÃa en vallas publicitarias y autobuses urbanos. Pensé que trabajarÃa con asistentes legales y secretarias. No tenÃa ni idea de que me pedirÃan que ayudara a los socios, lo que me revolvió el estómago cuando la seguà a la sala y vi al hombre sentado tras su escritorio.
̶ Señor, ella es... Se giró y chasqueó los dedos como si hubiera olvidado mi nombre, asà que se lo proporcioné.
-Anabela Silver , señor. -Di un paso al frente y volvà a extender la mano, solo que esta vez sà la recibió-. Mucho gusto.
Su mano era suave pero fuerte. Malena continuó presentándome basándose en mis elogios, que no fueron muchos, pero el Sr. Mason no rompió el contacto visual. HabÃa una picardÃa en su mirada que despertó mi interés. Era atractivo, cabello oscuro, ojos oscuros. Para ser un hombre casi quince años mayor que yo, lo encontré muy atractivo. No estaba segura de si era yo quien aún le sujetaba la mano o si simplemente aún no la soltaba.
-Asà que, por ahora, trabajará solo conmigo, pero la pondré a tu disposición cuando necesites copias o si Jade no está. -La presentación de Malena concluyó y retrocedà un paso. Sentà un hormigueo en los dedos donde él los habÃa tocado. Me miró boquiabierto un instante como si fuera un trozo de carne, pero un tipo tan atractivo... no me importó.
-Bienvenidos a Mason , Grey , Gibson y Gonzalez , Sra. Silver . -El Sr. Mason se puso de pie, apartando su silla-. Espero que Malena los haya tratado bien.
Me di cuenta de que el primer botón de mi blusa estaba desabrochado. Dudé si abrocharlo o dejarlo desabrochado antes de salir de casa. En el condado de Monroe, habrÃa sido la comidilla del pueblo. La señora Maconeen me habrÃa llamado la zorra del pueblo, sin duda, pero aquà en la ciudad, noté que la mayorÃa de las mujeres no temÃan mostrar un poco de escote. Malena no le prestó atención, y entendà por qué. Medio pecho quedaba al descubierto bajo su blusa de seda.
-SÃ, ha sido muy amable -mentÃ. No habÃa sido ni amable ni cruel, solo brusca. Junté las manos y tragué saliva con dificultad. Definitivamente estaba mirando mis pechos. Me ardÃan las mejillas porque me gustaba la idea de que se sintiera atraÃdo por mÃ.
-Bueno, si no tienes nada para mÃ, le mostraré a Anabela el resto de la oficina. -Malena cruzó los brazos sobre el pecho y golpeó el pie.
Quisiera hacerle algunas preguntas, Malena . Estás disculpada.
Sus ojos pasaron del señor Mason a mà y frunció los labios, pero hizo lo que le dijeron y se fue, cerrando la puerta tras ella.
Si mis nervios se habÃan intensificado con solo conocerlo, ahora estaban destrozados estando allà a solas con él. Sus ojos azul cristalino tenÃan un oscuro cerúleo alrededor, y volvieron a clavarse en mÃ. Sentà un vuelco en el pecho. Ningún hombre tan guapo se habÃa fijado en mÃ, y el hecho de que no solo fuera un abogado poderoso, sino el jefe de mi jefe, me derretÃa por dentro.
CapÃtulo 1 Asistente de un bufete
Hoy, a las 03:14
CapÃtulo 2 Impactante sonrrisa
Hoy, a las 03:14
CapÃtulo 3 Director ejecutivo con una asistente
Hoy, a las 03:15
CapÃtulo 4 Mi estomago rugio con fuerza
Hoy, a las 03:14
CapÃtulo 5 Creo que eres guapisima
Hoy, a las 03:15
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