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Gemelos para el Ceo prohibido

Capítulo 5 Creo que eres guapisima

Palabras:1678    |    Actualizado en: Hoy, a las 03:17

ral y su amabilidad, que era más una comida social que de negocios. No me importó

hasta dentro de cuarenta minutos. -Hundí el tenedor

. -Después de darle un mordisco, se limpió la boca y sacó dos botell

alguna manera correcto. Como si estuviéramos en una primera cit

ue eres? Dejó el tenedor mientras abría su bot

de v

a, no como tu jefe. -Sus ojos brillaban con picar

o siempre me pareció el lugar ideal. De pequeña, odiaba ser una chica de campo. Me gusta el b

e y continuó su amable interrog

la vida en un pueblo pequeño. ¿Sabes? Me gustaba que se interesara en mí como persona. Me hacía sentir más cómo

ad, pero tampoco un pueblo pequeño. También prefiero Chicago... -

nes he

siento... -Dio un sorbo de agua-. Solo somos mi herma

do. La conversación se apagó un momento mientras comíamos. La

aficiones? ¿Practi

hermano, a veces deseaba que tuviéramos una familia más grande y otras veces deseaba ser hijo único. Me preguntaba si

recio mientras daba otro bocado y l

e encogí de ho

y cómoda con él. Comía como cualquier otro hombre: bocados enormes, labios desaliñados. Al menos tenía la decencia de no

-Bebí un sorbo de agua y esperé a que

Dostoyevski es mi favorito, pero también me gus

omún. ̶ ¿Has leído El Conde de Montecristo?. No quería dar otro bocado e interrumpi

día olvidar su sonrisa y cómo se le iluminaron los ojos-. No puedo creer lo mucho que tenemos

l trato. Era culto pero con los pies en la tierra, honesto y audaz, y estaba interesado en mí-. Si

guapísima, y creo que pasaremos mucho más tiempo juntos en el futuro, ya sabes, a ver qué tal nos llevamo

mejillas. ̶ Definitivamente quiero saber si encajamos. No estaba segura de si su comentario t

LB

iones eran agotadoras y me distraía cada vez que Anabela pasaba con sus brillantes tacones rosas. Solo pensar en ella me impedía concentrarme en el trabajo. Ni siquiera m

robablemente ya había cenado y me rechazarían, pero quizás podría encontrar otra excusa para pasar tiempo con ella. Les estreché la mano a los clien

í que supuse que llegaría tarde o temprano. Encontré un sitio en una mesa de la esquina y esperé, pidiendo un sándwich de queso a la plancha y

mana pasada sobre mantenerme alejado de ella, pero una mujer tan perfecta -o aparentemente perfecta- era un diamante en bruto. Había salido con tantas mujeres que n

eportivo local. También nos veía teniendo sexo alocado, porque Dios sabe que mi libido no había disminuido en absoluto en todos estos años. Necesitaba a una

n fuera un desafío que teníamos que superar, si ella qu

entró y me vio. Hizo su propio pedido y cruzó

que no necesita asesoría legal para su negocio. Me alegr

uerzo y lo solucionemos al volver. Asentí a la camarera mientras deslizaba mi

lla de kétchup y unté mis patatas fritas.

pa frita de mi bandeja y se la metió en la bo

í unas patatas fritas y reflexioné antes de continua

es de llevársela a la boca, dijo: ̶ Eso es queda

convenza de que vale la pena arriesgarme. Claro, he salido con muchísimas mujeres, pero no he conocido a más de cuatro con las que merezca la pena una segunda cita, y eso

ro cuatro de la suerte?. Era asqueroso ver cómo la comida se le escurría

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