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La Llave Negra

La Llave Negra

Lulu

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Capítulo

PARA CONSTRUIR UN NUEVO MUNDO, VIOLET DEBE DESTRUIR SU PASADO. La Sociedad de la Llave Negra está preparando su ataque contra la realeza. Violet se encuentra en medio de esta guerra, pero ella arriesga algo mucho más personal: la Duquesa del Lago tiene a su hermana Hazel como prisionera. Violet tendrá que hacer todo lo posible por regresar a la Joya para salvar la vida de su hermana y el futuro de la Ciudad Solitaria. ¿QUIÉN GANARÁ LA BATALLA FINAL?

Capítulo 2 ☆Dos☆

Pero antes de tener la oportunidad de abrir la boca, me interrumpen.

–Violet... ¿qué...? –Ginger me mira, boquiabierta. Es la más adulta de las tres chicas nuevas, tiene el cabello color zanahoria y hombros

anchos–. ¿Qué haces aquí?–direcciona la mirada hacia Amber–. ¿Qué hace ella aquí? ¡Te dije que no quería

meterme en líos!

–Deja de quejarte –dice Amber–. Te elegimos por una razón. ¿No quieres saber por qué?

Amber es un poco matona, pero fue una perfecta primera opción. Ninguna de las

chicas quiere discutirle nunca y ella tiene bien claro cómo convencerlas.

–¿No se supone que estás en la Joya? –pregunta Tawny. Tiene quince años, y unos

ojos de liebre que están tan grandes en este momento que es como si le ocuparan la

mitad del rostro.

–Estaba –respondo–. Pero ahora estoy aquí para ayudarlas.

–¿Ayudarnos? –pregunta Henna. Es una cosita de piel rojiza y cabello negro rizado.

Hay algo en ella que me recuerda a Hazel, y siento un pellizco en el corazón. No parece asustada ni confundida, sino curiosa–. ¿Cómo?

–Ya lo verán –dice una linda pelirroja llamada Scarlet mientras la abraza–. Es increíble.

–Estuvimos practicando –comenta Amber–. Scarlet hizo un remolino en una de las

bañeras la otra noche. Yo hice un tornado pequeñito en la palma de mi mano, como el

que me mostraste la primera vez que viniste.

–Estupendo –respondo, al mismo tiempo que Ginger interrumpe.

–¿Scarlet hizo qué cosa?

–Más vale que nadie las descubra –dice Raven.

Amber le lanza una mirada engreída.

–Somos cuidadosas.

Hubiera pensado que hacer que tantas chicas se abrieran a los elementos en un

mismo lugar sería peligroso, volátil. Pero hasta ahora resultó al revés. Me di cuenta

por primera vez gracias a Indi y Olive. No tuvieron ese sueño irregular, destructivo

que tuve yo cuando pasé de ser sustituta a algo más, porque Sienna, Sil y yo

estábamos ahí. Pareciera que cuántas más de nosotras estamos juntas, más fácil

resulta mantener los elementos bajo control. Como si nos sostuviéramos unas a otras.

Tenemos suerte. De otra forma, alguna pobre chica habría destruido la habitación sin

quererlo mientras dormía. Sería difícil de explicar a las cuidadoras.

–Bueno, ¿qué está pasando? –pregunta Ginger mientras se cruza de brazos–. ¿Cómo llegaste aquí? ¿Por qué no estás en la Joya? ¿Por qué nos sacaste a rastras de la cama

en medio de la noche?

–Sabía que ella sería la peor –me dice Amber entre dientes. Raven ríe por lo bajo.

Tomo un respiro profundo y empiezo a explicar. Es una historia que conté muchas

veces y la relato de forma bastante concisa. Les cuento sobre lo que significa ser

sustituta, sobre las cadenas, la pistola estimulante, las humillaciones de verse forzada a actuar frente a la realeza. Cómo nos tratan como objetos, como mascotas. Les cuento

sobre Dahlia, a quien la Duquesa del Lago asesinó por ninguna otra razón que rencor.

Les cuento sobre Raven, cómo la Condesa de la Piedra le hacía cortes en el cerebro.

Raven se adelanta en ese punto.

–Todavía se sienten –dice mientras se acerca a Ginger para que le toque la cabeza.

–¿Qué cosas se sienten? –pregunta ella.

–Las cicatrices.

El cráneo de Raven está tan lleno de cicatrices que apenas la chica lo toca, retrocede.

–Violet me salvó la vida –dice con un tono monótono. Mete la mano en el bolsillo de

la camisa y toma las fotos. Esta es mi parte menos preferida–. De otra forma, habría

terminado así. Y así van a terminar ustedes si las venden el Día de la Subasta.

Mantengo la mirada en un rizo solitario a un costado de la frente de Henna. Odio

esas fotos. Agradecí cuando Raven se ofreció a estar a cargo de mostrarlas. Creo que

ella sabía cuánto me dolería verlas.

Son cuatro chicas, todas muertas, los labios azules, la piel amarillenta. Tienen los

ojos cerrados, pero tienen unas cicatrices con forma de V en el pecho. Lucien me dijo

que había veces que, si un doctor estaba particularmente interesado, se hacía una

autopsia. No para determinar la causa de muerte... ya la conocen, sino para saber cómo somos por dentro. Solo porque somos diferentes.

Henna da un grito ahogado. Tawny mira hacia otra parte. Ginger se adelanta.

–¿Son...? ¿Son reales? –pregunta.

–¿Esa es Verdant? –Henna vuelve a quedarse sin aire. Todas las fotos son de chicas

de los centros de retención–. A Verdant la vendieron en la Subasta anterior a la mía.

No necesita otra respuesta más que la expresión que Raven y yo tenemos en el

rostro. Ginger da un paso atrás, el rostro lleno de horror.

–Nos dijeron que la realeza nos cuidaría –dice–. Ellos... Patience dijo...

–Patience mintió –repongo.

–Este es el destino de todas las sustitutas que fueron a la Subasta –explica Raven–. El parto nos mata, si no nos encuentra primero otra Casa real. Pero por primera vez

en nuestra historia, las sustitutas tienen una oportunidad de hacer algo al respecto.

Extiendo la mano y le toco el hombro a Raven.

–Guárdalas –digo–. Lo entienden.

Tawny pestañea para sacarse las lágrimas.

–Pero ¿por qué? Nosotras los ayudamos. Les damos bebés. ¿Por qué... por qué nos matan?

–Nuestras muertes no son más que una consecuencia secundaria –explico–. El

resultado de un embarazo antinatural. No sabemos bien por qué llevar un niño real en

el vientre causa la muerte. Quizá son los Augurios. Quizá sucede porque no fuimos

hechas para llevar niños que no son nuestros. Sea cual sea la causa, para ellos, somos

solamente un medio para un fin. Ni siquiera nos consideran personas. No tenemos

nombres en la Joya. Nuestras opiniones no importan.

»Pero –continúo– hay personas en esta ciudad que quieren el cambio. Personas que

ponen en riesgo la vida para terminar con el control que tiene la realeza sobre

nosotras. ¿Por qué nos mantienen separados por muros? ¿Por qué establecen lo que

hacemos con nuestras vidas, el lugar donde trabajamos, el dinero que ganamos? ¿Por

qué no tenemos ni voz ni voto en la manera en que vivimos?

–Y las sustitutas no son las únicas a las que tratan como si fueran descartables – agrega Raven–. Ahí fuera hay toda una ciudad oprimida.

–Imaginen lo que lograríamos si trabajáramos todos juntos –digo.

–Perdón –interviene Henna levantando la mano como si estuviera en clase–. Dijiste

que por fin tenemos la oportunidad de hacer algo al respecto. Pero... estamos

encerradas aquí y nos vigilan las cuidadoras. El único poder que tenemos son los Augurios. No veo cómo cambiarle el color a una cosa pueda ser algo útil.

–Llevémoslas al acantilado –dice una morena llamada Sorrel mientras tira de la

manga de Raven. Es la más pequeña de todas las chicas del grupo.

–Sí, el acantilado –asiente Scarlet, entusiasmada.

–No puedo creer que sepas sobre esto y no me lo hayas contado –dice Ginger.

Scarlet parece avergonzada.

–No podía. Me pidieron que lo prometiera. Una vez que vayas al acantilado, lo

verás... es algo muy peligroso y no hay que hablar de eso. Si alguien se enterara...

–Está bien, basta de charla –digo–. Es hora de mostrarles.

Amber, Scarlet y las otras chicas a las que ya les mostramos los elementos forman

un círculo de prisa. Scarlet toma a Ginger de la mano y le pide disculpas con la

mirada.

–No te enojes mucho –dice–. Te encantará cuando lo veas.

Raven me aprieta los dedos. Sonrío y cierro los ojos. Me encanta ir al acantilado.

Es un lugar extraño, en alguna parte nebulosa entre el mundo real y una antigua

fortaleza paladina. Las Paladinas eran una raza de guerreras que tenían el don de

conectarse con los elementos y estaban encargadas de proteger esta isla. La realeza

vino en barcos, proclamó que la isla le pertenecía y mató a todas las Paladinas.

O eso creyeron. Pero las Paladinas sobrevivieron. Las sustitutas somos sus

descendientes. Lucien cree que la genética hace que algunas mujeres (como yo)

tengan la habilidad de conectarse con los elementos mientras que otras (como mi

madre) no la tengan. Cree que es un rasgo recesivo, como tener ojos azules. Sil le dijo

que eso es una tontería y que no todo puede explicarse de forma tan sencilla.

Sea como sea, no importa. Estas chicas frente a mí son Paladinas, y es momento de

mostrarles qué significa eso.

El acantilado apareció por primera vez cuando le salvé la vida a Raven, después de

que perdiera el embarazo. No sé qué me hizo ir a ese lugar, si fue el destino, el azar o

puro amor, pero una vez que fui ahí, sentí una conexión instantánea con los

elementos, con mi herencia. Me entendí a mí misma y el mundo como nunca antes.

Eso es lo que hicimos con Sienna, Olive e Indi. Eso es lo que hicimos con todas las

chicas de los centros. Les llevamos a Raven. Las llevamos al acantilado.

Un segundo después, cierro los ojos. Estoy cayendo. Oigo un chillido débil que

parece de Tawny, pero no hay problema; ya estamos en un sitio donde los habitantes

dormidos de la Puerta Sur no pueden oírnos.

Es de noche en el acantilado, y llueve. El clima aquí suele reflejar el clima en el

mundo real. O, a veces, refleja el deseo de la sustituta, como cuando llevamos a

Sienna y nevaba, porque a ella le encanta la nieve.

Las gotas de lluvia están tibias y, cuando levanto el rostro hacia el cielo, forman

pequeños ríos que recorren mis mejillas. El océano se extiende abajo, y aunque casi

no lo veo en la oscuridad, oigo cómo las olas rompen contra las rocas. Los árboles que

se extienden detrás de mí susurran con el viento. Y en el centro del acantilado hay una

estatua, un monumento de piedra gris azulada que sube en espiral, una ola congelada

que llega al cielo.

Extrañaba este lugar, murmuro mentalmente.

Yo también, responde Raven sin palabras.

Y yo, agrega Amber. Algunas de las chicas que ya vinieron corren a hacer sus cosas

favoritas. Azure baila bajo los árboles. Sorrel contempla la vista desde el acantilado y

escucha el rugido del océano. Ginger está de pie en un estado de shock; Scarlet está a

su lado, tomándole la mano. Tawny no sabe si estar asustada o entusiasmada.

Los ojos de Henna son enormes mientras rodea la estatua y extiende la mano para

tocarla. Sé lo que está sintiendo: una piedra lisa de una forma imposible, como el agua

vuelta sólida.

Luego, comienza a reír. Levanta las manos para atrapar las gotas de lluvia y yo

sonrío, porque ya es nuestra ahora. Ve quién estaba destinada a ser.

Algo en su risa hace que Tawny se ría y, luego, las dos están corriendo al borde del

acantilado con Sorrel, tan cerca que creo que podrían caer.

Pero eso no va a ocurrir. Las Paladinas hicieron este lugar y lo protegen. Nos

protegen a nosotras, aquí.

Scarlet hace que la lluvia baile y de vueltas alrededor de la cabeza de Ginger, lo que

divierte a la niña más grande. Me sigue sorprendiendo cada vez lo felices que somos

aquí, tan libres, tan salvajes y tan nosotras mismas, sin reparos. Cada vez que veo que

una chica nueva siente eso, esa conexión con las demás y con el mundo que nos

rodea, tengo esperanzas.

Hora de irnos, dice Raven, y nos saca de ahí, nos succiona hacia arriba hasta que

volvemos a estar dentro del invernadero en la Puerta Sur. Tawny no esconde el llanto

y los ojos de Ginger están vidriosos. Henna está despeinada por el viento, y contenta.

–¿Qué...? Yo... –Ginger no puede armar lo que quiere decir. Recuerdo bien esa sensación.

–¿Qué era ese lugar? –pregunta Henna, entusiasmada.

–Miren abajo –digo. Las tres miran y quedan boquiabiertas.

Hay flores color violeta oscuro bajo los pies de Ginger y rosa pálido bajo los de

Tawny. Las de Henna son de un naranja brillante. Por unos instantes miran con

atención, embelesadas, mientras la lluvia golpetea el vidrio sobre nosotras.

–Cuéntales sobre las Paladinas, Violet –dice Scarlet.

–Cuéntales sobre la Sociedad de la Llave Negra –añade Amber.

–¡Y tienes que contarnos más historias, Violet! –insiste Azure–. Queremos saber lo

que está pasando allá fuera.

–Una cosa a la vez –digo. Tomo un respiro hondo y empiezo a hablar.

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