Mi vida era un infierno, un total y rotundo infierno, estaba agotada, cansada, harta, no me refería a algo físico, sino mental, era la asistente personal del señor Michell o por lo menos lo habia sido.
Mi nombre es Andy trevol, tengo veinti cinco años, trabajo para el Señor Michell desde que tengo unos veinte, mis padres habian muerto cuando aún era una pequeña adolescente, dejandome a cargo de mi hermana menor, quien a penas solo tenía meses, tuvimos que huir de California ya que al ser una menor no podía ser la representante de otra menor, las autoridades alegaban que no podía consentir que una niña cuidara otra niña.
¡Eso era falso! Yo era mas diligente que cualquiera, pero mejor volvamos al punto de mis quejas
Me encontraba en la tintorería buscando los trajes del hijo de mi antiguo jefe, quien habia muerto hace un mes, siendo su único heredero su hijo menor, mientras que su hijo mayor era desterrado de la familia
¡Bueno, estoy exagerando un poco! El mayor de los Michel se llamaba Ruben, era amable, cariñoso y un borracho, nada era perfecto.
En cambio el menor, era todo lo opuesto, no toleraba el alcohol, era despota, antipático, sin educación, no conservaba ninguna mujer, ninguna ”novia" por asi decirlo, solo le duraba tres meses, su nombre es Adrián.
Volviendo al punto me encontraba en la tintorería buscando un montón de trajes, llevaba en la mano 2 café, el desayuno de Adrián, la cartera y como siempre andaba mal vestida, pobre,desteñida, pero es que asi era yo no necesitaba andar con vestidos cortos, me gustaba la libertad de poder elegir
—Señora, aqui tiene sus trajes—dijo el hombre entregándome el monton de ropa ¿acaso no me habia visto?
—Señor podría por favor mandarlos a la empresa Michell, no puedo con una bolsa mas—exprese fastidiada.
—Lo siento, en estos momentos no tenemos delivery.
¡Lo que faltaba!
Tome los trajes a mala gana y salí del lugar, estaba por cruzar la calle cuando mi teléfono sonó en mi cartera ¿como se supone que iba a contestar ?
—¡Maldita sea!—exclame estresada, como pude meti la mano en mi cartera y logre alcanzarlo, era él, el innombrable.
—Buenos dias señor Adrian Michell, estoy un poco retrasada—Pero no me dejo terminar.
—¿Un poco?—grito euforico—Tienes una hora de retraso, son las ocho de la mañana ¿donde carajos estas?
—Estoy en...
—Mejor no me digas, tienes diez minutos para estar aqui—dicho esto colgó
Mire a todos lados buscando un taxi, pero fue embano, nadie iba a detenerse si parecía la loca de los gatos, corrí desesperada por las calles, casi sin aliento.
Para cuando llegue a las instalaciones de la empresa estaba sudando a mares, el vigilante me ayudo y le agradecí con una sonrisa.
—Andy apurate, esta como un infierno —expreso la recepcionista quien era una gran confidente de mis frustraciones.
—¿Que tan molesto esta?—pregunte tomando un poco de aire.
—Del uno al cien, esta mil, extraño al difunto señor Michell—expreso triste
—Creeme que yo tambien.
Dicho esto salí corriendo a mi oficina, subi el ascensor el cual parecía ir mas despacio de lo habitual.
Cuando por fin estuve en mi planta, pase por mi escritorio lanzando la cartera, quedándome solo con el desayuno y los café.
Me arregle un poco la ropa para quitar las arrugas, cosa que era imposible, camine con cierto recelo y entre a la oficina, el demonio de mi jefe me estaba esperando.
Acercándome a su escritorio coloque el café y desayuno, el volteo a verme furico.
—¿Cuantos minutos te di?—pregunto.
—Señor...
—¿Cuantos minutos te di?—grito tomando el envase que contenía café, el cual voló por los aires, estrellándose en la pared de cristal.
—Señor, se me hizo tarde en la tintorería, no es mi culpa que tenga que lavar sus trapitos todos los dias—susurre cansada.