REINO DE ARITZ:
Con pesar levanta la vista y mira a lo que considera su fuente de fé, por años los súbditos y la familia real le ha rendido tributo a Ikna, el rey entre reyes, dios de dioses, encomendando cada alma en batalla y épocas oscuras donde llegaron a plantearse la idea de que su estirpe solo desaparecería de la tierra, ahora ella se pregunta, si sus plegarias podrían ser escuchadas, si con arrodillarse y colocar la frente en el frío suelo, rezando a la vez que su cuerpo tiembla de ira e impotencia con las lágrimas surcando su rostro, podría ser realmente escuchada.
Camina por el largo pasillo, la noche abraza Aritz, el calor comienza a ser insoportable y el clima no da tregua ni a la más mínima briza, Amarü sentía el sudor correr por su frente y espalda, junto a la tela incómoda que no dejaba de pegarse a su torso, las velas que custodian el pequeño templo alumbran solo lo suficiente para ver parte del lugar, aún así para ella era suficiente.
Con cuidado se detuvo delante de la deidad y en el tabloncillo de madera forrada en terciopelo rojo se arrodilló colocando sus manos juntas, comenzando sus plegarias con susurros que fueron tomando forma y mayor volumen.
—Si bien mi fé, no es absoluta, hoy vengo a ti, a pedir ayuda—se lamió los labios con nerviosismo, si bien creía con fervor en lo que se le fue inculcado, rezar nunca había sido su fuerte—Ir a las tierras de Anskar, será mi propia perdición, sin embargo, una guerra con Farid, solo nos condenaría a todos a una muerte y devastación segura, nunca he pedido nada, mi señor, más está vez quiero, deseo hacerlo, líbrame de este desafortunado destino, sin tener que vivir con la muerte de todo un pueblo sobre la espalda como castigo.
La vida era injusta, poner a su gente justo ahora en una posición de guerra no era lo que hubiera esperado, no cuando su padre al fin pensaba descansar junto a su madre, dejando atrás una vida de sobresaltos y amenazas, Aritz era pacífico, no habían cruzado más que simples palabras con otros reinos en años, ella no entendía, Amarü juraba que por más que pensara e intentara encontrar algo factible que le explicara de forma lógica el actuar del enemigo, no la encontraba, era como si solo hubieran decidido irse en su contra.
A lo lejos sonó un cuerno, con un toque rápido y rítmico, muy parecido a las alarmas y de guerra usadas antes y durante la batalla, solo que esta era un poco más ligera y baja, como una orden que debe ser tomada sin refutar, y solo podría significar una cosa, habían aceptado la alianza con Anskar en aras de proteger ambos reinos de Farid.
Amarü cerro los ojos y respiró hondo.
A veces, llevar una corona era peso difícil de cargar.