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La traición del prometido: La venganza de la bailarina

La traición del prometido: La venganza de la bailarina

Autor: Gavin
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Capítulo 1 

Palabras:2154    |    Actualizado en: 11/11/2025

, Carlos, eran las dos personas e

nes para atacarme, dejándome paralizada de la cintura para a

confesar que todo fue por

lo público para arruinar mi reputación, convirtién

a explosión de un yate, eligiendo

o me sacrificaron en el altar de su l

estruirlos a todos. Ahora he regresado, fingiendo ser una gemela perdida con amnesia. Creen que

ítu

Torr

las dos personas en las que más confiaba en el m

o e implacable, se estrelló contra mi columna. El mundo se fracturó

imero que noté fue el peso muerto donde deberían estar mis piernas. Dos apéndices sin vida, ya no eran los instrumentos poderosos y g

lizadas. De la cintura p

o ahí. El golpe en la cabeza había seccionado un nervio. Mi oído izquierdo era una concha vacía, llena de un zumbido agudo y constante. Sordera. Permanente. Y luego la indignida

orres, la bailarina, había terminado. Destrozada en

rostro una máscara de furia atrona

n el puño, sus nud

esto, Abril, te lo juro, los

dolor que reflejaba el mío. Susurraba promesas de un futuro, uno diferente, pero un futuro al fin y al cabo. Él me cuidarí

la verdad, cuando llegó, se sintiera como s

ana. Fingí estar dormida, el agotamiento era demasiado profundo para un descanso real. Diego y Carlos estaban en el pasillo, sus voces bajas

Carlos, su voz tensa por la ansiedad-. El

ivo, confiado-. Cree que fue un asalto al aza

rarse en mis venas. Contuve la respiración, mi corazó

ebíamos asustarla, hacer que perdiera la audición. No... esto. Sus pier

cardíaco, mi propio latido, la lluvia, tod

, impaciente-. Los tipos que contratamos s

s palabras resonaron en

z elevándose-. Nosotros lo organizamos. Les pagamos

ab

fana que nuestra familia había acogido, la chica que vivía

do todo en su vida. El dinero, las clases, las oportunidades. Un pequeño contratiempo no la habría matado. Se suponía que era un braz

as "amenazas" que había recibido antes de la audición. La insistencia de Diego en que tomara una ruta diferente y más oscura a casa de

ón. Una actuación be

susurro ahora, cargada de una autocompasión que me revo

d, Carlos, siempre ha sido primero entre nosotros. Eres mi herma

amaba más que a la vida misma. Mi protector hermano mayor, que me había enseñado a andar en bicicleta y prometido golpear

deja de plata. Me habían

no salió ningún sonido. Mi garganta era un nudo de dolor y traición, tan apreta

mientras el agua helada de su confesión me inund

res, una flor cultivada en un invernadero, demasiado delicada

é que eran ellos de quie

aferrada a un oso de peluche gastado. Sus padres, mi tía y mi tío, habían muerto en un accidente de coche. Mi c

do. Mis zapatillas de baile desapareciendo misteriosamente justo antes de una competencia, solo para ser encontradas en la basura, con Isabela sugiriendo que la culpa era de una rival celosa. Mi di

o y Carlos cor

Abril -decían-. Sé u

dura con el

ándola, compartiendo los secretos por los que había sangrado. Pero su talento era mediocre, su espíritu carecía de fuerza. Sin embargo, empezó a tener oportunidades que deber

ndo loca. Pensé que no era

zante. No era yo. Nunca fui yo. Mi talento no era un don; era un obstáculo. Mi é

sacrificio en el altar de su equivocada

milia? Las palabras no tenían

ada. Ni futuro. Ni esperanza. Solo un cuerpo roto y un corazón destrozado. El control remoto del gotero de morfina estaba en la mesi

alcanzaba. Mis dedos rozaro

f

esa, vibró. Un número que no reconocí. Lo ignoré. Vibró de nuevo. Y de nuevo. Un des

i voz era

como el terciopelo y fría

haberla encontrado. Me preoc

oz plana-. Si es un reporte

ausa-. Digamos que soy un... benefac

Un sonido a

na cura para la parálisis permanente?

. Terapia experimental de regeneración nerviosa en una clínica privada en Suiza. Tecn

había dejado de sentir nad

recursos para algo más. Algo que sospecho que des

s nudillos blancos mient

poder para destruir a las personas que le hicieron esto. A su hermano. A su prometido. A

. Era imposible. Una broma.

rré-. ¿Por qué h

amigo. Pero más que eso, la vi bailar una vez, señorita Torres. En la gala del Auditorio Nacional. Estuvo magnífi

o. El botón que prometía el olvido. El teléf

elec

trazó un camino

engo qu

arecía de calidez, pero contenía

ir -

de muerte fue consumido por

control remot

, pero fue el sonido más fu

S

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