La traición del prometido: La venganza de la bailarina
Torr
te, mientras Carlos se sentaba a mi lado en la parte de atrás, murmurando trivialidades inútiles. Mantuve mi rostro enterrado en su
Isabela estaba esperando en el gran salón. Llevaba un sencillo vestido blan
hacia adelante-. Vi las noticia
iego y Carlos se ablandaron de inmediato,
-dijo Diego, su voz s
la -susurró Isabela, sus ojos l
su emoción, se giró, una sonrisa bril
noticias! ¡Algo pa
del salón. Sobre ella, brillando bajo el
con triunfo-. El Concurso Naciona
a haber dominado. La culminación de veinte años de sudor, sacrificio e interminabl
las, el satisfactorio chasquido de mis articulaciones mientras me movía a través de un Grand Jeté.
uiera podía p
. Flanquearon a Isabela, colmándola de elogios, su anterior
increíble
que podía
a victoria comprada con mi sangre y mi dignidad. Yo era una idea
ruedas y comencé a alejarme, el suave zum
mó Isabela, su voz go
e las escaleras. Puso una mano en mi hom
o-. Te queda patético. Aunque claro -añadió, sus ojos recorriendo mis piernas in
rostro palideció, mis manos se ap
te, Isab
¡
or los primeros escalones de la gran escalera, at
sab
rror. Pasaron corriendo a mi lado, arrodillándose junto a ella
ojos encontrando los míos, inst
actriz, sollozó en
presionar a Abril. Ella está..
a casi brillante. No solo me había acusado; lo
en una furia fría y familiar.
pujaste
dije, mi voz p
entas, Abr
a, que ahora examinaba un to
iernas para una bailarina? ¡Una lesión c
Mis propias piernas, permanentemente destruidas por su diseño,
sin alegría esca
voz peligrosamente tranquil
ció como si lo h
segundo fugaz, vi un destello de duda en sus ojos. Pero f
-ordenó Diego, su voz sin de
-d
ero fue una roca contra l
de Isabela se
valientemente-. Sé que Abril está pasando por mucho
iego se derriti
, Isabela -murmuró, a
dirigí a la tranquila soledad de la bibli
itación. Me trajo un vaso de leche tibia,
sus ojos suplicando una con
o y vertí la leche por el desa
agitado en plena noche. Mis ojos se abrieron de gol
jos, fingiendo dormir, mi corazón
elo con un golpe discordante que envió una onda de dolor a través de mi inútil columna. Antes de que pu
trompicones, cada impacto una nueva agonía. Me mordí el labio
n suelo frío y h
vo, las dos voces que at
esto? -era Carlos,
omo una piedra-. Lastimó a Isabela. Se está volviendo desqu
Diego, esto
a está volviendo fea. Neces
en mi corazón era mil veces peor que la agonía en mi cuerpo.
a una tercera voz,
, preparándome
sólido y nauseabundo de una vara de madera contra
a más que la vibración discordante, un eco fantas
Golpe
Me acurruqué en una bola, mis gritos
tinamente como c
eguntó Diego, su v
on el saco