La traición del prometido: La venganza de la bailarina
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, Carlos, eran las dos personas e
nes para atacarme, dejándome paralizada de la cintura para a
confesar que todo fue por
lo público para arruinar mi reputación, convirtién
a explosión de un yate, eligiendo
o me sacrificaron en el altar de su l
estruirlos a todos. Ahora he regresado, fingiendo ser una gemela perdida con amnesia. Creen que
ítu
Torr
las dos personas en las que más confiaba en el m
o e implacable, se estrelló contra mi columna. El mundo se fracturó
imero que noté fue el peso muerto donde deberían estar mis piernas. Dos apéndices sin vida, ya no eran los instrumentos poderosos y g
lizadas. De la cintura p
o ahí. El golpe en la cabeza había seccionado un nervio. Mi oído izquierdo era una concha vacía, llena de un zumbido agudo y constante. Sordera. Permanente. Y luego la indignida
orres, la bailarina, había terminado. Destrozada en
rostro una máscara de furia atrona
n el puño, sus nud
esto, Abril, te lo juro, los
dolor que reflejaba el mío. Susurraba promesas de un futuro, uno diferente, pero un futuro al fin y al cabo. Él me cuidarí
la verdad, cuando llegó, se sintiera como s
ana. Fingí estar dormida, el agotamiento era demasiado profundo para un descanso real. Diego y Carlos estaban en el pasillo, sus voces bajas
Carlos, su voz tensa por la ansiedad-. El
ivo, confiado-. Cree que fue un asalto al aza
rarse en mis venas. Contuve la respiración, mi corazó
ebíamos asustarla, hacer que perdiera la audición. No... esto. Sus pier
cardíaco, mi propio latido, la lluvia, tod
, impaciente-. Los tipos que contratamos s
s palabras resonaron en
z elevándose-. Nosotros lo organizamos. Les pagamos
ab
fana que nuestra familia había acogido, la chica que vivía
do todo en su vida. El dinero, las clases, las oportunidades. Un pequeño contratiempo no la habría matado. Se suponía que era un braz
as "amenazas" que había recibido antes de la audición. La insistencia de Diego en que tomara una ruta diferente y más oscura a casa de
ón. Una actuación be
susurro ahora, cargada de una autocompasión que me revo
d, Carlos, siempre ha sido primero entre nosotros. Eres mi herma
amaba más que a la vida misma. Mi protector hermano mayor, que me había enseñado a andar en bicicleta y prometido golpear
deja de plata. Me habían
no salió ningún sonido. Mi garganta era un nudo de dolor y traición, tan apreta
mientras el agua helada de su confesión me inund
res, una flor cultivada en un invernadero, demasiado delicada
é que eran ellos de quie
aferrada a un oso de peluche gastado. Sus padres, mi tía y mi tío, habían muerto en un accidente de coche. Mi c
do. Mis zapatillas de baile desapareciendo misteriosamente justo antes de una competencia, solo para ser encontradas en la basura, con Isabela sugiriendo que la culpa era de una rival celosa. Mi di
o y Carlos cor
Abril -decían-. Sé u
dura con el
ándola, compartiendo los secretos por los que había sangrado. Pero su talento era mediocre, su espíritu carecía de fuerza. Sin embargo, empezó a tener oportunidades que deber
ndo loca. Pensé que no era
zante. No era yo. Nunca fui yo. Mi talento no era un don; era un obstáculo. Mi é
sacrificio en el altar de su equivocada
milia? Las palabras no tenían
ada. Ni futuro. Ni esperanza. Solo un cuerpo roto y un corazón destrozado. El control remoto del gotero de morfina estaba en la mesi
alcanzaba. Mis dedos rozaro
f
esa, vibró. Un número que no reconocí. Lo ignoré. Vibró de nuevo. Y de nuevo. Un des
i voz era
como el terciopelo y fría
haberla encontrado. Me preoc
oz plana-. Si es un reporte
ausa-. Digamos que soy un... benefac
Un sonido a
na cura para la parálisis permanente?
. Terapia experimental de regeneración nerviosa en una clínica privada en Suiza. Tecn
había dejado de sentir nad
recursos para algo más. Algo que sospecho que des
s nudillos blancos mient
poder para destruir a las personas que le hicieron esto. A su hermano. A su prometido. A
. Era imposible. Una broma.
rré-. ¿Por qué h
amigo. Pero más que eso, la vi bailar una vez, señorita Torres. En la gala del Auditorio Nacional. Estuvo magnífi
o. El botón que prometía el olvido. El teléf
elec
trazó un camino
engo qu
arecía de calidez, pero contenía
ir -
de muerte fue consumido por
control remot
, pero fue el sonido más fu
S