Atrapado en el cruel juego de los gemelos
Clara
, mis movimientos rígidos y robóticos. Podía sentir sus o
r que me devolvía la mirada era una extraña. Su rostro estaba pálido, sus ojos abiertos con un horror tan profundo que parecía que la esta
s -el verdadero Elías- me la había dado. Dentro, sobre un le
boda. Estábamos en esta misma habitación. Acababa de salir d
garantía, Clara. Para demostrarte que esto -señaló entre nosotros- es para siempre. Establece que, en caso de divorcio, el
empujándolo de
to, Elías. Te
ando mis dedos alrede
e lo tengas. Como un s
bra era un veneno a
vo después de un breve período de silencio años atrás, Elías había sido quien lo manejó. Había cambiado tranquilamente mi número,
izante, Elías fue quien me abrazó. Se había quedado despierto toda la noche, leyéndome hasta que mis temblo
o de hadas de rosas blancas y cristal reluciente. De pie en el altar, me había mira
na de sus palabras. Porque era Elías
sa, sino un precio. Esto no era un símbolo de compromiso. Era su boleto para salir de la cárcel. Era dinero pa
i cuerpo convulsionándose en arcadas secas, pero no quedaba n
osas, trazando caminos por mis mejillas heladas. Pero
ante claridad, volví al tocador. Tomé la pesada pluma chapada en oro junto a la c
y deliberados. Empaqué una pequeña maleta, solo lo esencia
aleta, la puerta del dormitorio s
ar y fingida gentileza-. ¿Qué estás h
ado debajo de una pila de ropa e
sient
e hará sentir mejor, lo prometo. -Tomó mi mano, su
en el centro de la sala. Kilian estaba allí, con una mirada d
o alrededor de mis hombros-. Ha decidido empezar de
te, esa sonrisa de depred
. Especialmente a ti, Clara. -La disculpa fue una actuación,
s ojos, afilados y v
debe. He oído hablar mucho de ti. -Su voz era e
r, un escándalo que casi torpedea un importante acuerdo de los Caballero. El padre de Kassy, un
mor. Me había elegido como un comodín, un hermoso accesorio para su vida p
en carne viva. Miré a Elías, mis ojos suplicándole que lo ne
Su agarre en mi hombro se apretó, una amenaza silenciosa. La esta
aferrado, la pequeña y tonta creencia de que había habido algo de amor, algo de verdad
ron y un foco iluminó el pequeño escenario en el otro extremo d
sión, me zafé del agarre de Elías
Cl
on la fuerza de un tornillo de banco. Fui
o peligroso, llenó mis sentidos. Era el aroma que él usaba.
li
vo que no se parecía en nada a l
rees que va