Siento mi corazón bombeando
Autor: Gabie Parpia
GéneroRomance
Siento mi corazón bombeando
Ariana se quedó boquiabierta cuando escuchó la pregunta de Theodore. No podía ni siquiera empezar a asimilarlo.
Darian, a su lado, se enfureció. "¿De qué demonios estás hablando, Theodore? ¡El bebé que lleva en su vientre es un Anderson!".
"¿Y qué? ¿No hay ya suficientes descendientes en esta familia? Por más que insistan en quedárselo, tengo mil formas para lograr deshacerme de él". Theodore no vaciló ni un segundo, y cada palabra que dijo fue como un rayo para Ariana. Aterrada, empezó a sudar frío y se apretó el vientre.
"¡Maldita sea!", gruñó Darian. "¿Cómo te atreves a desafiarme así? ¿Has olvidado que soy tu padre?".
Pero el joven solo sonrió con sarcasmo. "¿He escuchado bien? Oh, por favor, Darian, no mereces que te llame mi padre".
En un ataque de resentimiento, Darian tiró la lámpara de cristal de la mesita de noche.
Cada vez más asustada, Ariana retrocedió unos pasos e incluso quiso abandonar la habitación, pues las cosas se estaban saliendo de control.
Aunque su padre estaba furioso, Theodore no se inmutó, era como si no le importara en absoluto. Incluso agarró un vaso de agua de la mesita y lo sorbió con calma.
Ahora estaban atrapados en un punto muerto. Al final, fue Darian quien rompió el silencio. "Bueno, supongo que discutir no resolverá nada. La inseminación artificial fue hoy, no sabremos si hubo resultados sino hasta dentro de un mes... Antes de tomar ninguna decisión apresurada, te recomiendo que conozcas mejor a Ariana; quizás cambies de opinión cuando pases algo de tiempo con ella. Si pasado ese mes todavía quieres divorciarte, podemos ver qué hacer... ¿Puedes por lo menos comprometerte a ser su esposo por ese tiempo?".
Darian enfatizó la última oración y miró a su hijo con firmeza.
Sin decir nada, Theodore simplemente se burló. Aunque no tenía la fuerza de antaño, era más fuerte que su padre.
"Tómate tu tiempo para pensarlo", declaró Darian antes de salir.
Pronto, el ambiente en la habitación se aligeró y Ariana salió del rincón donde había estado oculta. Con la cabeza gacha, se preguntó qué podría hacer para complacer a su esposo.
Ya lo hecho estaba hecho y estaba casada con ese hombre; no solo eso, sino que podría estar llevando a su hijo en su vientre. Lo mejor por ahora sería aguantar y ver cómo se desenvolvían las cosas.
Sin embargo, mientras más pensaba en su matrimonio con Theodore, más se afianzaba en su mente la idea de que ese hombre tenía una suerte terrible. No solo había quedado lisiado tan joven, sino que ahora lo habían casado sin su consentimiento.
Ariana entendía sus motivos para estar enojado y decidió ganarse su favor cuidándolo y demostrándole que era una buena candidata para ser su esposa.
Así, mirándolo con nerviosismo, se acercó a él con pasos temblorosos.
"Hola, Theodore... Soy Ariana Edwards, tu...".
Pero antes de decir "esposa", se contuvo porque temía que el hombre tuviera un arrebato.
Entonces tosió torpemente y continuó: "Bueno, deberías considerarme tu nueva compañera, puedes hablar conmigo si necesitas cualquier cosa".
Para mostrar su compromiso y amabilidad, Ariana le dedicó una gran sonrisa.
Pero Theodore solo le devolvió un ceño fruncido y una mala cara.
"¿Qué podrías hacer por mí?", replicó él con frialdad.
Esa pregunta desconcertó a Ariana y, rascándose la nuca, titubeó: "Bueno... Puedo empujar tu silla de ruedas por ti".
Pero apenas pronunció esas palabras, se arrepintió de haberlas dicho. Aunque no era su intención, su declaración sonó más como una burla que como un ofrecimiento genuino.
Pero eso fue lo único que se le pasó por la mente en ese instante.
Como era de esperar, el rostro de Theodore se oscureció aún más.
"¡Oh! ¡Puedo hacer otras cosas también!", dijo a toda prisa, intentando agradarle. "Soy una buena cocinera, puedo prepararte lo que sea, solo di...".
Pero el hombre la interrumpió cuando la agarró entre sus brazos.
Un escalofrío recorrió su espalda tan pronto como su agradable aroma la envolvió. Estaba tan cerca de él que podía oír los latidos de su corazón.
Cuando volvió en sí, intentó recuperarse.
Pero Theodore la inmovilizó agarrándola por la nuca con fuerza.
Perpleja, Ariana espabiló los ojos y su corazón se aceleró.
Inclinándose hacia ella, el hombre susurró en su oído: "Parece que me tienes miedo, ¿acaso es tu conciencia la que no te deja en paz?".
Dicho eso, se echó para atrás para echarle un buen vistazo. Sus dedos se deslizaron por su cuello hasta su pecho y luego subieron de nuevo hasta la nuca.
Ariana enseguida sintió un escalofrío que la estremeció de pies a cabeza. Su roce bastó para descontrolar sus sentidos.
Ansiosa, contuvo la respiración por un rato y luego murmuró: "No... No".
Theodore sonrió, pero en sus ojos brilló un atisbo de malicia. Luego se incorporó y siguió acariciándola como un gato que juega con su comida.
Un terror inexplicable invadió a Ariana en ese momento.
¿Qué era lo que él quería? ¿Por qué estaba haciendo eso?
Pero antes de que pudiera llegar a una conclusión, el agarre del hombre se fue apretando y empezó a estrangularla.
Ariana se puso roja como un tomate y perdió el aliento por completo.
La gruesa mano alrededor de su cuello era como una soga que la apretaba.
Con la visión nublada, Ariana empezó a jadear en busca de aire. Fue entonces que ella se dio cuenta... En realidad, Theodore no había estado acariciando su cuello, ¡había estado viendo la marca que encontró esa mañana!
¿Cómo notó ese moretón a simple vista? ¿Y por qué lo estaba acariciando? Pudiera ser que...
Como si hubiera leído su mente, Theodore pronunció con voz fría: "Debería haberte estrangulado frente a Jasper anoche".
Entonces apretó con más fuerza, como si no le importara acabar con ella.
En medio de esa situación crítica, Ariana se dio cuenta de lo que realmente estaba pasando. ¡Theodore estaba consciente la noche anterior! ¡Él lo sabía todo!