Siento mi corazón bombeando
Autor: Gabie Parpia
GéneroRomance
Siento mi corazón bombeando
Al principio, Ariana ni siquiera podía dar crédito a lo que estaba viendo, así que se incorporó y se frotó los ojos para comprobarlo. Por desgracia, al leer la noticia completa unas cuantas veces más, se dio cuenta de que era cierto... Era de su difunta madre.
Estaba bastante segura de que era su madrastra, Glenda, quien estaba detrás de todo eso.
El collar a la venta era parte de un conjunto de joyería invaluable. Esa pieza en particular tenía incrustado un raro rubí.
A Ariana le dolió el pecho con tan solo ver la foto.
Antes de que su madre falleciera, ella le entregó ese conjunto y le pidió que lo guardara para su boda.
Pero Glenda no solo le quitó las joyas, sino que ahora estaba vendiendo el collar.
Las lágrimas descendieron por el rostro de la chica como dos ríos torrenciales. Ella anhelaba con todo su corazón recuperar las cosas de su madre, pero ahora...
Glenda parecía estar desesperada por vender todos y no le daría la oportunidad de volver a tenerlos.
Indignada, Ariana decidió ir a la residencia de la familia Edwards al día siguiente para reclamar lo que era suyo por derecho.
Pero Glenda era una mujer malvada y no sería tan fácil lidiar con ella.
Aunque las cosas podrían ser distintas si se presentaba en la casa con Theodore...
Su madrastra era una aduladora de primera y no dudaba en enterrar su arrogancia cuando estaba cerca de gente más poderosa que ella. Seguramente no rechazaría al heredero de la familia Anderson.
Ahora el problema de Ariana era cómo convencer a Theodore de acompañarla. Él la había amenazado diciéndole que no quería volver a verla, no había forma de que pudiera acudir en su ayuda. Entonces, ¿cuáles eran sus opciones?
Preocupada, Ariana se dejó caer sobre el colchón y se devanó los sesos hasta que finalmente se armó de valor para hablar con su esposo. Al menos podría intentar llegar a un acuerdo con él.
Ningún empresario rechazaría un trato si resultaba lo suficientemente beneficioso.
Como hija de su padre, Ariana tenía derecho a parte de la propiedad de la familia Edwards, quizás podría convencer a Theodore con eso...
A finales de noviembre las noches eran más largas y los días fríos y lluviosos. Esa noche, un diluvio descendió sobre la ciudad y al día siguiente todo estaba mojado y neblinoso.
Ariana se despertó temprano gracias a la alarma, pero lucía terrible porque no había dormido nada bien anoche. Aunque tenía ojeras y le dolía la cabeza, reunió el coraje necesario para caminar hasta la puerta de Theodore.
Un agradable olor a incienso llegó a su nariz cuando entró en el cuarto. La suave alfombra de lana le dio la bienvenida apenas puso un pie dentro.
El hombre estaba sentado en una silla de ruedas y miraba por la ventana con una taza de café caliente en la mano. Aunque sintió los pasos, no se dio la vuelta para ver quién era.
"¡Ejem! Bue... Buenos días, Theodore...". Vacilante, Ariana se adentró en la habitación.
Pero Theodore no respondió.
Cada vez más nerviosa, la chica se lamió los labios secos y continuó con cautela: "Sé que no quieres verme, pero vine porque quiero llegar a un acuerdo contigo... ¿Podrías acompañarme a la casa de mi familia hoy? Necesito...".
"¡Vete a la mierda!", espetó el hombre con frialdad.
Asustada, Ariana se estremeció en el acto y bajó la cabeza. "Por favor, solo quiero que...".
"Jefe", interrumpió Horace, quien acababa de entrar.
Entonces se acercó a Theodore y le entregó un archivo.
Justo cuando el hombre estaba a punto de abrir el sobre, le lanzó una mirada fría a la mujer y gritó: "¿Por qué sigues aquí? ¿Quieres que te eche?".
Al borde de las lágrimas, Ariana se dio media vuelta y salió corriendo.
Mientras miraba su figura que desaparecía, Horace se acomodó las gafas y preguntó: "¿He llegado en un mal momento?".
Pero Theodore no respondió, sino que simplemente hojeó el documento.
"Revisé los antecedentes de la señora Edwards como me ordenó, parece que le ha tocado vivir una vida dura... Su madre falleció cuando ella tenía apenas trece años y poco después su padre se casó con una mujer que ya tenía una hija, y su supuesta hermana era solo un año menor que ella... Al parecer, su padre había estado engañando a su difunta esposa prácticamente desde que se casaron... Por supuesto, la noticia le cayó terriblemente mal a la señora Edwards, quien se fue a estudiar al extranjero apenas cumplió la mayoría de edad... Hace poco se supo la noticia de la muerte de su padre y, para cuando ella regresó, su madrastra ya se había hecho cargo de todo, incluso de las posesiones de su madre... Ahora las está vendiendo de a poco... Es realmente lamentable".
"¡Sé leer, Horace!", espetó Theodore de mal humor.
"¡Oh, lo siento, señor!", se disculpó el asistente. Sin embargo, pasados un par de minutos, no pudo evitar comentar: "Señor, creo que la infancia de la señora Edwars se parece mucho a la de usted... Ambos tienen madrastras y medios hermanos que son...".
"¡Por el amor de Dios, Horace, silencio! ¿Voy a tener que cortarte la lengua para que te calles?", espetó con amargura.
Temeroso, Horace retrocedió y cerró la boca.
"¿Has dicho que se están vendiendo las cosas de su madre?".
El asistente asintió repetidamente.
Theodore resopló y controló la silla de ruedas para acercarse a la ventana. Afuera, el paisaje era de ensueño.
Sin embargo, su mente estaba en otra parte. Hace un momento, Ariana salió llorando de la habitación, pero él no tenía idea de lo que quería.
Era tan tonta, ni siquiera podía pedir ayuda apropiadamente...
*
Mientras tanto, Ariana había salido de la mansión.
Aunque no había conseguido el favor de Theodore, se dirigió a la casa de la familia Edwards para enfrentarlos. Un cúmulo de emociones se atiborró en su interior mientras esperaba en la puerta, y el hombre que la abrió la enfureció aún más.
"¿Ariana? ¿Qué estás haciendo aquí?", preguntó Jasper.