A CUESTAS CON MI MADRE
ITU
É EN S
n funeral. Todos esperaban que el otro contase su aventura de la noche anterior, pero solo pensaban en que las madres de los cuatro, estarían ya llegando a Madrid de vuelta de aquellos día
de nuevo en el “Salón del Cielo”, ay que mi
r un plan de contraat
al-respondió Marla, que ya se veía inmersa e
mos hecho Budistas? “La Marciala”
unas varas de incienso y unas túnicas color azafrán y nos ponemo
la habitación donde se iba a desarrollar la escena más extraordinaria, que las cuatro comadres pudieran haber visionado jamás. El café fue sorbido con ruidos sonoros y las risas, pensando en las caras
ación. El incienso en dos haces de varas dejaba escapar el aroma en finos hilos. Y Martín Marla, y Antonio, ataviados con túnicas de color rojo oscuro, se sentaban rezando en sánscrito y menando las cabe
á al final una buena
con el temita túngido, te lo digo yo…-reía Marla
rendido una dura lección con “La Marciala” era la única, que quería hacer cambios drásticos en su vida para que nadie sintiera el terror y el desagrado profundo, que a ella le producía aq
mpañías de su hija Ana, solo pensaba en como enderezarla y devolverla al buen camino. De seguir así…perdería la casa, la vaca y el río, y ella se encontraría sola en el “nuevo mundo”. Pero la vida le iba a dar una gran sorpresa y su manera de pensar se iba a ver alterada en grado sumo. Con los nervios tensos como cuerdas de arcos, y dispuesta a manejar la vida de Ana, su madre metió la lleve en la
con esa pose de piernas cruzadas tan difícil, -pensó para sí “La Marciala” -, pero lo peor era que tres monjes ataviados con túnicas rojas rezaban en su casa allí en su salón…y ¡su hija hacía
has condenadoooooo….!!! Ay ay ay ay…esta hija me mataaaa me mataaaa snif s
imera fila de un teatro al que asistía siempre como actriz secundaria. Los tres amigos de Ana se quedaron estupefactos y empezaron a reírse sin contenerse al comprobar que la comadr
te dijimos que tus seres queridos lucharían contra tu nu
y acariciaba la melena ne
saque la rabia y la expulse de su c
da como una muerta. Pero…pero…¿no le estaba diciendo aquel monje maldito, l
hagas caso de las palabras melosas de esos…esos…monjes o lo que sean de una religión
adre por fin sentía la posibilidad de perderla y que su religión fuese otr
esultase perfecta. Ella nunca llegaría a saber que se trataba de tres amigos que ayudaban a Ana a salir de la secta túngida. La escena superaba las expectativas de los cuatr
o que me des más la murga con el “Salón del Cielo” ni con la revista “Dorm
abra independencia, se atribuló, lloró de verdad y se sentó derrotada
abitación de Martín. Perfectamente ordenada y con el ordenador apagado y sus carpetas apiladas en un montón al lado de este. Se sentó en la silla anatómica que acostum
que nunca estaba cuando se la necesitaba, como qu
rlo todo, es mejor tenerlo a mano digo yo…vamos. Ay qué mujer, nunca será nada, ahora le ha dado por engor
a su casa. Antoñito, su Antoñito, como ella le lla
nca hacen nada a derechas…estará con algún cochino de
e urgencia, en busca de mentes afines que la comprendieran y la consolasen en su intenso dolor, al haber perdido
nte es?-Respondía al teléfono “La Alfonsa”, que de mala g
contestaba “La Amadora”, que sabía que al
bién?, ay madre que este hijo….voy enseguida.-l
sus casas, cuando ya tenía
an que aquella farsa tan bien montada, supusiera un punto de inflexión, para que ambas mujeres, madre e hij
buena idea chicos…-se lamentaba
a lo que te queda de vida sin pensárselo. –Le rep
vo en el tema túngido…pero es que Ana…tu madre se pasa mucho ¿eh?
l coche de Martín, que aparcado convenientemente, servía de contenedor y transporte, del aparatoso andamiaje con que habían montado la escena budista. La casa recuperaba así su habitual aspecto, y todo semejaba retornar a la normalidad. Una vez hubieron terminado, los cuatro montaron en el coche de Martín, para dirigirse a la cafetería Lond
ado con un buen hombre…túngido por supuesto, que me diese nietos a
mos…-suspiraba Magdalena que se empezaba a v
a de par en par. El olor prácticamente había desaparecido y en su lugar un aroma a flores impregnaba el aire. La madre
la” arrugando su fea nariz de boxeador-como
se miraron encogiéndose de hombros,
ue mostraba un paisaje verde de una jungla densa, por la que circulaba un juguetón riachuelo, cuyas aguas saltaban entre pie
ue supongo que siendo túngida, es como decoraréis vuestras casas…-Magdalena metía el dedo en la llaga, para q
milde…cristiano…que los túngidos lo
i no digo
ieza a llevárselo todo…porque aquí está todo impecable diría yo…-le quitaba hierro al as
cio de limpieza y se han llevado todas las porquerías
reacción hayan contratado ese servicio de limpieza…t
acer lo que sea que hayan hecho…-sugirió “
si no le estaría afectando tanta revista “Dormid” que le estaba haciendo ver visiones…¡Pobre Ana! Pensaban si esta vu
el salón y la llevaban un vasito de vino para, a modo de reconstituyente se repusiera de la ”visión satánica” que le había perturbado ta
a número dieciséis, se encontraron frente a frente consigo mismos. Ana se frotaba las manos pensando en las represalias de su madre y Martín empezaba a pensar si habría sido buena idea…Como si un conjuro simultáneo se hubiese producido, los cuatro rompieron a reír a la vez. Nada podía evitar que se
pero he disfrutado viéndola suf
os añoooossss, si no ha gastado anda en nada por darte lo mejor a tiiii…ay
ridas. Todos comprendieron en el local, que una batalla campal estaba a punto de librarse, Se plantaron ante sus “niños” y “La Marciala” fingió llorar. “La Amadora” recriminó a
ngo que llevarte al médico enseguidaaa…ven ven vamo
olo que me he quitado la ropa qu
que ese era
do a descubrir el tru
a las consumiciones, que fueron relegadas al olvido, ante el espectáculo que se estaba desarrollando en la mesa número dieciséis. Marla se explicoteaba con un exagerado histrionismo y su madre sollozaba con sonidos guturales, sin derramar ni una lágrima, acostumbrada a que e
ue se desesperaba porque sus intentos de retener a su hija y conseguir qu
toliiiii” ¡¡ayyy!! con lo que me ha costado disciplinarte y educarte como una buena túngidaaaaa
con…con…¡¡ayyyyyy!! me quitas la vidaaaaa….-gritaba a voz en cuello “La Amadora”, que entraba casi en
ncias de la ignorancia y el fanatismo, se dirigía
ara ti, ya, ya sé que es una cosa que se dice siempre, pero es la verdad común de todos los padres y madres del mundo hijo. Mi
mi espacio, que respetes mi intimidad
n gesto de comprensión, que evidenciaba el temor de s
e y tomarse un té, charlando en una mesa alejada del alboroto de las com