Seduciendo
í de falta de cariño estoy?, le mandé mi número a un desconocido». Se arrepintió, pero ya era tarde. Momentos después l
s años que dejé la deb
lvió a sonar. Decidida deslizó el dedo y descolgó, pero no f
nombre la hizo estremecerse. «Dios mío que
. «Ni siquiera sé cómo s
ír. Era una bipolar, pasaba del llanto a la carcajada en cuestión de segundos. Se acla
ién
te encu
cio incomodo se hizo entre ellos, cada
alegra mi vida en estos momentos.
cido suspi
elicidad, es lo que da sentido a
ceja, incrédul
curiosa, cualquier información que l
motivo, necesita
mbre escapando de él la estremecía-. No llamé para hablar de mí, es
deseara negarlo, que ese desconocido se preocupara
que me pase? «No creo qu
mismo lo sé. Lo único que tengo claro
ar de palabras aduladoras de un acosad
on quién no muestra su rostro? «¿Y si tiene cincuenta años y es un vi
ea? -la voz del hombre te
ostro a la persona que me provoca son
o si sus palabras le qui
marme Cris.
bre por más que le tra
ecidió preguntar para espantar la
tas preguntas que n
mos al señor
cretos. -Ella sabía mejor que nadie q
las palabras con un toque seductor que le provo
de su voz provocaba todo aquello, qué no haría con sus manos. «Estás m
al jardín. Apretó el teléfono frustrada, quería seguir hablando con ese hombre, pero si s
gar -emitió, con d
go que te
rario. Si algo me importuna es que me gus
le tus
e mí. -Lo escuchó reír, aunque algo le
o que quiero? Dime algo
mis pensamientos después de termi
a pasando? Lo hombres le decían cosas parecidas todos los días. «Mentira, te miran e
no, t
creo que estamos progresando
por el que luchaste, el que quieres y deseas más que nada por
cial antes de contestar, y ella esperó con lo
valora, que se marcha de nuestras vidas como si no importáramos. Haría lo que me hiciera estar bien con mi con
de ganar un revolcón en su ca
es de colgar-. No desaparezcas,
ho, mi angel
dispuesta a enfrentar su pasado de nuevo y a ser fuerte una vez más. Ese consejo caló más hondo de lo que ese hombre alguna vez imag
auto. Se colocó bien la ropa, dio un sonoro suspiro y c
colate blanco con relleno de fresa -escuchó l
ate, i
niña! -dijo el amig
l genio, podemos hacértelo
ficaban aquellas palabras. Odiaba
Soy mucha mujer para tan poca cosa. -Enredó la mano e
la vez que escuchaba
ua
ncuentro de su madre. Seguía en e
vantó la vista y se
cionada-. No puedo c
¿no crees? Más que nada porque hay unos niños qu
sí, discúlp
ella a la persona que le dio la vida después de tanto tiempo. Sintió los brazos de su madre rodearla con fuerza, y escuchó los sollozos sin estar s
e, estás llena de tierra. ¿No ves
la emoción. Pasa, tu pad
cas de pintura en la pared. Las rayas que sellaron cada cumpleaños. Sus padres la colocaban junto al muro desde que logró mantenerse en pie. Junto a la c
e una vida plasmados en la pintura. Dolía tanto, ellos no eran los culpables de
esta pared. -Sacudió la cabeza inte
la casa necesitaba una manita de
erlo que asumir l
dría borr
visitarlos. -Quiso seguir el camino y encontrarse de una vez c
era,
ad junto a la pared, abrió el cajón de un m
era servirá, seguro ya está
y Aledis quiso huir, pero se quedó
ver a verte junto a esa pared -el tono de melancó
ue parecía que con los años se había vuelto más pequeña, e
estos, es trampa. -La escuchó reír-
ca para ver con comodidad. Se encontraba tan absorto en la imagen que ni siquiera se percató de que tenían visitas.
ien llegó -lo int
xtendió por sus mejillas y saltó de la silla con rapidez, y la agarró de los brazos como si fuese una marioneta.
ntos, la única persona del sexo masculino q
n cerca -susurró, escondiendo el
sas manos le acari
acha, las cataratas n
pa al agua. -La apretó con m
n que tu padre ya está viejo, que tanto trabajar me hizo enve
sintió que en cualquier momento se pondría a llora
udo ver un brillo de
ño, te a
ar en el habitáculo
tá tan ojeroso? Si parece sal
nfarto -el tono de su voz fue som
, pero no lo admitiría, era mejor des
é no me a
estar muerto y
upongo que no escuchaste el teléfono. Tampoco devolviste l
sultar más inoportuna a la hora de llamar. «Estaba dándole una alegría a mi cuerpo. Aunque, lo cierto
un infarto hace tres
s olvidado de tu
a tus tonterías, mamá, me marcho. -La mano
que enfermó. Sobrevivimos porque hago algunos trabajos limpiando para otras personas.
ro seguir escuchando ta
ía. Vendí casi todos los muebles, dormimos en un colchón en el suelo. Y no dieron demasiado por ellos,
r Dios, solo son dos. ¿Ac
acostumbró a ser una perra y a tratar a todo el mundo con la punt
nos desahucian. -«¿Qué haré si eso ocurre? ¡Ay no puede ser!»-. Si fueras una hija diferente, solo te pediría que nos ayudaras a pagar la hipoteca. Pero siend
razón por más que estuviera de acuer
en mi empresa y tengo la cuenta bancaria en números rojos. Aún fal
nte de su padre sin despedirse y corrió hacia la salida. El remordimiento la e