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Predestinados

Capítulo 5  CHICOS EXTRAÑOS

Palabras:3251    |    Actualizado en: 21/03/2022

que dispuesta a defenderse. Dio la vuelta, pero se quedó callada. No eran ni una, ni dos personas quienes se burlaban de ella, eran decenas, quienes habían sacado sus teléfonos y grababan a la j

lugar. Si bien, la mujer no consideraba aptas aquellas vestimentas para su sobrina, le daba lo mismo si el resto del mundo vestía de forma vulgar. Hay que aceptar que a pesar de lo que cualquiera pudiera llegar a pensar, la mujer tenía un ex

acérselo saber a todo el país, haciéndola llamar “la chica maravilla”. Era vista como la alumna perfecta, como la hija que cualquier padre quisiera tener. Educada y culta. Sin embargo, esa imagen estaba por cambiar, pues la

tro con el brazo. En el camino tropezó con algunas personas, pero no tenía tiempo de disculparse, ya que en esos momentos lo que más le importaba era ocultarse de la vista de todos. El cemento de las calles estaba comenzando a hacer que sus pies descalzos, sangraran. Estaba cans

ara confirmar que nadie la siguiera. Su distracción la hizo chocar contra el pecho de un chic

la. Marijo se puso de pie de inmediato y le tapó la boca, colgándos

cara. En ese instante, Marijo se dio cuenta de que el chico era un extranjero con rasgos orientales. Los ojos rasgados, el cabello negro, lacio y un poco largo, con un pequeño mechón cayéndole en el rostro. La piel blanca y

casi perfecto. Marijo tragó saliva con dif

e respondió molesta. El chico

narices a la alberca. Al joven parecía causarle gracia, hasta que se dio cuenta que la chica no podía mantenerse a flote. El agua entraba en su garganta ya que trataba de gritar presa de la desesperación. Fue entonces cuando el chico se lanzó en su ayuda, lo cual, era verda

ía más que hacer muecas soportando sus golpes, que, inusualme

con fuerza de las muñecas, para evitar que continuara golpeándolo─

apado cayera al suelo. Lanzó su largo cabello hacia la espalda y levantó el rostro viendo a aquel chic

mo tú me ayuden a nada ──le dijo, llevándose las manos a la cin

puerta, con el cuerpo y la ropa completamente empapados. Sabía perfectamente que, del otro lado, sería víctima de burlas y más, s

rma de su tía. Cruzó del otro lado, sin importarle que los coches que trataban de avanzar con su camino tuvieran que frenar y recordarle a su difunta madre de manera colorida, como todo buen mexicano. Llegó a la tienda la cual tenía un gran letrero en la entrada con la leyenda; "cerrad

ó haciendo una revere

trada? ──le preguntó Marijo molesta. La empleada salió del otro l

clienta nos ha pedido cerrar la t

saber quién

dente que sabía de moda, pues vestía muy bien y sabia lucir las prendas. María José se mordió el labio, algo dolida. Por primera vez en su vida se sentía inferior a alguien y eso la irrita

e dijo amenazadoramente mientras ap

a tarjeta de crédito dorada a una de ellas. Luego de completar el pago, dio la vuelta y dedicó a Marijo una sonrisa burlona──, espero te seques pronto, linda ──le dijo mientras abría la puerta y salía de ahí. Marijo estaba que echaba chispas. Trató de írsele encima, pero las empleadas la detu

dines que se encontraban cerca. Había poca gente, solo algunas parejas dando muestras de amor públicas y algunos ancianos que alimentaban a los pichones, que dócilmente se les acercaban. Hay que admitir que se podía respirar tranquilamente en el lugar ya que se sentía una paz increíble. Desde que salió de la tiend

una mano a la boca avergonzado. Llevaba una go

ervaba furiosa. El chico sacó un pañuelo de su bolsillo, el cual llevaba bordadas las letras “V” y “W”, y se le acercó para ayudarla a limpiar. Sin embargo, Marijo esta

e dolor en la pierna. Discretamente levantó un poco su falta y vio que su herida había empeorado, lo cual la puso nerviosa. Aún quedaba un largo camino hasta el hospital. A pesar del dolor, decidió echarse a correr para poder llegar más rápido, pero apenas dio la vuelta en la esquina más

ndola a la cara. Ella molesta observó lo

ague por esa bar

, el tono de este era mucho más claro en comparación con los demás hilos que había visto con anterioridad. Trató de no prestarle mucha atención, pues la anciana le había dicho que solo sería capaz de ver el hilo de aquellos a quienes p

por ella. Te vieron la cara, niño, esa po

terrumpió el chico── ¡tenés que pagar por ella! ──Marijo t

ja? ──le dijo resignada, mientras se llevab

dólares ──respondió el joven. A

r pagado semejante cantidad, por una porquería como esa ──el sujeto no respondió, solamente

iene eso

la chica mientras daba la vuelta dispuesta a continuar con su camino. Sin embargo,

dad──, yo no quiero el dinero de tu tía. No f

os esperas que yo

vos que demonios le pasó? ──le preguntó tapándose la boca para que no se escapará la risa que le provocaba aquello. Por la familiaridad con la que se trataban, era evidente que se conocían. El chico no le respondió, se limitó a ver a Marijo con

la chica con un dedo. Esta, bajó la mirada y trató de cubrirse las pierna

l chico de la cámara. María

María José sonrió con ambición, pues esta era una gran opo

itar que el sol le diera de lleno en la cara. Marijo no pudo evitar volver a ver aquel extraño hilo atado en el dedo de aquel chico. El tono era bajo y en algún punto, llega

reaccionó y volteó a verlos mientras sacudía la cabeza saliendo de su trance. Aquella preg

cubrirse. Estaba por responder, inventando una muy buena historia, pues no sabía si su orgullo o su vanidad le impedían contar la verdad. Tal vez era el hecho de la educación que recibió por parte de Carlota,

ra su sorpresa. Marijo esperaba ser regañada por lo ocurrido el día anterior, o por el hecho de haber huido del hospital de la forma en que lo hizo. Pero no, al parecer, para Carlota, nada de eso era más grave que el hecho de que su sobrina vistiera de forma inapropiada en la calle. Para desgracia de la chica, se le ocurrió elegir una falda arriba de las rodillas y unas calcetas altas. Si bien, la ropa era diseñada por su propia tía, ella no era libre de usar semejantes prendas──. ¡No tiene ni veinticuatro

cado a la señorita ──se defendió el chico d

artar la mirada del pobre chico que solo se limitó a ocul

ó detrás de ellas, exigiendo el pago de su cámara. Con lo que el pobre j

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