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Predestinados

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Capítulo 1 LA TÍA ROSALINDA

Palabras:3544    |    Actualizado en: 14/03/2022

onvierte en su títere, su juguete. Y ahí estás, esperando que se apiade

ase de suerte, la fe y la esperanza, se vuelven cosas efímeras. ¿Qué caso tie

adres murieron en un aparatoso accidente aéreo, del cual, ella había sido la única sobreviviente. A causa de aquel desafortu

ra una mujer de clase, fina y elegante que creía que la moral estaba por encima de todo. Su nombre

a decir que Carlota, estaba completamente arraigada a las costumbres de sus ancestros, y creía que su sobrina debería de seguir al pie

ictas normas que le impedían desde; dormir tarde, ver televisión, vestir ropa que su

el mundo y su buen gusto, era envidiado por cientos de diseñadores quienes competían por estar junto a ella en las listas de popularidad. Debido a esto, María José estuvo desde muy

dado que también tenía prohibido hablar con hombres y mucho menos, con alguien de aquella cla

re, era

llevó bien. Sus fines de semana los pasaba en la lujosa mansión de su familia, encerrada o practicando violín, no porque fuera de su agrado, sino porque su tía estaba cien por ciento empeñada en que la joven siguiera los pasos que ella no pudo. Sin embargo, la chica odiaba el violín. Su única am

a visión de su so

ble por no meterse en su camino. Aprovechaba lo mejor que podía la posición de su tía, y el hecho de que ella era la mayor inversionista que tenía el colegio. Pero, su suerte estaba a nada de terminar, pues estaba por cumplir la mayoría de edad y p

de salió de

jo, avanzaba con paso lento, mientras el resto de las alumnas corrían presurosas, para salir de una vez por todas y regresar a la comodidad de su hogar. Sin embargo, Marijo no tenía ni la má

e avanzara más rápido, pues temían que la chica lo tomara mal. Pero tenían que llegar rápido dado que a Carlota no

s de joyas exuberantes, mientras las observaba del otro lado del cristal de la ventana del coche. Las mujeres

ctitud de la chica, pues falsamente se ilusionaron creyendo que esta trataba de ayudarles, lo cual, era un error. No supieron darse cuenta de las verdaderas intenciones de la chica, que, lejos de ayudarles, más bi

llevaba consigo en las manos. Puso un poco más de atención alrededor, y fijó su mirada en los hermosos jardines que

en ser apreciados. Hermana Fátima, haga el favor de ll

e de que no podría volver a aquel lugar, se negaba rotundamente a dejar atrás a su mejor amigo. Por ello, decidió que podría ayudar a que su tía, quien

ien cada vez que estaba nerviosa, no hacía más que tartamudear. Marijo se

sa por su parte, se quedó a solas con aquellas damas. Eso no le gustaba mucho, pues ambas, tanto la tía como la sobrina, eran en verdad, personas difíciles de

capaz de contarle las cosas que hacía a sus espaldas, pues no le convenia hacerlo. Sin mencionar, que las monjas, no acostumbr

s nuestra mejor alumna, señora

iera difícil de c

d se presentaba, pero aun con todo esto, nunca descuidó sus estudios. Tenía una memoria asombrosa y siemp

nja se quedó muda por un instante. No podía mentir, pero tamp

, sonando mucho más amable de lo que la monja esperaba

anteojos. Sonrió complacida cerrando su libro y

es lenta. ¡Sube, María José, ¡nos vamos! ──agregó algo irritada──. Hermana Teresa, haga el favor de enviar al jardinero a mi resid

o haré

e despidió Carlota──. Le veré

rar de vuelta al colegio y cruzar el patio hacia la vieja capilla, para rezar por

sible por postergar su llegada a casa, pues sabía que apena

a hablar por temor a decir algo que, su tía considerara «inapropiado». Pero ten

sorpresa, María José ──

s sabía muy bien que las sorpresa

. O alguna otra clase absurda para entretenerla en el verano. O quizá

ó temerosa, haciendo lo posible po

ión ──contestó la mujer, sin apartar su

bía impedido que Marijo

ante privilegio. Aun así, trató de que su euforia no fuera muy evidente, pues

uir ciertas normas ──. Ag

» ──. Pensó la chica para sí, mien

ciar dicho acto por parte de su sobrina. Cerró de gol

nte mueca frente a tus mayores! ──exclamó molesta, mient

fue mi intensión ──.

no era una

tras un par de sujetos vestidos con trajes negros, abrieron l

de calidad y que tú no lo aproveches, María José ──continuó reclamando la muje

ita ──dijo una mujer joven que se encontr

go rizado. Volteó hacia las recién llegadas y le sonr

adre; Rosalinda Mondragón. María José, se moría por conocerla en persona, pues después del accidente de su hermana, Rosalinda se dedicó a viajar por todo el mundo,

odio que ambas se tenían les impedía convivir juntas. Pues ambas eran demasiado diferentes. Como el día y la noche. La pe

desorden en su, muy bien estructurado mundo. Pero, para Marij

rencia de la rusticidad con la que Carlota procedía siempre. Su llegada, significaba un cam

su adorada sobrina conviviera con esa clase de personas, pero era consciente de que, dados los lazos sanguíneos que las

ecibir sus órdenes──. Prepara la habitación de huéspedes. Creo que tenemos una inesperada invitada ──. Dijo mi

por mí, Carlita. Yo puedo dormi

ir que faltes a la moral de mi hogar! ──Rosalinda rio

ra tanto, solo es u

Carlota mientras apartaba la mano de Rosalinda, con asco──. María José, no necesit

nido por María José ──. Res

para que se salieran de su rostro. Volteó hacia la mujer y l

ijo lentamente, tratando de sonar, mucho más seria que de costumbre. Rosalinda, emiti

Carlita. Marijo, está por cumplir la mayo

úas que soy una especie de carc

rque en todos estos años, te la has pasado prohibiéndo

me he desvivido por ella mientras que tú, ibas qu

a mí? Te recuerdo que tú me imploraste porque me

acercaba peligrosamente a la mujer, quien si

cupió en la cara con resentimiento. Ros

sa de ello ──. Respondió

y, al hacerlo, la cordura volvió de nueva cuenta a tomar el control de su vida. Estiró el cuerpo y limpió su ropa con las manos, como si se hubiese ensuciado, simplemente por el hecho de

, ni la clase que decía poseer. Para ella, aquella mujer no era más que un ser superficial, que no veía el verdadero val

ntas formas y similares en otras tantas que no eran capaces de ver. Pero ahor

había ocurrido, todos pasaron a la gigantesca sala de aquella lujosa mansión. Uno

na pequeña y lujosa mesa de cristal que

legar algún día ──. Comentó Rosalinda,

aba. Pero no podía permitir que la alejara de su lado y la convirtiera en una hippie, echando a perder todo su esfuerzo porque, Marijo

pues le era sumamente difícil aceptar a ese tipo de personas en su hogar, sobre todo, tratándose de aquella muj

guantarme aquí? ──le

s que tenía por gritar a todo pulmón. Pues, el simple hecho de d

no te metas

pasará ──Carlota estaba a punto de explotar. María

dijo tratando de cambiar el tema. Aquellas mujeres cruzaron miradas, tratando que su

¿Dejarás que me haga cargo de esto? ──le preguntó a Carlota, tratando de retarla

viendo la facha que traes, dudo que tengas

corazón latía con fuerza, pues sabía que, a partir de ese momento, las cosas cambiarían p

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