Predestinados
onvierte en su títere, su juguete. Y ahí estás, esperando que se apiade
ase de suerte, la fe y la esperanza, se vuelven cosas efímeras. ¿Qué caso tie
adres murieron en un aparatoso accidente aéreo, del cual, ella había sido la única sobreviviente. A causa de aquel desafortura una mujer de clase, fina y elegante que creía que la moral estaba por encima de todo. Su nombre
a decir que Carlota, estaba completamente arraigada a las costumbres de sus ancestros, y creía que su sobrina debería de seguir al pie
ictas normas que le impedían desde; dormir tarde, ver televisión, vestir ropa que su
el mundo y su buen gusto, era envidiado por cientos de diseñadores quienes competían por estar junto a ella en las listas de popularidad. Debido a esto, María José estuvo desde muy
dado que también tenía prohibido hablar con hombres y mucho menos, con alguien de aquella cla
re, era
llevó bien. Sus fines de semana los pasaba en la lujosa mansión de su familia, encerrada o practicando violín, no porque fuera de su agrado, sino porque su tía estaba cien por ciento empeñada en que la joven siguiera los pasos que ella no pudo. Sin embargo, la chica odiaba el violín. Su única am
a visión de su so
ble por no meterse en su camino. Aprovechaba lo mejor que podía la posición de su tía, y el hecho de que ella era la mayor inversionista que tenía el colegio. Pero, su suerte estaba a nada de terminar, pues estaba por cumplir la mayoría de edad y p
de salió de
jo, avanzaba con paso lento, mientras el resto de las alumnas corrían presurosas, para salir de una vez por todas y regresar a la comodidad de su hogar. Sin embargo, Marijo no tenía ni la má
e avanzara más rápido, pues temían que la chica lo tomara mal. Pero tenían que llegar rápido dado que a Carlota no
s de joyas exuberantes, mientras las observaba del otro lado del cristal de la ventana del coche. Las mujeres
ctitud de la chica, pues falsamente se ilusionaron creyendo que esta trataba de ayudarles, lo cual, era un error. No supieron darse cuenta de las verdaderas intenciones de la chica, que, lejos de ayudarles, más bi
llevaba consigo en las manos. Puso un poco más de atención alrededor, y fijó su mirada en los hermosos jardines que
en ser apreciados. Hermana Fátima, haga el favor de ll
e de que no podría volver a aquel lugar, se negaba rotundamente a dejar atrás a su mejor amigo. Por ello, decidió que podría ayudar a que su tía, quien
ien cada vez que estaba nerviosa, no hacía más que tartamudear. Marijo se
sa por su parte, se quedó a solas con aquellas damas. Eso no le gustaba mucho, pues ambas, tanto la tía como la sobrina, eran en verdad, personas difíciles de
capaz de contarle las cosas que hacía a sus espaldas, pues no le convenia hacerlo. Sin mencionar, que las monjas, no acostumbr
s nuestra mejor alumna, señora
iera difícil de c
d se presentaba, pero aun con todo esto, nunca descuidó sus estudios. Tenía una memoria asombrosa y siemp
nja se quedó muda por un instante. No podía mentir, pero tamp
, sonando mucho más amable de lo que la monja esperaba
anteojos. Sonrió complacida cerrando su libro y
es lenta. ¡Sube, María José, ¡nos vamos! ──agregó algo irritada──. Hermana Teresa, haga el favor de enviar al jardinero a mi resid
o haré
e despidió Carlota──. Le veré
rar de vuelta al colegio y cruzar el patio hacia la vieja capilla, para rezar por
sible por postergar su llegada a casa, pues sabía que apena
a hablar por temor a decir algo que, su tía considerara «inapropiado». Pero ten
sorpresa, María José ──
s sabía muy bien que las sorpresa
. O alguna otra clase absurda para entretenerla en el verano. O quizá
ó temerosa, haciendo lo posible po
ión ──contestó la mujer, sin apartar su
bía impedido que Marijo
ante privilegio. Aun así, trató de que su euforia no fuera muy evidente, pues
uir ciertas normas ──. Ag
» ──. Pensó la chica para sí, mien
ciar dicho acto por parte de su sobrina. Cerró de gol
nte mueca frente a tus mayores! ──exclamó molesta, mient
fue mi intensión ──.
no era una
tras un par de sujetos vestidos con trajes negros, abrieron l
de calidad y que tú no lo aproveches, María José ──continuó reclamando la muje
ita ──dijo una mujer joven que se encontr
go rizado. Volteó hacia las recién llegadas y le sonr
adre; Rosalinda Mondragón. María José, se moría por conocerla en persona, pues después del accidente de su hermana, Rosalinda se dedicó a viajar por todo el mundo,
odio que ambas se tenían les impedía convivir juntas. Pues ambas eran demasiado diferentes. Como el día y la noche. La pe
desorden en su, muy bien estructurado mundo. Pero, para Marij
rencia de la rusticidad con la que Carlota procedía siempre. Su llegada, significaba un cam
su adorada sobrina conviviera con esa clase de personas, pero era consciente de que, dados los lazos sanguíneos que las
ecibir sus órdenes──. Prepara la habitación de huéspedes. Creo que tenemos una inesperada invitada ──. Dijo mi
por mí, Carlita. Yo puedo dormi
ir que faltes a la moral de mi hogar! ──Rosalinda rio
ra tanto, solo es u
Carlota mientras apartaba la mano de Rosalinda, con asco──. María José, no necesit
nido por María José ──. Res
para que se salieran de su rostro. Volteó hacia la mujer y l
ijo lentamente, tratando de sonar, mucho más seria que de costumbre. Rosalinda, emiti
Carlita. Marijo, está por cumplir la mayo
úas que soy una especie de carc
rque en todos estos años, te la has pasado prohibiéndo
me he desvivido por ella mientras que tú, ibas qu
a mí? Te recuerdo que tú me imploraste porque me
acercaba peligrosamente a la mujer, quien si
cupió en la cara con resentimiento. Ros
sa de ello ──. Respondió
y, al hacerlo, la cordura volvió de nueva cuenta a tomar el control de su vida. Estiró el cuerpo y limpió su ropa con las manos, como si se hubiese ensuciado, simplemente por el hecho de
, ni la clase que decía poseer. Para ella, aquella mujer no era más que un ser superficial, que no veía el verdadero val
ntas formas y similares en otras tantas que no eran capaces de ver. Pero ahor
había ocurrido, todos pasaron a la gigantesca sala de aquella lujosa mansión. Uno
na pequeña y lujosa mesa de cristal que
legar algún día ──. Comentó Rosalinda,
aba. Pero no podía permitir que la alejara de su lado y la convirtiera en una hippie, echando a perder todo su esfuerzo porque, Marijo
pues le era sumamente difícil aceptar a ese tipo de personas en su hogar, sobre todo, tratándose de aquella muj
guantarme aquí? ──le
s que tenía por gritar a todo pulmón. Pues, el simple hecho de d
no te metas
pasará ──Carlota estaba a punto de explotar. María
dijo tratando de cambiar el tema. Aquellas mujeres cruzaron miradas, tratando que su
¿Dejarás que me haga cargo de esto? ──le preguntó a Carlota, tratando de retarla
viendo la facha que traes, dudo que tengas
corazón latía con fuerza, pues sabía que, a partir de ese momento, las cosas cambiarían p