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Predestinados

Capítulo 2 EL REGALO DE LA ANCIANA

Palabras:2154    |    Actualizado en: 14/03/2022

re, pues, según Carlota, la mujer era igual a su difunta hermana, lo cu

par de guardias y un chofer, quienes ocupaban los asientos delanteros, d

abía transcurrido en vano. La última vez que la había visto, era apenas u

arme contigo? ──preguntó

poner la vista al frente y se frotaba las manos, co

que eso ──la chica la

do, con la vista al frente, haciendo un esfuerzo enorme porque

Le respondió mordiéndose el l

o en varias ocasiones a su sobrina por E-mail, ir de compras a lugares como aquel, dejaron de ser algo común para ella. Si bien era cierto que Carlota le había permitido a su sobrina escoger su vestido de graduac

ota, a quien el contacto con las demás personas, le parecía algo simplemente innecesario. ¿Para qué ir hasta aquel sitio, cuando fácilmente podría hacer que alguno de sus mozos lo hiciera

Ambas tenían estilos muy distintos, y era imposible que lograran ponerse de acuerdo. Sin embargo, Rosalinda sonreía y apoyaba la decisión que su sobrina tomaba. Compr

ida, pues el lugar era atendido por una anciana y, ¿qué puede saber una anciana sobre moda? O al menos eso pensó la chica. Sin emb

go para mi sobrina. Un vestido que la haga ver como toda una jovencita independiente y audaz. Algo, tal vez en

los vestidos que tiene disponibles? Bueno, suponiendo que tenga algunos ──

búsqueda. Sin mencionar que estaba convencida d

a chica, temerosa, giró hacia su tía, en busca de ayuda, pe

tacionamiento? ──le dijo con una sonri

le preguntó. Rosalinda se l

e guste y sal. Te esperaré afuera con una sorpresa ──. La mujer le entregó

una vieja y desgastada puerta, mientras Marijo la seguía no muy convencida. Sin embargo, apenas cruzó la puerta se quedó pasmada y con la boca abierta. El lugar estaba repl

nque, claro, su orgullo era mucho como para demostrarlo. Cruzó los brazos y fingió no estar sorprendida.

en la parte superior y un ligero vuelo que le llegaba hasta las rodillas. Se vio en el espejo y lo que vio le gustó, pero se sentía demasiado simple. Buscó en uno de los estándares y encontró una hermosa gargantilla de plata, la tomó y la colocó en su cuello. Volvió a ver su reflejo en

uchó del otro lado la

e detrás de uno de los estantes que se encontraba repleto de ropa. Un par de sujetos entraron

─. Comentó el tipo, mientras arr

o un ratón ──le d

suelo el bolso de la chica, quien, con las prisas se olvidó

que recibiera clases de defensa personal. Y si bien, era buena en ello, la verdad es que nunca imaginó que de verdad p

al fin logró llegar a la puerta, salió con la misma rapidez con la que lo hizo, pero hubo algo que la hizo detenerse en seco. Sus pies se encontraron con un charco de sangre que provenía del mostrador. Giró levemente hacia un costado y se encontró con la anciana, a la cual habían golpeado demasiado, h

o uno de los sujetos apuntándola con

motines. Plata para pasarla bien un rato y una bella acompañante ──dijo uno

sonrisa lo que provocó que aquellos sujetos rieran a carcaj

¿te gustaría sa

ondió la chica, ha

el tipo más alto, mientras se iba contra e

, ejerciendo suficiente presión sobre la muñeca del hombre hasta que se escuchó un ligero «Crac». El tipo gritó mientras su compañero iba en su ayuda. Pero Marijo giró con rapidez, soltó al tipo y tomó al co

una tía tan paranoica como Carlota, pues esta siempre le dijo

──amenazó uno de los tipos, jus

ador de la tienda. Inexplicablemente, sus heridas estaban mucho mejor que antes y sonreía con ap

serlo ──le dijo la anciana con voz clara─

replicó la chica, ofendida por el

tomaba a la chica de la muñeca izquierda y le

la sorprendió, fue el hecho de que por más que intentaba deshacerse de aquella pulsera, no fue cap

que de

pero aquella pu

a de un extraño bastón al que Marij

nta, ese día encontrarás el amor que te está destinado. Ese es el obsequio que tengo

HORA! ──gritó furiosa, mientras extendía la mano fre

ás que aprenderlo por las malas. El día

que regresar a es

ué no llevas el vestido que está al final del primer pasillo? Estoy segura de que no tendrás ninguna que

Era corto y tenía cientos de cristales que lo hacían brillar. Era el vestido pe

──le dijo la mujer──. Y ahora corre, qu

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