En el nombre de Los Hicks
tazo a los inferiores. En la entrada de las oficinas de la presidencia y el consejo directivo estaba el puesto de la secretaria y asistente del presidente, una
ran pocas las personas de origen latino que conocía
lados y de inmediato le brindó una sonrisa que a él le pareció muy bonita, con sus die
nmediato pensó que su jefe había acertado completamente al elegirla
livan, el, ¡ejem! Nuevo c
n más y le ext
o! Mi nombre es Camila Valverde, s
en conocert
se ha retirado, ya estaba muy a
e hasta una persona trotando re
e, que luego le pareció
está yendo en tu primer día?
e la pase mucho por ahí. Y en cuanto a tu primera pregunta, me está ye
r Hicks no es como esos jefes tradicionales mando
tu referencia ahora puedo decir que estoy con
rovoca trabajar, ¿verdad?
aleg
o a ella, y comenzó a sentirse un poco nervioso. Hacía tiempo que no se sentía así frente a una mujer, y fu
, Bernard,
añero de trabajo y nada más. Aparentemente ella no se sentía igual que él, a pesar de que su a
recobrando algo de aplomo–, con
alegro por ti.
en nuestros pla
empo para planificar y dar un
rse haciendo esa pregunta, pero igual sigu
n punto invisible frente a ella con cada respuesta–
¡suerte
igió una mirada interrogadora, aun sonriéndole y con
ro que les vaya bien... tú sabes, como no
acias, yo tambi
ó a sentirse nervioso de nuevo. Optó por retirarse, como
ro. Fue un gusto c
rnard, y de nue
ba casado que se sentía nervioso frente a una mujer hermosa y no comprendía por qué. La imagen de Margaret vino a su mente y se reconfortó al encontrarse pensando en ella, ya que estaba muy enamorado de
que el suyo, que tal vez era otro de los accionistas de la empresa y decidió quedarse en silencio con las manos agarradas el frente. El hombre había pulsado el botón del primer pi
tenía a su lado a Louis Randall s
orpresa. Bernard y dos vecinos más estaban a cargo de la barbacoa mientras Margaret preparaba algunos bocadillos y ensalada junto a las esposas de aquellos. Todo fluía estupendamente: la gente comía, los niños jugaban y correteaban por doquier, y los
Pensó también en invitarlo a la reunión pero no dijo nada, pues no creía que un hombre acaudalado e importante como su jefe iría a las reuniones de la gente como él, como Tho
le dijo–. No sé en cuanto está la libr
ofenda, pero vamos a hacer la reunión entre vario
illetes a Nathan pero ést
lgunas bebidas. No te los voy a aceptar de vuelta, Bernard, ¡
ard allí con la mano extendida. Éste no tuvo
lentamente. Lo detalló bien y reconoció al Bentley de Nathan Hicks que había conducido ese día. Extrañado, se levantó de su silla y se acercó lentamente al inicio del jardín, mientras el costoso vehículo era aparcado a un lad
enos mal que mi Norma aquí tiene muy buena memoria
ué hace aquí? Este vecindario
rle un pequeño obsequio a Thomas y co
ijo Norma–, y no nos perderíamos un
y pensó: ¡qué diablos, ya están aq
uso desde la ventana de la cocina que daba al jardín se podía ver a Margaret y a las otras mujeres viendo con
arlo–. ¿Pensaste que te irías así sin desped
on una enorme sonrisa, sacó una cajita de madera y al abrirla
enido un Rolex –dijo, emo
, su esposa Laura se unió a ellos y también abrazó a los recién llegados. Thomas le mostró el reloj, orgulloso, y luego los invitó a pasar y sentarse. Nathan ap
e una c
por f
ostraba su reloj a los vecino
regó la bebida–. Thomas se ve muy content
deciera por aquello. Se veía que Norma y él querían muc
y les ofreció un poco de ensalada. Berna
ernard y tú han hecho un buen traba
rle conseguido trabajo a Bernard –dijo Margaret–. Espero que e
muy buenas referencias y me lo recomendó muy ampliamente. Con los años he aprendido a quererlo, ¿saben?, y me parece que es un hombre c
aba un poco apenado–. Espero no de
la cocina. Nathan tomó otro trago d
gó a su mente y miró a B
e dijo, aun mirándolo fijamente–