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La maldición de un mujeriego

Capítulo 3 Operación " Robo de Jardín "

Palabras:1968    |    Actualizado en: 15/11/2021

ra la responsable del destrozo. La pobre se tragó la mentira a cucharadas y lloró tanto que casi se deshidrata. Cada año se presentaba al Concurso de Jardines con la esperanza de obt

e amenazaba con contar mis peripecias a la policía si me atrevía a traspasar los límites de su propiedad. Razones les sobraban para

a floristería, debía explorar los alrededores del poblado. Con ese fin, t

zo al aparato y enviado a freír tusas, pero me arrastré por encima del colchón de mi cama y caí

un sorbo de café. Aún tenía los ojos pegados y un lad

í Superman. Me coloqué una capucha negra y zapatillas para correr,

por un malévolo nigromante. De vez en vez, una lechuza revoloteaba bajo las luces de ne

estar loco o enamorado, que es casi lo mismo, pues me alejé de mi casa sin volt

ico y lo perceptible. Estaba convencido de que un extraterrestre me seguía los pasos

con la linterna. El monstruoso ser que amenazaba mi vida no era otro que Cuco, un perro callejero con quien solía compartir mis hamburguesas.

sas azucenas y rosas matizadas. Era un paraíso para un ladronzuelo idiota, y

eaba probar, en sus ojazos almendrados, en sus manos suaves y, sobre todo, en el par de pechos firmes que me impedía pegar un ojo po

n una mano. Avancé y estiré

ja me habían entrenado bien. Estaba equivocado. Pronto, me

que acontecía, solo precisaba una mezcla

. He recopilado más de mil razones para explicarles por qué,

tón de yerba contra ladronzuelos de poca monta. Yo supe la respuesta en cuanto el pito se me incrustó en

oda una década el premio otorgado por el Ayuntamiento al mejor floricultor. Su propiedad era un recinto fort

ntizo que volaría las distancias a la velocidad de Usain Bolt con tal de alejarme de la rabia del oficial. Según las viejas del ba

ndo tres pastores alem

mejor amigo del hombre, olvi

tes. Por mucho que intenté, me resultó difícil sacar de mi mente su imagen ha

iba, en cada uno de nosotros deja un sello inconfundible. En esa ocasión, una mano invisible

elo. El aliento de las fieras calentó mi cue

io del colegio. Me faltaba agilidad y astucia para encaramarme en lo a

eligente que yo. Al ver a mis enemigos, se esfumó de mi lado. Ni un mi

entierro? No dilataré esta narración con situaciones que nunca ocurrieron.

mis cachorros! —gruñó Gumersindo ab

los merecía, pero llamar cachorros

ibros no pueden estar equiv

ielo. No prometí peregrinar por el camino de Santiago, autoflagelarme o entregar mi alcancía a los pobres. Tampoco pedí

ndo la cabeza desde la ventana de la cocina—. Te advierto

ca neurona activa respondió las preguntas. Si los animales estuviesen libres, siquiera me rascaría e

char el tintineo de las cadenas. D

ra. Vengo a llevarme tu al

an tonto para us

es una cuestión que aún ronda por mi cerebro. Supongo que siempre había

e camino, arranqué una mata de gladiolo

ado está desbaratando los can

or la nariz y los ojos. Afloraba

elo y se jaló los moños. Sentí pena por su cabeza.

varon. Un torrencial aguacero me entripó la sudadera. Mi cuerpo

intentando controlar una situa

je del fantasma de la Ópera, que continué u

esas tenemos! Además de robarme y despedazar mis sembrados, me faltas el respeto. Ya no

licía y desprenderme en una carrera fue lo mismo. Salté sobre la cerca de una zancada. Dejé un trozo del pellejo en el buzón de la entrada y otro incrustado en

o tras mis espaldas. No encontraría escapatoria. A dondequiera que fue

dos op

ra, morir

ntarme a una tunda

nos de un minuto. Ya oía el jadeo de l

una esquina relamiendo un trozo de embutido. Considérenme la persona más desagradable del planeta, pero

o un perro horrible. Después de echarle un vistazo fugaz, cupo la posibilidad de que se tratase de un espantoso gato tartamudo con afec

a. Aunque Gumersindo siguiese mis huellas hasta

ladrón de gladiolos. ¿En qué sitio se habrá escondido? ¿Le encogió un

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1 Capítulo 1 La telepatía no funciona 2 Capítulo 2 La herencia de mi padre3 Capítulo 3 Operación " Robo de Jardín "4 Capítulo 4 Visita nocturna 5 Capítulo 5 Más problemas que un libro de matemáticas I6 Capítulo 6 El silencio de Pepe Grillo o más problemas que un libro de matemáticas 7 Capítulo 7 Un regalo maldito8 Capítulo 8 Ausencia9 Capítulo 9 Génesis de un mujeriego 10 Capítulo 10 Secuestrado por una mezcla de leviatán con Kraken I11 Capítulo 11 Secuestrado por una mezcla de leviatán con Kraken II12 Capítulo 12 Emociones desordenadas 13 Capítulo 13 El monstruo del Lago Ness14 Capítulo 14 Decisiones malévolas15 Capítulo 15 Consecuencias nefastas16 Capítulo 16 Consecuencias nefastas II17 Capítulo 17 Consecuencias nefastas III18 Capítulo 18 Paradoja19 Capítulo 19 Desterrados20 Capítulo 20 Hipnosis voluntaria21 Capítulo 21 Dentellada22 Capítulo 22 Entre un bicho y una bruja I23 Capítulo 23 Entre un bichos y una bruja II24 Capítulo 24 Preparativos 25 Capítulo 25 Escollos 26 Capítulo 26 Pervertido romántico 27 Capítulo 27 La pequeñaja impertinente28 Capítulo 28 Un bribón explorador29 Capítulo 29 Cuenta regresiva 30 Capítulo 30 De cacería 31 Capítulo 31 Nambindengue, ¡a la basura!32 Capítulo 32 Deseos carnales33 Capítulo 33 Un espectáculo en vivo34 Capítulo 34 Una piedra en el zapato35 Capítulo 35 Perfiles de camaleón 36 Capítulo 36 En una lata de conserva37 Capítulo 37 Continuos desaciertos38 Capítulo 38 ¡Trágame, tierra!39 Capítulo 39 Medidas desesperadas40 Capítulo 40 Violador con novia41 Capítulo 41 Jugueteos de parejitas42 Capítulo 42 La culpa43 Capítulo 43 Había una vez44 Capítulo 44 ¡Putas películas!45 Capítulo 45 La última raya del tigre46 Capítulo 46 ¿Felices para siempre