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La maldición de un mujeriego

Capítulo 2 La herencia de mi padre

Palabras:1800    |    Actualizado en: 15/11/2021

andeando el cabello acaramelado. Pese a que en su rostro crecía un grano del tamaño del monte Ev

le perseguí por los pasillos. ¡Con qué gracia removía los pantalones acampanados! Era el

edos, creí que tenerlos era el equivalente a morir de vergüenza. Aquella mañana, eché las sábanas a la lavadora sin que mi ma

interés en una joven trae consigo consecuencias funestas. En aquel entonces nadie me lo advirtió salvo Pa

animales trabajan en el circo porque provocan

a una diosa.

o para una estrella de mirada

zones en mi contra. Sin embargo, mis oídos se

beso, o pídele una cita —insist

erra. No obstante, aquella tarde, pasé por alto su agresión. El ena

mbargó una extraña sensación y se elevó sin contar con mi permiso. Funcionó como una cosa con vida propia de

rdí en la punta de la lengua una justificación inapropiada y asumí mi culpa. Era culpable, sí, porque no había ma

aria, debí haber huido a un sitio remoto del planeta; pero ningún escondite me habría resguardado de la astuci

ba a simple vista que no era un ejemplo de belleza femenina. Su cuerpo todavía no había desarrollado las deliciosas curvas que dan gracia a una mujer. Las greñas que, escapaba

o existente entre nosotros. El invierno venía haciendo de las suyas. En un santiamén, las

a sabiendas de que a ella le de

. Con mucho gusto lo hubiese alzado, sacudido el churre y zampado de una mordida. En esta historia busco, ante todo, ser franco. Así que aquí va mi mayor m

njugó los ojo

una tormenta en un vaso de agu

tres», conté en silencio y esperé el estallido de su có

ada. Tu silencio me martiriza —insistí colocando la mejilla, tal como nos h

e perder a la única c

Me hizo sentir desnudo pese a que había resguardado bien mi cuerpo con trapo

un pájaro recién nacido y los miedos se destilaron a través de la piel. Aunque suj

echamos el ojo a los dos únicos dulces s

me soltó un trancazo que la dejó tiesa. Se colocó los b

avado! —me esp

eas un varón —tartamudeé en

espinazo y ensayé en mi mente una sarta de recién aprendidos insultos. Sin emba

porque llamarle pene suena vulgar. ¿No cr

lo lo hacen los maricas —l

para pensar.— Tiene que ser algo sugestivo, a

luces que remedaba el cielo al atardecer. Me estremecí desde el pelo hasta los callos porque c

n estaba tomada y era irrefutable. A partir de ese día tuve a Tembo entre las piernas.— No te preocupes por encontrar una explicación r

abía tardado en relucir. Él se agenciaba la c

stico a la cintura para no tener que zafarse el cinto si el deseo sexual les aniquila el razonamiento. Los Muñoz hemos sido aves de paso en cuestiones concernientes al amor y al co

la cuando apenas era una chiquilla de dieciséis años. Luego de embarazarla, le dej

lvada de los Muñoz, pero fui un iluso. Tal como auguró la comadrona el d

an mi curiosidad; por otro, no cesaba de temer. Dejar llanto y s

on uno de mis chistes aburridos. Ella chupaba el azúcar que recubría al buñuelo. ¡Qué clas

lana —le recl

r eso somos los mejores amigo

o, Pequeñaja —gemí en u

o pintaba a perversión

untó con el tono iróni

s preparándome para escuchar un d

rla de un mordisco. ¡Oh Dios, qué tormento es tener algo justo

mbos y, sin dejar de saborear el

stoy presenciando tu deb

así. Era un insulto de baja cuantía que la Pequeñaja me espantaba en la cara. Fuese mereci

onuncié las sílabas con lenti

sión me zumbó

ucho de ser una persona normal.

dichos de Micaela. Ya lo sabía, pero oírle confesar mi

que quedaba en la fuente. Le lancé un par de ofe

Pequeñaja. Sin embargo, a partir de ese momento, ella siempre soltó u

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1 Capítulo 1 La telepatía no funciona 2 Capítulo 2 La herencia de mi padre3 Capítulo 3 Operación " Robo de Jardín "4 Capítulo 4 Visita nocturna 5 Capítulo 5 Más problemas que un libro de matemáticas I6 Capítulo 6 El silencio de Pepe Grillo o más problemas que un libro de matemáticas 7 Capítulo 7 Un regalo maldito8 Capítulo 8 Ausencia9 Capítulo 9 Génesis de un mujeriego 10 Capítulo 10 Secuestrado por una mezcla de leviatán con Kraken I11 Capítulo 11 Secuestrado por una mezcla de leviatán con Kraken II12 Capítulo 12 Emociones desordenadas 13 Capítulo 13 El monstruo del Lago Ness14 Capítulo 14 Decisiones malévolas15 Capítulo 15 Consecuencias nefastas16 Capítulo 16 Consecuencias nefastas II17 Capítulo 17 Consecuencias nefastas III18 Capítulo 18 Paradoja19 Capítulo 19 Desterrados20 Capítulo 20 Hipnosis voluntaria21 Capítulo 21 Dentellada22 Capítulo 22 Entre un bicho y una bruja I23 Capítulo 23 Entre un bichos y una bruja II24 Capítulo 24 Preparativos 25 Capítulo 25 Escollos 26 Capítulo 26 Pervertido romántico 27 Capítulo 27 La pequeñaja impertinente28 Capítulo 28 Un bribón explorador29 Capítulo 29 Cuenta regresiva 30 Capítulo 30 De cacería 31 Capítulo 31 Nambindengue, ¡a la basura!32 Capítulo 32 Deseos carnales33 Capítulo 33 Un espectáculo en vivo34 Capítulo 34 Una piedra en el zapato35 Capítulo 35 Perfiles de camaleón 36 Capítulo 36 En una lata de conserva37 Capítulo 37 Continuos desaciertos38 Capítulo 38 ¡Trágame, tierra!39 Capítulo 39 Medidas desesperadas40 Capítulo 40 Violador con novia41 Capítulo 41 Jugueteos de parejitas42 Capítulo 42 La culpa43 Capítulo 43 Había una vez44 Capítulo 44 ¡Putas películas!45 Capítulo 45 La última raya del tigre46 Capítulo 46 ¿Felices para siempre