Abandonada al fuego: La traición de mi esposo
ista de Ce
as, un fantasma en mi propia casa, y comencé a empacar. Mis pertenencias eran sorprendentemente pocas, considerando cinco años de matrimonio con un magna
osa suave, todos los colores que Isabella favorecía. Los saqué, uno por uno, arrojándolos a una pila pa
sonido familiar del coche de Damián en la entrada, seguido de la risa t
n la habitación principal. La voz de Damián, profunda y resonant
, su voz irrit
cariño, ¿e
negra y jeans reemplazando los vest
es
ió sorprendi
jo que extrañaba al perro. -Ofreció una sonri
lestarme en validar
, se arrodilló y prodigó atención
e miró, un brillo astuto en sus ojos-. Sabes, Celeste, es tan extr
eó, una advert
, ya es s
uchero, fingie
a a Damián-. Damián, todavía estoy un poco alterada por lo de ayer.
ojos. Todavía necesitaba mi permiso, una rel
n emociones-. La habitación de invitados está
a de acuerdo, y mucho menos con tanta indiferencia. Damián parecía completame
nsa, un toque de acero en su tono-. No causes problemas. -Luego me dio una rápida mi
re lo hacía, deján
desmoronó. Se puso de pie,
iéndote la mártir. Pero Damián siem
é un libro del estante, una
cualquier señal de la vieja e insegura Celeste. Cuando no
r ella! ¡Muéstr
los dientes, y me mordió la pierna. Un dolor agudo y punzante me su
sonrisa triunfante exte
merece
e, luego a ella, mi exp
sa tiene vigilancia de última generación. Cad
se puso blanco. Lo sabía. Sabía que cada palabra
ué, mi voz ganando fuerza-. Pero si alguna vez vuelves a tocarme,
la habitación, cerrando la puerta suavemente. Limpié la herida, apliqué una venda, y luego, por primer
mo. Un humo espeso y acre llenaba la habitación, quemándo
ama a trompicones, tosiendo, tratando de encontrar mi camino a tr
abitación, su rostro sombrío, sus ojos abiertos de miedo. Un destel
momento de vacilación, levantó al perro, acunándolo protec
erro. Ante
ta, cruda y dolorosa, pero completamente silenciosa. El fuego rugía a mi alrededor, el calor quemando mi pi
significaba más