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Abandonada al fuego: La traición de mi esposo

Capítulo 3 

Palabras:970    |    Actualizado en: Hoy, a las 19:22

ista de Ce

as, un fantasma en mi propia casa, y comencé a empacar. Mis pertenencias eran sorprendentemente pocas, considerando cinco años de matrimonio con un magna

osa suave, todos los colores que Isabella favorecía. Los saqué, uno por uno, arrojándolos a una pila pa

sonido familiar del coche de Damián en la entrada, seguido de la risa t

n la habitación principal. La voz de Damián, profunda y resonant

, su voz irrit

cariño, ¿e

negra y jeans reemplazando los vest

es

ió sorprendi

jo que extrañaba al perro. -Ofreció una sonri

lestarme en validar

, se arrodilló y prodigó atención

e miró, un brillo astuto en sus ojos-. Sabes, Celeste, es tan extr

eó, una advert

, ya es s

uchero, fingie

a a Damián-. Damián, todavía estoy un poco alterada por lo de ayer.

ojos. Todavía necesitaba mi permiso, una rel

n emociones-. La habitación de invitados está

a de acuerdo, y mucho menos con tanta indiferencia. Damián parecía completame

nsa, un toque de acero en su tono-. No causes problemas. -Luego me dio una rápida mi

re lo hacía, deján

desmoronó. Se puso de pie,

iéndote la mártir. Pero Damián siem

é un libro del estante, una

cualquier señal de la vieja e insegura Celeste. Cuando no

r ella! ¡Muéstr

los dientes, y me mordió la pierna. Un dolor agudo y punzante me su

sonrisa triunfante exte

merece

e, luego a ella, mi exp

sa tiene vigilancia de última generación. Cad

se puso blanco. Lo sabía. Sabía que cada palabra

ué, mi voz ganando fuerza-. Pero si alguna vez vuelves a tocarme,

la habitación, cerrando la puerta suavemente. Limpié la herida, apliqué una venda, y luego, por primer

mo. Un humo espeso y acre llenaba la habitación, quemándo

ama a trompicones, tosiendo, tratando de encontrar mi camino a tr

abitación, su rostro sombrío, sus ojos abiertos de miedo. Un destel

momento de vacilación, levantó al perro, acunándolo protec

erro. Ante

ta, cruda y dolorosa, pero completamente silenciosa. El fuego rugía a mi alrededor, el calor quemando mi pi

significaba más

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