Abandonada al fuego: La traición de mi esposo
/0/21971/coverbig.jpg?v=ff511c4059ba3bf46725e3457d5b89a1&imageMogr2/format/webp)
su verdadero amor, Isabella. Interpreté el papel de la esposa perfecta y predecible, esperando que
directamente, y luego levantó a nuestro perro y salió cor
ritando por él mientras consolaba a Isabella en la casa de al
, no sentí dolor ni rabia. No sentí nada. La chica ingenua que lo amaba fi
aje de texto confirmando que mi divorcio era defin
egía salvarm
í v
ítu
ista de Ce
la libertad se sentía como una broma. Me dolía el pecho, un eco hueco donde antes había una vida, y no me molesté en ocultar el temblor de mis manos. El docto
ró en la h
z tensa con una preocupación que sabía a cenizas en mi boca. Solo asentí, un movi
staba tan preocupado -suplicó,
arga casi s
s ojos, los míos desprovistos de cualq
estr
llamó, Celeste, tenía que ir. -Su explicación salió a tr
scara. No quedaba rabia, ni lágri
e. La retiré antes de que pudiera hacer
Damián. Solo q
Me recordaba de antes, fácil de herir, propensa a las lágrimas, siempre exigiendo su atención. La vieja Celeste se
volante. Quería preguntar. Quería saber qué había cambiado. Pero no le di nada.
no pudo so
an... callada? Es como si
eza, mirand
a, Damián? ¿Gritar? ¿
or el pelo, un ges
rumpió, incapaz de articular el abismo inqu
así? -terminé por él, mi voz plana-. La que siem
liva con
mbiado,
. Lo he hecho. Y no voy
Su nombre brilló en la pantalla, una interrupción d
do de su te
voy a volver a su casa esta
z apenas un susu
rendido, inc
o quedarme, Celeste.
ojos, mi mirad
, Damián. No c
s ojos, rápidamente reemplazado por
la pata. Pero lo arr
ué con l
mián. En serio
Isabella siempre era más fuerte. Se det
arde, ¿de acue
romesas vacías. Mientras el taxi se detenía, mi teléfono vibró e
al extranjero a Ginebra ha
. Justo cuando estaba a punto de sub
sido presentada oficialmente. Los p
he, hablando animadamente por teléfono. Isabella. Siempre
aunque no podía oírme-. F