La prisión del amor, ahogándose en el engaño
lejandra
Tepoztlán. Al bajar del coche, los vi. Eva, dramáticamente apoyada en Agustín, su
r estado tan asustado. Vinimos aquí a rezar, pero estoy demasiado débil. Agustín, ca
o mi piel. ¿Quería que yo, la verdadera víctima, rezara por ella y su hijo ilegít
ue hizo que el brazo de Agustín la r
¿Qué estás haciendo? Eva es frágil. Ve a r
a amarga escapándoseme-. Los único
Agustín, sus ojos desorbit
mí. Rezaré por nuestro bebé. -comenzó a arrodi
e tensó, pero sus ojos estaban fi
su voz baja y peligrosa-. No me hagas
ios ojos fríos y vacíos. Una
voz apenas un
spera, enviando una sacudida de dolor a través de mí. Un paso. Dos pasos. Cada uno un acto deliberado y agonizante de sumisi
o sendero de la montaña, el sol naciente proyectando sombras largas y retorcidas. Mis rodillas estaban entumecidas,
gustín y Eva esperaban en las puertas del templo, sus rostros impasibles.
suficiente
satisfecha
cánticos, cariño? ¿Para
ro se contrajo con una r
ugió, inter
rado arrebato. El mundo nadó ante mis ojos.
ante, atrapándome antes de que golpeara el suelo. Sus brazos fueron
miedo genuino. Se apresuró a bajar la mo