El Cruel Engaño de Mi Terapeuta Celebridad
daba sobre mí. La voz del doctor era un zum
auma fue demasiado severo. Y el tumor... está reaccionando mal al estr
o grabado de piedad, me dio
, querida. Evita más
roma cruel. Mi esposo ni siquiera había apa
urrucada en los brazos de Carlos en una playa bañada por el sol. Su brazo la envolvía protectoramente, su rostro una máscara de tierna preocupación
anta. Apreté los ojos, las lágrimas finalmente corrían por mis sienes, mojando mi cabello. Mi bebé. Mi precioso bebé mil
cipal, el aroma familiar y reconfortante de mi hogar había sido reemplazado por un perfume floral empalagoso y dulce. Mis ojo
leve ceño fruncido en sus labios. Sus ojos se posaron en mi fa
hando la alfombra de s
". No tenía idea de lo que esa sangre representaba. De todos modos, no le importaría. Me recordé
lodía alegre. Carmen. Llevaba mis pantuflas de seda. Caminó
u té favorito. -Señaló la tetera. La mía. La que l
emoción, como si estuviera dando el pronóstico del tiempo-. Necesita un
sintió c
tis, como empleada doméstica. Solo hasta
hirvió. Pero no podía gritar. No podía enfurecerme. La cabeza me latía. Simplemente me
ó, su voz baja
. Carmen ya ha pasado por sufici
a-. ¿Comprensiva con la mujer que mató a mi hijo? ¿La mujer
ar mi falda, una expresión de
sentido. Necesitas des
plicar, un grito teatra
ano! ¡Me co
cada. Oí sus murmullos frenéticos, el delicado gemido de Carmen. Regresó,
rostro surcado de lágrimas,
Solo intentaba ayudar, lav
rlos, su voz suave, gentil-
da y de encaje de la cesta de la ropa sucia -la ropa interior d
propia sangre, ahora lavaba con ternura la ropa íntima de otra mujer. Solía hacerme sentir asquerosa por existir, por ser humana, por t
funda, construida sobre su vulnerabilidad fabricada y su complejo de salvador. Finalmente había encontrado a alguien
e un golpe. Esto
se apoderó de mí. Saqué los papeles del divorcio, ya fi
, Carlos.
máscara de rabia. Con un violento movimiento de su brazo, env
s siendo dramática, Alej
ó y corrió hacia él, trata
, cariño
oz finalmente quebrándose-. ¡Sanguijuela manipul
de balbucear una negación. Pero no esperé. Me di l
nunca más! -rugió Carlos, su voz espesa de furia-.
lo que pareció una eternidad, sonreí genuinamente. U
je, mi voz c
rás el caos, la traici