El Cruel Engaño de Mi Terapeuta Celebridad
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dades, desnudo con nuestra empleada doméstica. Según él, era "terapia somática". Yo est
caída y un aborto espontáneo, cul
ras me desangraba en el suelo, mi esposo se burló: "No monte
a, pintándome públicamente como una delirant
bía deshecho de
acaría de allí. No sabía que fing
to de darle al buen doctor una
ítu
arlos ya se había ido. Una nota en su almohada decía "paciente urgente". Siempre era un paciente urgente, siempre una crisi
a canción, imaginando su cara de sorpresa, su sonrisa genuina, esa que rara vez me dedicaba. Me puse el vestido de seda
desvaneció, reemplazada por un dolor sordo. Llamé a su clínica en Santa Fe, pero su asistente
apeuta de las estrellas, era un maestro en eso. Creía en sanar el trauma a t
de especialidad favorito y conduje hasta su clínica privada. La clínica estaba en silencio, la sala de espera vacía. Caminé por el
se congeló en mi cara. Se me cortó la respiración. El termo se resbaló de mis manos te
semanas por robar baratijas caras. Estaba sentada a horcajadas sobre él, con la cabeza echada hacia atrás, su cabello un desastre salvaje contra los cojines impecables. Su piel, no
ó el silencio, confirmando la intimidad que estaba presenciando. Mis o
sa con una falsa vulnerabilidad-, me sal
algo que no pude oír, pero la ternura en su tono fue un cuchillo retorciéndose
armen chilló, bajándose de Carlos de un salto, tratando de cubrirse con un cojín. Carlos, que ya la estaba apar
susurro tenso, cargado de in
corpulento, apestando a cerveza rancia y desesperación, irrumpió en la sala. Beto "El Bronco" Muñoz. El e
tro contorsionado por la rabia-. ¡Jura
con la mandíbula de mi esposo. Carlos trastabilló haci
ncogida detrás
estaba ayudando!
as uniformados, las sirenas aullando débilmente desde afuera. La esc
mente, ajustando la manta con la que Carmen se habí
bien,
licía, su rostro una más
sesión de terapia somática radical para tratar su trastorno de estrés postraumático
ían genuinamente confundidos. Miraron a Carmen, todavía temblando y llorosa, y lu
asintió débilmente, las lág
ando. Estaba tan rota. E
eron rápidamente a Carmen, tranquilizándola con un suave asentimiento. La estaba protegiendo a ella. Su re
ió que no era una disputa doméstica en el sentido tradicional, sino un extraño "incidente tera
rcó, sus labios
o es muy poco profesional, y has puesto e
s palabras tenían un s
abas acostando con nuestra
a mano por su cabello
plejo y experimental para casos extrem
realmente se creía su propia y egoísta ilusión. Apartó la vista y luego v
armen esté estable. Esto ha s
a. Lo vi irse, con el pecho oprimido. El hombre que había amado durante una década, el hombre que
hora se sentía como una tumba. Entré en nuestra habitación, el lugar donde habíamos compartido tantos momentos íntimos, donde habíamos construido una
ada a conseguir lo que quería, pero él fue el que se resistió. Rechazó mis insinuaciones, afirmando que estaba demasiado centrado en su carrera, demasiad
aban obsesionada. Mi familia se preocupaba. Pero yo estaba convencida de que era la indicada para él. Y finalmente, después de años, ced
ensé que me había ganado su amor, su respeto. Pero hoy, vi la verdad. Nunca me amó. Amaba la imagen q
no, como si nada hubiera pasado. Pasó a mi lado en la
jandra? -Su voz era plana, de
os. La fachada
y de Carmen? ¿Qu
n un leve c
na paciente muy frágil. Tenía tende
¡Tuviste una opción, Carlos! ¡Podrías haberla referido a otro lu
sus ojos
es un asunto médico. No entiendes las co
iente. La voz que usaba para aplacar a los pacien
ca admitiría lo que había hecho. Lo retorcería, lo racionalizarí
su mirada evaluán
ás necesites descansar. Arreglaré
eal hasta convertirlo en un delirio. Pero él no lo sabía todo. No sabía que est
esesperación. No. No me medicarían, no me descartarían. Tenía
firme-. No necesito un sedante. Necesito t
te en su lugar. Mi mente corría, formando un plan. Un plan desesperado y peligroso.