La hermana que él despreció, ahora adorada
Garz
ón. Pasé de nuevo por la sala, con un dolor fantasma en el pecho. Alejandro seguía pegado a la transmisión en vivo de Camila, ajeno
grande para que lo ignorara, e incluso entonces, dudaba que lo relacionara con algo más que una simple inconveni
o y duro: no sabría cuándo me fui. No s
ías. Tres días para de
o que una vez se entrelazó con él. Empecé con la ropa. Cada prenda que empaqué fue una elección deliberada, despojándome de la piel de la vieja Sofía. Los vestidos que él había elogiado,
mi graduación de preparatoria, que él había colocado detrás de mi oreja con un toque raro y gentil. La foto desc
r trazando su rostro sonriente. Una lágrima, caliente e inoportuna, se escapó y desdibujó su imagen. Por un momen
io de la infancia. Un libro pequeño y gastado con un candado endeble que
la respiración. Cada entrada, cada garabato infa
tarra hoy. Sus dedos son tan fuerte
les. Dijo que podría ser una diseñado
l día hablando con ella. Siento que mi coraz
ra casi vergonzoso de leer. Recordé cómo me había protegido de los bravucones, cómo me había ayudado pacientemente con las matemátic
solo por el amor perdido, sino por la niña perdida que había v
a voz dentro de m
la rosa seca, la foto, todo corrió la misma suerte. Cada rasgadura era una liberación física, una ruptura de un lazo. El sonido del papel ras
é y la empujé al fondo de mi clóset. Fuera de la
cerró de golpe abajo. Lue
a contra mis costilla
rea de Camila flotar a tr
bre nuestros hermosos centros de mesa? He oíd
palabras aterrizaron como
erca esta vez, justo afuera de
mos las orquídeas más exquisitas para la fiesta de compromiso. ¡Alejandro d
subterránea de algo más. Un triunfo sut
a pequeña caja elegantemente envuelta en la mano. Su sonrisa perfecta no llegaba a sus oj
, mi voz plan
turreó, extendiendo la caja-. Un pequeño agradecimi
e seda, había una delicada pulsera de plata. Un pequeño y intrin
que Alejandro me había regalado cada Día de la Madre, dici
or metálico en mi boca se intensificó.
vista de su teléfono,
é pasa? Te
de Camila
la plata, Álex? Pens
e su supuesto afecto, ahora convertido en un arma por su prometida. El desprecio casua
s una sensación vertiginosa me in
uso los ojo
Siempre eres tan dram
una palmadit
das a regalos tan considerados. -Su mirada se posó en mí, un destello de m
Alejandro ni siquiera se dio cuenta. Ya est
tono le faltaba convicción. Ni siquiera
. La estaba defendiendo. Otra vez. Siempre la d
sa en mi mano. Esto no era un regalo. Era una declaración de guerra. Una señal final e
ta crueldad total y displicente. Esto era r
lo era correcta. Era una