Me robaron todo: Ahora yo tomo lo mío
por años de inactividad forzada y las insidiosas drogas de Carlos, dolían con un palpitar sordo y persistente. Pero el dolor en mi corazón eclipsaba cualquier
mi habitual licuado de "recuperación" en su mano. Sus ojos, una vez percibidos
astante rápido anoche. -Apartó un mechón de pelo de mi cara, un gesto que solía llenarme de calidez
iva. Lo miré, luego a su rostro expectante, un destello de desafío encendiéndose dentro de
o fragmentos de vidrio en mi garganta. Aparté su mano, el vaso
us ojos. No estaba acostumbrado al desafío de mi parte. S
zoncito? Usualmente te
ción, un cambio sutil que pareció desconcertarlo. Era el desprecio silencioso de una r
temente, volvió a colocar e
nces? -Sonaba perturbado, molesto por esta i
implemente-. Agua
vienta. Cuando María, nuestra amable ama de llaves, llegó,
lave -instruyó Carlos, su tono un poco más agudo de lo
icuado, un sutil destello
ijo que las bebidas de la señora Kelley deben prepararse
ra solo su asistente; era la carcelera de mi prisión. Contro
ena, que acababa de entrar en la habitación, se detuvo en seco, una expresión de
es, la gente como nosotras simplemente no sabe qué es lo mejor para sí misma. Especialmente cuando estamos... confinadas. -Su mirada recorrió mis piernas inmóviles, una sonri
imagen perfecta. Por un momento fugaz, sentí una ola familiar de desesperación, el peso aplastante de su influencia, los
para que me defendiera. Él estaba de pie junto a Jimena, su brazo todavía casualmente alrededor de ella,
de Jimena-. Solo está cuidando de ti. Tiendes a... pensar demasiado las cosas. Y tu condición, ya sabes, puede ser bastante agotadora.
misma cosa que él había causado. La traición definitiva. Mis ojos ardían, per
para destruirme, orquestada por el hombre que amaba, ayudado por la mujer cuyo padre me había dejado lisiada. Eran un par de víboras,
conscientemente los bord
ila, casi serena-. Tienes razón. Me discul
e creyó. Creyó en mi sumisión. Estaba tan cegado por su propia arrogancia, por su sentido
rostro-. Ella entiende. Siempre lo hace, eventualmente. -Le dio a Jimen
iunfo puro e inalterado bailó en sus ojos, una silenciosa y viciosa declaración d
el rostro complaciente de Carlos. Mi mente era un torbellino de recuerdos, promesas rotas y revelaciones escalofriantes. Había prometido un pa
ambió de inmediato. La dulce sonrisa desapareció, reemplazada por una sonrisa cruel y depredadora. Tomó una delicada figurilla de porcelana de mi me
pieza. -Con un movimiento de muñeca, dejó caer la figurilla. Se hizo añicos en el suelo de mármol, un so
n mi pecho. Estaba desmantelando sistemáticament
urro, pero cargada de una nueva y escalofrian
geló, su rostro perdiendo color. Sus ojos, usualmente tan confiados, se
udeó, su voz delgada, forzada-.
antable. Una fría satisfacción se extendió
ncio Howard. El hombre que me atrop
tos de miedo, de repente se entrecerraron con
que se vio obligado a conservar! -Dio un paso más cerca, su voz un siseo-. ¿Y Carlos? Siempre te odió. Se casó contigo por las conexiones de tu familia, pero me amaba a m
mplemente piezas de un rompecabezas, ahora completamente ensamblado, revelando una imagen de depra
-pregunté, mi voz peligrosamente suave-. Es un castill
olvidado. Pronto, estarás fuera de esta casa, fuera de nuestras vidas, y nadie recordará siquiera que exististe. -Tomó mi bastón plateado, un símbolo de mi frágil independencia, y