Su promesa: los bebés de la mafia
pués de terminar mi semana trabajando detrás del bar, llegó el fin de semana y de alguna manera logré reportarme enferma. Cristian no se involucr
mbargo, ya no quería seguir haciéndolo, al menos no con un bebé en mi vientre. Después de buscar diferentes
ínica de ab*rto y lo apretaron con fuer
ía darle a mi hijo la vida que merecía. La adopción estaba fuera de discusión porque me conocía bien a mí misma. Sabía que me encariñaría demasiado ráp
bada sería sencillo y que luego todo se haría rápido, pero no fue así. Para mi mala suerte, no estaba lista para todas las preguntas que me hicieron, incluida la pregunta sobre por qué quería ab*rt
tiempo dejara pasar, más rápido me arrepentiría de mi decisión. No era que no quería ser madre, porque l
. Busqué los diferentes procesos de ab*rto e incluso miré algunos v
síntoma de mi embarazo, sino de un vómito causado por la combinación de mis nervios y mi disgusto. Solo quería realiz
hizo preguntas, pues Esperanza y Laura eran las únicas am
verdaderas mejores amigas y, por lo general, se suponía que una debía confiar en sus amigas. Sin embarg
uién podría tratarse. -¿Quién es? -llamé a la puerta, esperando que nadie respondie
or qué vend
instinto me llevó a esconder el folleto de la clínica primero que nada. Luego encendí la tele
ntrar sin invitación y mirar alrededor. Tenía dos bolsas en las manos, lo que me hizo preocuparme porque parecía que no se iría tan pronto.
esos seis meses que lo conocía, se había convertido en una figura paterna para mí. Lo único malo de e
nen. Pareces un ángel de la muerte, pero no te preocupes. Tengo la rece
labras era por desgracia una maldición de la familia Escobar que
a no sería solo extremadamente irrespetuoso, sino que también sería una pérdida de tiempo. -Bien, haz lo que tengas que hacer -respondí. Poco después, se mant
e no quería traer a este bebé al mundo se debía a que tenía miedo de Cristian y de los negocios en los que estaba involucrado. Aun así, tenía al real jefe, al jefe de la mafia, preparándome una s
o me había preparado comida después de todo. Lo mínimo que podía hacer era obedecerlo, así que envolv