Su promesa: los bebés de la mafia
ué con la cabeza e intenté cubrirme con la sudadera incluso más de lo que ya me había cubierto. Había estado en pie en el
lo absoluto estar embarazada a los veintiún años, así qu
cesitaba estar segura y esas eran las más confiables. Para mi mala suerte, no sabía nada de estas c
taba y no pude evitar preguntarme por qué había sido tan irresponsable. Los c*ndones existían por una razón, pero no los usé porque c
omo pude para así evitar que mis lágrimas cayeran. Sin embargo, antes de que me diera cuenta, había perdido el control y me encontraba llorando. Lo
tes de darme la vuelta. Era un pequeño no mayor de diez años y me estaba mirando con unos grandes
aba, seguido de otro hombre detrás. Me tomó un segundo reconocerlo. Era el mismo sujeto
uerte no estaba a mi favor y todo por culpa de ese pequeño niño. -Pero está llorando, Vicente. Y me di
ó el otro hombre y, poco después, sentí
za. Tenía la esperanza de que no pudiera reconocerme, pero, al ver cómo agrandaba sus ojos al verme, sabía que no
ada. Siempre me había sorprendido la manera en la que otras personas continuaban la conversaci
Bob. Una pregunta rápida, ¿por qué lloras? -preguntó el pequeño niño y recib
trolar mis lágrimas para que él pudiera dejarme sola. Pero en e
mbarazada -dijo sin ningún reparo Luis, caminando hacia Vicente. Bob se quedó detrás con las manos agarradas. Supuse que era una esp
o -dijo finalmente Vicente y dejó ir mi mano. -Solo qu
mi hermano. Estaba en un sitio llamado por... -habló sin ningún filtro Luis, pero no pudo terminar s
stro al ver que Vicente se estaba muriendo de vergüenza. No pude evitar reírme también al ver el pequeñ
y estuve con un par de familias de acogida, así que conocía bien cómo los pequeños niños eran capaces de decir t
cambiando de tema. Me sorprendió su repentina pregunta e
n prontitud. Solo cuando lo escuché soltar una risa me di
r un niño al mundo es una bendición -dijo y miró a Luis, que ya se había distraído en su celular. Sus palab
ntí mal por la manera en la que lo hizo. No había sido mi intenci
ero sabía que tenía una buena relación con Cristian y no quería que se enterase bajo ninguna circunstancia cuand
sonrisa. Nos miramos el uno al otro por unos segundos, pero, justo después, me c
en ya había guardado su celular, una palmadita en la cabeza. -Adiós, señorita -lo escuché gritar, pero yo ya
ueba. Sí, estaba tan preparada que incluso me había tomado dos botellas de agua antes
ed como una zombie y pensaba en mi vida. Me había graduado de la secundaria con malas notas y dejé la universidad p
ta qué. N
a alarma de la prueba, que casi me hizo saltar. Con pasos de bebé, ca
, que sea
mi vida y olvidarme de todo esto. Sin embargo, cuando abrí los ojos y leí exactamente
ada, +3