La mujer que casi mató vive
ista de Al
shock y rabia. Dio un paso hacia mí, con la mano levan
a del recibidor, sus flores pintadas de repente feas. Lo arrojé contra la pared cerca de su cabeza
abia reprimidos alimentando cada sílaba. "¡Hablemos de cómo la trajiste a ella", señalé salvaje
inalmente desmoronándose. "¡Allie, cómo te at
"Y no finjas que eres inocente, señora Pate. Sabías exactamente lo que estabas
re, con el rostro morado. "¡Y no tienes
tembloroso. "¡La mitad de esta propiedad, este 'pedigrí' del que estás tan orgullos
aciguadora en el brazo de mi padre. "Cariño, por favor. Ahora no. Tenemos invitados que llegarán pron
harse furioso, presumiblemente para calmarse. La señora Pate me dedicó una sonrisa tensa y triunfante antes de seguirlo,
un recordatorio de mi absoluto fracaso. La imagen de los ojos fríos de Augusto, el nombre de Carolin
a como un tambor hueco. Me arrastré escaleras abajo, esperando escabullirme sin ser vista, pero la casa ya
ces l
gu
ajado. Mi padre, que me había condenado apenas unas horas antes, le sonreía radiante, su ma
do a Augusto, su voz goteando una dulzura artificial. "Augusto,
promiso de Carolina. Un pavor frío se filtró en mis hueso
il, descendió la escalera, su sonrisa brillante e inocente. Miró directamente a August
do ver dirigida hacia mí. Caminó hacia ella, extendió su mano, y ella la tomó, sus dedo
bara de notar mi presencia. Sus ojos, los mismos que me habían visto romper su cheque en
on el brazo, su mirada orgullosa en Augusto. "Allie, querida", ronroneó la señora Pate, sus ojos
tero giró, la habitación se inclinó vio
, anunció mi padre, su voz resonando con
puerta, tratando de estabilizarme. La humillación, la traición absoluta y aplastan
era una broma. Una br
hacia él, su mano descansando delicadamente en su brazo, un diamante brillando en su dedo
lugar en el corazón de mi padre, ahora se preparaba para reclamar al hombre que sin esfu
ra, el hombre que me había prometido seguridad, el hombre al que le había entregado mi corazón, l
e una buena práctica". Había practicado conmigo, se había moldeado a sí mismo en el hombre que pens
pletamente sola, a la deriva en un mar de engaño y traición. Mi propia familia, el hombre que amaba, todos con
a. Esto no era solo una coincidencia; era parte de su crueldad calculada. Quería que lo vie
diferente de fuerza comenzó a unirse en su lugar. Una fuerza nacida de la desolación absoluta. Me habían llev
on una alegría enfermiza. Pensaron que habían ganado. Pensaron que me habían
o no había terminado. Ni de lejos. El juego acababa de empeza