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La mujer que casi mató vive

Capítulo 3 

Palabras:1266    |    Actualizado en: 15/12/2025

ista de Al

shock y rabia. Dio un paso hacia mí, con la mano levan

a del recibidor, sus flores pintadas de repente feas. Lo arrojé contra la pared cerca de su cabeza

abia reprimidos alimentando cada sílaba. "¡Hablemos de cómo la trajiste a ella", señalé salvaje

inalmente desmoronándose. "¡Allie, cómo te at

"Y no finjas que eres inocente, señora Pate. Sabías exactamente lo que estabas

re, con el rostro morado. "¡Y no tienes

tembloroso. "¡La mitad de esta propiedad, este 'pedigrí' del que estás tan orgullos

aciguadora en el brazo de mi padre. "Cariño, por favor. Ahora no. Tenemos invitados que llegarán pron

harse furioso, presumiblemente para calmarse. La señora Pate me dedicó una sonrisa tensa y triunfante antes de seguirlo,

un recordatorio de mi absoluto fracaso. La imagen de los ojos fríos de Augusto, el nombre de Carolin

a como un tambor hueco. Me arrastré escaleras abajo, esperando escabullirme sin ser vista, pero la casa ya

ces l

gu

ajado. Mi padre, que me había condenado apenas unas horas antes, le sonreía radiante, su ma

do a Augusto, su voz goteando una dulzura artificial. "Augusto,

promiso de Carolina. Un pavor frío se filtró en mis hueso

il, descendió la escalera, su sonrisa brillante e inocente. Miró directamente a August

do ver dirigida hacia mí. Caminó hacia ella, extendió su mano, y ella la tomó, sus dedo

bara de notar mi presencia. Sus ojos, los mismos que me habían visto romper su cheque en

on el brazo, su mirada orgullosa en Augusto. "Allie, querida", ronroneó la señora Pate, sus ojos

tero giró, la habitación se inclinó vio

, anunció mi padre, su voz resonando con

puerta, tratando de estabilizarme. La humillación, la traición absoluta y aplastan

era una broma. Una br

hacia él, su mano descansando delicadamente en su brazo, un diamante brillando en su dedo

lugar en el corazón de mi padre, ahora se preparaba para reclamar al hombre que sin esfu

ra, el hombre que me había prometido seguridad, el hombre al que le había entregado mi corazón, l

e una buena práctica". Había practicado conmigo, se había moldeado a sí mismo en el hombre que pens

pletamente sola, a la deriva en un mar de engaño y traición. Mi propia familia, el hombre que amaba, todos con

a. Esto no era solo una coincidencia; era parte de su crueldad calculada. Quería que lo vie

diferente de fuerza comenzó a unirse en su lugar. Una fuerza nacida de la desolación absoluta. Me habían llev

on una alegría enfermiza. Pensaron que habían ganado. Pensaron que me habían

o no había terminado. Ni de lejos. El juego acababa de empeza

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