Mi Norte Verdadero tras su engaño
/0/21434/coverbig.jpg?v=ddef7c0c8b5cecd65e2c618aaf7b6dbd&imageMogr2/format/webp)
de mi vida para financiar la carrera de
os construyendo
enderlo con una propuesta de matrimonio e
Janessa, mi mejor am
lomé en
ospital, la pesadilla n
una inocencia cr
, igual que cuando se enfermó su perrito. Han sido una
re se m
por fin había dejado a su «cajero automático» par
ansferencia de «emergencia», h
vestido que yo le compré mientra
del hospital, listos para
no era la c
ruebas en su teléfono y me preparé para
ítu
os fragmentos cuando lo vi arrodillado, no para mí, sino para ella. Mi mundo, construido sobre cuatr
Él era Erick Williams, mi novio, estudiando derecho a miles de kilómetros de distancia, en la soleada Guadalajar
or amiga desde la infancia, por teléfono, su voz siempre
hacía que la distancia pareciera menos abrumadora. Confiaba en ella ciegam
dos de cuenta de mi tarjeta de crédito eran un testamento de mi fe en nuestro futuro: vuelos, renta, despensa, materiales de estudio; cada gasto meticu
nas, su voz cargada de una ternura que siempre derretía mi corazón-. Eres mi
un sonido cál
r mommy* esté feliz. Hay que mantener el
guetón, pero me hacía sentir am
elo en mi mano, un diamante brillando en su interior, lista para sorprenderlo con una propuesta, para consolidar nuestro futuro de una vez
as y flashes de cámaras explotaban alrededor de un punto focal, atrayéndome. Me abrí paso entre
i Erick. Estaba allí, en
o me invadió, pero no era por el viaje. Era
de ro
staba mir
a mujer de pie ante él, su rostro ilumina
egar la horrible escena que se desarrollaba ante mí. Apreté los ojos, deseando que la imagen desap
cruda e innegable. Erick, mi novio, estaba pro
odillas cedieron. Sentí como si mis pulmones hubieran olvidado cómo respirar, como si mi corazón hubiera
su voz resonando con una pasión q
do. Estos últimos tres años contigo han sido los más felices
ras yo pagaba sus cuentas, volaba por todo el país, planeando nuestro futuro, él le decía a
orriendo por su rostro,
l veces s
nfante brotando, un sonido que desgar
e yo había elegido, pagado y enviado para ella el mes pasado, creyendo que era para la gala de graduación a la que decí
temblaban, la caja de terciopelo se deslizó de mis dedos inertes, cayendo al suelo con un ruido sordo, su contenido der
algo a Erick, su rostr
amor. Estoy tan feliz de que y
de Janessa. Un anillo diferente. No el que yo le había comprado a él, el costoso reloj que le había regalad
vítores, una cacofonía de alegría q
smo-. Se conocen de toda la vida, siempre juntos en clase, en l
oz int
sabían que se casarían tarde o tempr
fuerza de un golpe físico. Las flores que sostenía, destinadas a una celebración alegre, se deslizaron de mi agarre, cayendo al suelo como mis sueños destroz
gris ominoso. Una presión sofocante se acumuló en mi cabeza, luego un mareo vertiginoso. Mis piernas cedieron. Lo último que escuché antes d
ación de hospital, el suave pitido de las máquinas como única compañía. Una
vemente, su voz tranquila-. Un ataque de pánico, provo
esperadamente mi teléfono, mis dedos temblaban mientras intentaba marcarle a Erick. No contestaba. Lo intenté de n
a sentido a esta pesadilla. Llamé, pero se fue directo al buzón de voz. Intenté
es y punzantes, aterrizando en la pantalla de mi teléfono, manchando las pa
sosteniendo una pequ
rick, proponiéndole matrimonio a su novia, Janessa. Una pareja tan encantadora. Siempre tan atentos el uno con el otro, especial
abía dicho que él estaba enfermo el invierno pasado, que había estado preocupadísimo por su perro. Me había llam
nueva agonía que acabab
sabían que estaban destinados a estar juntos. Vaya sorpresota para la graduación. -Sus pa
sa. Seguro que
margo contraste con la realidad que se hundía lenta y dolorosamente. Las inocentes palabras de la enfermera acababan d