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Servida con sobras por mi cruel esposo

Capítulo 4 

Palabras:1222    |    Actualizado en: 11/12/2025

e un monitor cardíaco. Paredes blancas, sábanas blancas, luz ten

or la preocupación, la fatiga sombreando sus ojos amables.

ró, con voz suave

e la miré fijamente,

rca, con una mano

lvo. Vas a

zo de la aguja ni siquiera se registró. Traté de incorporarme, luego caí hacia atrá

junto a la cama, i

po por las molestias. Estoy lista para reanuda

boca. Extendió la mano, sus dedos fl

estaban llenos de horror. Trató de alcanz

rimario apoderándose de mí. No me toq

asó? -su voz temblaba

buscando desesperadamente a

enti

jos en el inmaculado piso blanco. No h

eléfono de Alicia. Buscó a tientas, con el ros

. Su

istérica graznó desd

lorar! ¡No se calla! ¡Braulio es u

ada de puro pánico

léfono de su oído,

ssandra todavía se

¡Tiene que volver! ¡Ahora! -la

a mirar el teléfono. Suspiró,

ué pued

ntando, ignorando el

voz apenas un susurro

ezcla complicada de e

o tienes el a

ostro pálido y los ojos salvajes. Echó un vistazo a mi cost

z estaba espesa de acusación, pero tambi

-exigió, con los ojos muy

risa lenta y escalofriante

ve, apenas audible-. Me dijiste que lim

amente, con los ojos muy abiertos po

no quis

e nuevo, cortándolo. Karla. Su voz chil

S?! ¡Ven a casa AHORA!

apado en los faros. Volvió a mirarme, una súplica

sentimiento sutil, un movimiento de cabeza apenas

e un lado a otro, con el cabello hecho un

raulio, luego me fulminó con la mirada-. ¡Ha estad

aba efectivamente llorando a todo pulmón, con la c

ave canción de cuna, la que mi madre solía cantarme. La melodía familiar l

ada en sus ojos. Miró de mí, sosteniendo a nuestro hijo

la mirada

u cuarto? -sugirió, con la voz falsamente dulce-. Se

a mí, una advertencia. No

servicio. Una jaula. Mientras me alejaba, escuché los sonidos débiles y ahogados de

vemente a polvo y abandono. La puerta se cerró con un clic det

gado llegó a mis oídos, seguido por la voz baja de Braulio.

la delgada pared-. Estuviste tan bien esta no

una burla, un recordatorio

aire de la noche era fresco y nítido. Metí la mano en mi bolsillo, sacando

un placebo. Ella me había estado quitando la medicación

o el polvo blanco disolverse en la oscuridad. No más

as de Alicia, vibró discretamen

a pequeña cuna improvisada. Su calor me llen

ueña y gastada. Adentro, una muda de ropa, algunos pañales y una pila gruesa de documentos. Mi ev

la mansión, un fantasma reclamando su vida, su hi

uavemente. Alicia estaba allí, con el rostro sombrío

é, abrazando a L

retrocedió en la oscuridad. Era libre. Y ni si

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