Servida con sobras por mi cruel esposo
e un monitor cardíaco. Paredes blancas, sábanas blancas, luz ten
or la preocupación, la fatiga sombreando sus ojos amables.
ró, con voz suave
e la miré fijamente,
rca, con una mano
lvo. Vas a
zo de la aguja ni siquiera se registró. Traté de incorporarme, luego caí hacia atrá
junto a la cama, i
po por las molestias. Estoy lista para reanuda
boca. Extendió la mano, sus dedos fl
estaban llenos de horror. Trató de alcanz
rimario apoderándose de mí. No me toq
asó? -su voz temblaba
buscando desesperadamente a
enti
jos en el inmaculado piso blanco. No h
eléfono de Alicia. Buscó a tientas, con el ros
. Su
istérica graznó desd
lorar! ¡No se calla! ¡Braulio es u
ada de puro pánico
léfono de su oído,
ssandra todavía se
¡Tiene que volver! ¡Ahora! -la
a mirar el teléfono. Suspiró,
ué pued
ntando, ignorando el
voz apenas un susurro
ezcla complicada de e
o tienes el a
ostro pálido y los ojos salvajes. Echó un vistazo a mi cost
z estaba espesa de acusación, pero tambi
-exigió, con los ojos muy
risa lenta y escalofriante
ve, apenas audible-. Me dijiste que lim
amente, con los ojos muy abiertos po
no quis
e nuevo, cortándolo. Karla. Su voz chil
S?! ¡Ven a casa AHORA!
apado en los faros. Volvió a mirarme, una súplica
sentimiento sutil, un movimiento de cabeza apenas
e un lado a otro, con el cabello hecho un
raulio, luego me fulminó con la mirada-. ¡Ha estad
aba efectivamente llorando a todo pulmón, con la c
ave canción de cuna, la que mi madre solía cantarme. La melodía familiar l
ada en sus ojos. Miró de mí, sosteniendo a nuestro hijo
la mirada
u cuarto? -sugirió, con la voz falsamente dulce-. Se
a mí, una advertencia. No
servicio. Una jaula. Mientras me alejaba, escuché los sonidos débiles y ahogados de
vemente a polvo y abandono. La puerta se cerró con un clic det
gado llegó a mis oídos, seguido por la voz baja de Braulio.
la delgada pared-. Estuviste tan bien esta no
una burla, un recordatorio
aire de la noche era fresco y nítido. Metí la mano en mi bolsillo, sacando
un placebo. Ella me había estado quitando la medicación
o el polvo blanco disolverse en la oscuridad. No más
as de Alicia, vibró discretamen
a pequeña cuna improvisada. Su calor me llen
ueña y gastada. Adentro, una muda de ropa, algunos pañales y una pila gruesa de documentos. Mi ev
la mansión, un fantasma reclamando su vida, su hi
uavemente. Alicia estaba allí, con el rostro sombrío
é, abrazando a L
retrocedió en la oscuridad. Era libre. Y ni si