El último y amargo adiós de mi corazón
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e fue ver la mano de mi prometido deslizarse hacia la de mi mejor amig
queño en mi contra, el niño que
lebrada en mi casa y pagada co
e o
el mundo celebraba su historia de amor. Veían a una mujer débil y mo
es dejé un último regalo, las últimas palabras de una mujer muerta. Cuando yo muera, her
ítu
NA SA
e Damián entrelazándose con la de Débora, al otro lado del cristal, lo que realmente selló mi destino... y
erca, la cabeza de ella descansando en su hombro. Él le acariciaba el brazo, un gesto que antes era solo para mí. Se me revolvi
que cualqu
ó en mi dirección. Débora lo rodeaba con su brazo, una imagen de consuelo maternal que yo me habí
amor que una ve
ía amado incondicionalmente y para las que había construido un imperio, estaba al otro lado de esa puerta, traicionándome. En
e volví, con una sonri
s, ¿sema
a, la calma de una directora general. Per
n los ojos lle
ento experimental ofrece una pequeña posibilidad,
na preocupación que no había vi
de que quiere
s de que nuestros padres murieran, solo para que a Elías nunca le faltara nada. Mi juventud, mis sueños, todo lo invertí e
e un susurro, pero firme
pareció so
nica opción. Sin
erdida-. Mi decisión está tomada. Le c
ción. Ya era un fantasma,
s bien, yo la construí y él se colgó de mi éxito, disfrutando de mis logros. C
enua ha
de la pobreza, le di un hogar, una educación, un puesto clave en mi empresa. Era como una hermana para mí, más que una hermana, era la familia que elegí cua
e ella anhelaba más de lo que yo le estaba dando, que algún día podría tomarlo todo
risa que no le llegaba a los ojos. Olía ligeramente
ariño. ¿Cóm
ida que me crispaba los nervios. Sus ojos reco
blancas y almidonadas, la bata
ián. Tan bien co
a microexpresión. Se movió incómo
mencionó... el trat
, usualmente tan seguro, estaba nublado por un
arga, un sonido h
que Débora nece
ojos, sosteni
r en par, luego se estrech
or supuesto que no. ¿
nado, pero su voz s
amos,
ra puramente
ndición de Débora es mucho peor, ¿no es a
ando el destello d
tam
dijeron los doctores. Y tú, Juliana, siempre te ves tan fuerte
mo si mi apariencia fu
ñado de pastillas que tragaba cada pocas horas, solo para evitar que mi rostro se contrajera de dolor. Los potentes analgésicos eran un arma de doble filo, adormecían el asal
oz tranquila, casi serena-. Ella lo n
ue inundó su rostro fue inmediato, abrumador y absolutamente
.. ¿habla
ara que la trampa se revelara, pero sus
ser terca
rera que no podía ser amada. La verdad era que era la única forma que conoc
lías seguían acurrucados, una familia perfecta y roba
sin un