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La agridulce venganza de la esposa desatendida

Capítulo 5 

Palabras:1590    |    Actualizado en: Hoy, a las 10:11

ista de El

ca de Elena con una fuerza que la hizo jadear. Sus ojos, oscuros

n retumbar bajo y peligroso-. ¿Y

presa, se soltó de un ti

de divorcio de Elara. -Lo dijo con una calma aut

mente hacia mí, sus ojos

erando en las sombras? -Su mirada pasó de Elena a mí, llena de desprecio-. Tan rápida para descartarme, pero tan ansiosa por encontrar consuelo en otro lugar. -Se inclinó, su voz bajando a u

... fue demasiado. Una rabia al rojo vivo, como nada que hubiera sentido antes, surgió a través de mí. Mi mano se movió ante

n lado, una marca carmesí floreciendo en su m

áriz -intervino Elena, su voz aguda por la indignac

disparado, conectando con la mandíbula de Elena. El sonido fue nauseabundo. Elena tropezó hacia atrás, colapsando sobre

iolencia, tan cruda y desenfrenada, me paralizó por una fr

y retorcida, mucho peor que cualquier mareo que hubiera sentido antes. Se me cortó la respiración, un sollo

a, me miró. Luego, sus ojos se abrieron de par en par, s

do la forma inconsciente de Elena-. Elara, mi amor, ¿qué es? Te llevaré a un médico. Inmediatamente.

bdomen todavía estaba allí, un recordatorio constante y molesto. Braulio estaba a mi lado, su mano aferrando la mía, su rostro pá

, ¿estás bien? Lo siento mucho

viejo Braulio, el Braulio cariñoso y gentil, finalmente había regresado. Quizás el shock crudo

amiliar y empalagos

lo estaba siendo dramática. Siem

strillo, una venda sobre la sien. Sus ojos, sin embargo, ten

rnos. Tu abuelo está furioso por tu pequeño 'altercado' en el

ó, pero su mirada pe

pila arrugada de documentos, los mismos que se habían esparcido por el suelo del café-. Braulio los recogió

ta no era por preocupación; era para confirmar mi partida, para asegurar su lugar. Observé cómo u

da de un acero innegable-. Viste los papeles en el café, y viniste a

reemplazada por un momentáneo destello

lio. Está tan molesto. Y quería asegurarme de que tú también estuvieras b

lencio atónito, finalmente levantó la vista,

ó, su voz baja-,

n verdades no dichas. Tres personas, atrapadas en u

agarre de Braulio. Se sentía fría, distante. Encontré sus o

dije, cada palabra un martilla

risa tocó sus labios. No era una sonrisa feliz, ni siquiera una cruel.

sorprendentemente suave-, eso no

sonando en la habitación estéril, destrozando lo

areos, las náuseas, la aversión repentina a ciertos olores... los había descartado como estrés, una consecuencia

nada. Todavía quiero el divorcio. -Mi voz era fir

par un pequeño y

a-. ¡Braulio, tienes que quedarte con ella! ¡Piensa en el legado familiar! ¡Piensa en Don Octavio!

reció, sus ojos brillando co

petó, su voz aguda y

ón se desvaneció, reemplazada por

solo estoy trat

ó, su voz resonando en las p

e vindicación mezclada con una amarga comprensión. Realmente me había querido fuera. Había visto los papeles del divorcio como su boleto dorado, su opo

esión suavizándose, pero sus ojos t

Un bebé lo cambia todo. Sé que las cosas han sido difíciles, pero por el bien de nu

remordimiento genuino, o una más de sus manipulaciones? ¿Era el be

mi voz pesada por la certeza-. No borrará los años de negligencia, las

os en los míos, una extraña mezcla

s que una solución conveniente, una forma de apaciguar a mi abuelo. Pero luego intentaste hacerme sentir algo. Intentaste hacerme amarte. Y mira lo que pasó. Me aleja

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