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La agridulce venganza de la esposa desatendida

Capítulo 4 

Palabras:1546    |    Actualizado en: Hoy, a las 10:11

ista de El

dad y consecuencias. Estaba sentado detrás de su enorme escritorio de caoba, su cabello plateado impecablemente peinado, su mi

prendentemente suave-, tu madre me ha informado

rada, la mía i

uelo. L

sonido profu

No es una decisión que deba tomarse a la ligera. Nuestras familias, co

había sido una alianza estratégica, una fusión de activos e influencia. El cancionero inédito de mi padre, un tesoro de brillantez musical, era la joya de la corona. Don Octavio no me

er en este matrimonio son mucho mayores. Para mí. Para mi bienestar. -Lo miré directamente a los ojos, sin que

ón ilegible. El silencio se alargó, espeso y sofocante

reclinó, su mirada suavizán

una pausa, luego miró a Gael-. Daré instrucciones a mi equipo legal para que coopere plenamente. Tendrás acceso total a todos los recurso

laba, pero era práctico, decisivo y poderoso. La opinión de Braulio, sus sentimien

omunicador-, creo que es hora de almorzar. Te q

cados sándwiches y fruta, mi teléfono sonó. Era Braulio. Otra vez. Dudé, pero Don Octavio, con una m

a rabia apenas contenida-. ¡Doña Elvira acaba de decirme que te negaste

todos estos años; lo había esperado. Había tomado mis esfuerzos, mi amor, mi cuidado, como algo que se le debía. Nunca le gustó mi comida, pero nunca dej

voz. La conmoción de su puro derecho, incluso des

mano y activó el altavoz. Su voz, ahora desprovist

rdad te estás quejando del almuerzo cuando tu espo

tro lado, seguido rápidamente

sando? -Era Désirée. Su voz, delg

udeó Braulio, claramen

noche, Braulio. ¿Y ahora te quejas del almuerzo? Quizás la señorita Aguilar pueda prep

teñida de una dulzura d

is wraps veganos. Siempre dice que la comida de Elara es... b

por la mujer que él exhibía abiertamente, retorció un cuchillo fresco en la vieja herida. Había odiado mi comida. Todos esos años, todos esos

ctavio cortó mi

e siendo una Armendáriz. Y si escucho una palabra más sobre que alguno de ustedes la humilla públicamente, habrá consecuencias que no pueden imagi

terminó la llamada con un clic defi

presión sombría-. Ese muchacho no

nte, pero también un profundo cinismo. Su "disculpa" se sentía menos sobre mi dolor y más sobre mantener la imagen de l

sintiendo una tranquila resolución. Mientras caminaba

ree que Braulio final

jó escapar un

lmente. Cuando se

tarde. Ya no me importaba. Braulio probablemente me quería fuera ahor

de que su mundo se convirtiera en salones VIP y clubes exclusivos. Recordé habernos reído con lattes mediocres, planeando nuestro futuro, un futuro que ahora parecía imposiblemente ingenuo. Incluso recordé haber bromeado: "Un día, cua

io y Désirée, entrando en nuestro café, de la mano, sus rostros iluminados con una alegría descuidada que me

ulio le susurraba algo al oído. Parecían total e innegablemente enamorados. La familiaridad de

la bruma de mi dolor, devolvié

é, empujando mi silla hacia atrás. Nec

fiesta. La habitación giró, los rostros de Braulio y Désirée se desdibujaron en una masa indistingui

mano agarrando mi b

, ¿qué

golpe. Sus ojos, usualmente tan fríos, se abrieron de sorpresa al posarse en la mano de Elena, todavía firmemente en mi brazo. Un dest

ro y furioso. Comenzó a caminar hacia nosotras,

su voz baja y venenosa, dirigida no a mí, sino a

leaba. Esto iba a

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