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El Monstruo Detrás de Su Máscara

El Monstruo Detrás de Su Máscara

Autor: Gavin
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Capítulo 1 

Palabras:3047    |    Actualizado en: Hoy, a las 09:27

ener hijos. Él jugó el papel de mi devoto cuidador, pero su fachada perfecta se hizo pedazos cuando un gato

ante embarazada, Valeria. Sonrió con suficiencia, llamándome la "esposa et

lamándome histérica y ambiciosa. Mateo se arrodilló, suplicando perdón, pero

mbargo, era much

evelando que Mateo la había obligado a perder a su bebé,

itando que yo era suya, me di cuenta de que no solo me ha

ítu

ista de So

ero, abandonado por la mujer de al lado, no dejaba de ronronear contra

los rosales, no cuidándolos, sino tratando de sacar a un gato de tres colores, flaco y aterrorizado, de debajo del porche. El gato era una adición reciente a nuestra calle en San Pedro, un

itando a todos, incluso a mí.

sus tobillos. Era una imagen de confianza, de familiaridad. Un pavor helado, agu

llamé, mi

o a su pierna, su cola moviéndose suavem

risa era algo practicado, encant

de cachemira con más fuerza contra el frío de la tarde. Me dolían las pie

ndo un pequeño tazón de croquetas cerca de l

maullido y frotó su cara contra los jeans de Mate

desde la ventana de mi habitación, un extraño nudo formándose en mi estómago. El inusual apego del gato a él, la forma en que

saltaba a su regazo cuando se sentaba en el patio. Me ignoraba, en su mayor parte, un hecho que me irritaba y me inquietaba. Mi esposo, el hombre que decía estar dedicado a todas

en su startup de tecnología. Su teléfono siempre estaba boca abajo, siempre en silencio. Saltaba cuando yo entraba

junta tardía", me encontré mirando a Susurro, que

l gato. Parpadeó lentamente hacia mí,

Montes había ocupado y luego desocupado. Tenía que ver. Mis piernas ardían c

e se derramaba, junto con el olor distintivo de un ambientador

de cereal a medio comer estaba sobre una pequeña mesa. Una bufanda de colores v

con una sonrisa demasiado brillante. Valeria Montes. Y en su dedo, un

no, mis dedos temblando, para tocar la foto. Ya no era solo u

orazón martilleaba contra mis costillas. Me congelé

u cabello estaba despeinado, sus ojos abiertos por el sueño

, su expresión cambiando de una con

o? -preguntó, su voz sa

, las palabras sabiend

ió con su

esposita de Mateo, la que siempre está enferma.

oz temblando ahora, no de miedo, sin

hombros, un ge

actamente ideal con un bebé en camino, ¿o sí? -Se palmeó el vientre prot

linó. Bebé. Mat

a no era nada comparado con esto. Esta traición. Esta mentira. Mi infertilidad, mi fuente consta

é, la palabra arranc

de Valeria

siquiera pudo mantener el interés de s

na astilla de mi antiguo yo, la arquitecta que construía estructuras que resi

emente fuertes en el pasillo silencioso. Mi visión tod

Entró, silbando una melodía alegre, con su maletín en la mano. El

on las manos entrelazadas, una pila de papele

lida. -Dio un paso hacia mí,

oz peligrosamente tranquil

lo de irritación cru

abo de volver de

papeles sob

papeles del d

se entrecerraron. Se rio,

na de tus crisis otra vez? Hablamos de

e tono, perdiendo su cuidada calma-. V

elo con estrépito. El silbido alegre murió. Parecía t

perada-. No es lo que piensas. Ella está... está tr

? ¿Sobre estar embarazada? -Sentí una risa histérica burbujear en mi pecho-. Me

peles, su rostro torcido

todo! Después del accidente, ¿quién estuvo a tu lado? ¿Quié

mí, crudas y sin filtro-. ¡Tú me presionaste para tomar esa pista negra, incluso d

peles del divorcio. La verdad, fea e inne

pared, fragmentos de cerámica y agua esparciéndose por el pulido suelo de madera. Me miró, sus ojos ard

oz temblorosa pero firme-. Fírmalos, Mateo.

ontorsionado. Sabía que hablaba en serio. Sabía que ya no era la

ores Vargas, irrumpieron por la puerta principal, sus rostros una mezcla de confusión y des

madre de Mateo, Leonor, sus ojos recorriend

rando algo de su encanto habitual, aunque forzado. Me l

e una amante embarazada viviendo al

Mi madre soltó un pequeño y aterrorizado

preguntó su padre, Ricardo

rció, evitand

Una mujer loca tratan

eo! -escupí, el veneno satisfactorio en mi lengua

egañar a Mateo, mientras Ricardo intentaba calmarla.

mi madre, su mano agarrando mi brazo-.

su reputación? ¿El hombre que engañó a su esposa i

onstruido se desmoronaba, se volvió hacia mí

e juro que terminaré con ella. Solo... no te divorcies de mí. -Se arrodilló, agarr

a de un hombre que se ahogaba. Me miró, su rostro suplicante, pero todo lo que v

e pero insistente-. Sabes lo difícil que es para una mujer s

us ojos abiertos de miedo-. Siempre te ha cuidad

que esté "molesta" o "confundida". Se trata de que ya me cansé. -Mi voz era un alambre de acero, delgado p

presión suplicante se desvaneció, reem

e esto, Sofía. No

ra -dije, dándole la espalda. Recogí los papeles del div

enéticos de nuestros padres, los sonidos ahogados de frustración de Mateo y el lejano lamento de una sirena. Al salir, una

abía sucedido. Necesitaba un café. Mi cafetería habitual estaba bulliciosa. Me senté en una p

un poco desaliñado, pero todavía con ese aire de confianza engreída. Y

i involuntario mensajero de la verdad,

n contenedor de basura, su

vacilación, arrojó al gato al contenedor. El animal so

staba más allá de lo que podría haber imaginado. Me lev

ciendo? -exigí

ojos se abrieron cuando me vio. Un

edo hacer lo qu

, marchando hacia el contenedor-.

u voz aguda y estridente-. ¡E

na esquina, temblando, encogiéndose lejos de

quí, p

abalanzó, sus pequeñas garras arañando mi

Incluso el gato, al parece

un sonido áspe

eliberadamente mi muñeca herida, luego mis piernas todavía doloridas-. Simplemente no puedes mantener satisfecho a un hombre como Mateo. Neces

da se e

os ojos, sin inmutarme-. Puede que te haya encontrado brillante y nueva por un tiempo, pero el aburrimiento de Mateo es una condición cr

a furioso. Levantó la mano,

ios está pa

encendidos, aparentemente habiendo llegado a toda prisa. Contempló la escena: Va

s se posaron en mí,

rla en paz ni cinco minutos? -Corrió al lado de V

o en su pecho, su voz ahogada pero perfectamente audib

fuerza, su mirada sobre mí fría

fía. ¿Ahora atacas a una mujer embarazad

or, no solo había muerto. Se había transformado en una cosa grotesca y retorcida, protegiendo su nueva obses

apenas un susurro, pero se sintió como un trueno en el

mi muñeca un pequeño precio po

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